Cada vez menos jóvenes quieren tener auto: qué está cambiando y por qué

Los menores de 30 años se cuestionan si tener un vehículo compensa el gasto, las responsabilidades y el impacto ambiental. Entre apps de movilidad y mejoras en el transporte público, el coche propio deja de ser prioridad.

El sueño del auto propio ha dejado de ser tal para los menores de 30 años.

Cada vez se ven en las calles de Chile automóviles que parecen una escultura en movimiento. Carrocerías que reflejan las luces como si fueran un espejo, con líneas aerodinámicas que delinean un perfil de elegancia y poder, tal como sus creadores desean transmitir. Ese despliegue solía cautivar profundamente a los jóvenes, pero con el tiempo, el estatus que otorgaba un automóvil fue perdiendo relevancia.

Un ejemplo de esto es Danae Candia, supervisora de administración técnica en una empresa de telecomunicaciones. A sus 27 años, asegura que nunca ha tenido como prioridad adquirir un vehículo. “Prefiero enfocarme en otros gastos. Y aunque tuviera el dinero, el auto no sería una prioridad. La bencina está muy cara, el estacionamiento, dónde guardar el auto... La plata la gastaría mejor en un viaje”, comenta.

Por ahora, se siente lo suficientemente conforme con el transporte público. Vive en el centro de Santiago, pero trabaja en Ciudad Empresarial. “A pesar de que falla a veces, el metro es mi método principal de movilización. Si puedo, evito tomar la micro”, explica. Evaluó los tiempos de viaje y la calidad del sistema frente al costo total que implica tener un automóvil, y lo segundo terminó pesando más.

Francisco Díaz explica que hay un cambio cultural en la concepción del auto entre la población más joven.
AutoFrancisco Díaz explica que hay un cambio cultural en la concepción del auto entre la población más joven.

Cifras que muestran un cambio cultural en las generaciones más jóvenes

Este escenario es cada vez más común en Chile. Según el Instituto Nacional de Estadísticas, en marzo de 2025 se registraron 57,9 millones de pasajeros en transporte público, un alza del 6,6% respecto al mismo mes del año anterior. Al mismo tiempo, en los últimos diez años, la obtención de licencias de conducir entre personas de 17 a 29 años ha disminuido en un 30%.

A simple vista, se podría pensar que el transporte colectivo y los servicios de movilidad actuales reemplazan perfectamente al auto. Pero, ¿qué ocurre en caso de una emergencia durante la noche, cuando el metro no funciona y la red de buses opera de forma limitada? Esa urgencia, que antes justificaba tener un vehículo propio, ha sido resuelta por servicios como Uber, Didi o Cabify.

A mayo de 2024, 2,4 millones de personas utilizaron alguna de estas aplicaciones, lo que representa un aumento del 19% respecto al año anterior, según un estudio de la Pontificia Universidad Católica de Chile.

Para Danae, estas opciones terminaron por sepultar aún más la necesidad de tener un automóvil. “Puede ser que tener un auto te salve de situaciones, como no sé... un día en que necesite irme urgente a la clínica. Pero como existen las aplicaciones, no me preocupo, porque siempre digo: ‘ah, pero voy a tomar un Uber’”.

Francisco Díaz, director de la Escuela de Negocios de la Universidad Mayor, asegura que se puede hablar de una “crisis cultural del auto como símbolo de estatus entre los menores de 30 años”. Ya no es, para muchos, un signo de independencia ni de logro económico. Incluso, se ha transformado en una incomodidad y un emblema de contaminación.

Un estudio de la Federación Internacional de Automóviles refuerza esta mirada: el 48% de los encuestados espera más opciones de transporte público y movilidad compartida. Además, según cifras de la Mutual de Seguridad de 2023, un 25,5% de la Generación Z prefiere desplazarse en medios colectivos para ir al trabajo, mientras que solo un 23,8% opta por vehículo particular.

Francisco Díaz agrega que para los jóvenes, vivir de forma independiente -fuera del hogar familiar- se ha vuelto una meta más importante que adquirir un auto. Ambas decisiones compiten directamente dentro de las posibilidades económicas reales. A eso se le suma que mejoras en ciclovías, el sistema de transporte y las apps de movilidad cubre adecuadamente la mayoría de las necesidades urbanas.

El experto señala que el costo total de tener un automóvil se justifica si se le da un uso intensivo, pese a que hoy existen mejores opciones de financiamiento. Además, la postergación de la edad para formar una familia ha retrasado necesidades que antes hacían del vehículo una urgencia.

“Las decisiones de tener un auto suelen estar determinadas por restricciones económicas. En general, los jóvenes optan por modelos compactos, ya sean nuevos o usados. Un segmento creciente se interesa por los eléctricos, debido a su menor impacto ambiental, pero sus altos precios y limitada accesibilidad los hacen difíciles de adquirir. En ciudad como las nuestras, donde no existen restricciones significativas para autos a combustión ni subsidios relevantes para eléctricos, su adopción sigue siendo muy baja”, explica Díaz.

Durante los últimos años, se han reducido las licencias en personas entre 17 y 29 años, según el INE.
AutosDurante los últimos años, se han reducido las licencias en personas entre 17 y 29 años, según el INE.

El caso de los jóvenes que sí quieren tener un auto

Un caso que contrasta con las cifras mencionadas es el de Luciano Martínez, un profesor de inglés de 26 años, quien decidió comprarse un Hyundai i30 usado a principios de julio. Vive en el centro de Santiago, pero trabaja en un liceo en Quilicura. Antes dependía de una sola micro, cuya frecuencia era baja, y eso afectaba su puntualidad.

Otra razón que lo motivó fue que sus abuelos viven en una parcela en La Estrella, Región de O’Higgins, donde el acceso en transporte público es limitado y costoso. “Lo pagué al contado. Ahorré gran parte del dinero y pedí un crédito de consumo para cubrir lo que me faltaba, que eran como 600 mil pesos. Tuve en cuenta los costos de mantención, seguro, permiso de circulación, bencina, y todo lo asociado. Al comprarlo, hay que pagar la transferencia, revisarlo con un mecánico... todo eso”, explicó.

Luciano estudió su compra con cuidado: investigó el modelo, buscó ofertas, comparó precios y planificó su financiamiento. Pero su caso no es muy replicable para muchos jóvenes chilenos. Como explica Francisco Díaz, esta tendencia a dejar de considerar el auto como algo importante no solo se mantendrá, sino que probablemente se profundice.

“Responde a cambios culturales generacionales, nuevas realidades del mercado laboral y las soluciones que ofrece la tecnología. Muchas automotrices ya se están preparando para vender menos vehículos a particulares e incorporar servicios de movilidad, como flotas de arriendo, autos compartidos vía app, o incluso transporte con vehículos autónomos”, afirma.

Para que el auto vuelva a ser atractivo, el experto sostiene que debería adaptarse mejor a los valores, prioridades y posibilidades económicas de los jóvenes: ser más ecológico, más accesible y ayudar a resolver los problemas urbanos como estacionamiento y congestión. Pero advierte que no será fácil.

“Es un desafío complejo, porque hoy las escalas de producción de la industria automotriz son enormes. Son pocos los países capaces de diseñar soluciones específicas para sus consumidores. En Chile, podemos comunicar nuestras necesidades e intentar influir en los fabricantes globales, pero en general dependemos de lo que se diseña en otros mercados y de cuán rápido podemos adoptarlo localmente”, dijo Díaz.

A quienes aún dudan entre comprar o no su primer auto, el académico les recomienda analizar con honestidad tres cosas: si lo necesitan como medio de transporte esencial; si buscan un uso recreativo, o si lo ven como símbolo de estatus. “Luego, que calculen el costo total de tenerlo: inversión inicial, intereses, depreciación, combustible, mantenciones, seguros, permisos, peajes, estacionamientos, etc. Y que lo comparen con la alternativa de no tener uno. Si el auto resulta más barato, la decisión es simple. Si no, al menor sabrán cuánto están dispuestos a pagar por el componente simbólico o emocional. Y decidirán con más claridad si vale la pena”.

Entre la urgencia de llegar a tiempo y el deseo de gastar bien el dinero, entre el sueño de la libertad y la realidad del precio por mantenerla, las nuevas generaciones están redefiniendo lo que significa tener un auto. Ya no se trata de ir a un punto A a un punto B, sino de cuánto se está dispuesto a pagar -económica, emocional y simbólicamente- por el trayecto.