En la atmósfera cargada de memoria y controversia producto de la conmemoración de nuestro propio 11-S, Chile se encuentra al borde de un evento crucial: los 50 años desde el golpe de estado, liderado por Augusto Pinochet, que en 1973 derrocó al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende.
En un intento por unir a una nación aún dividida por las cicatrices del pasado, el actual presidente Gabriel Boric ha propuesto una declaración conjunta, un llamado a todos los partidos políticos para que suscriban el “Compromiso de Santiago”, con el objetivo de fomentar el diálogo, condenar la violencia y reafirmar los valores democráticos.
Sin embargo, la respuesta ha sido mixta y refleja las profundas diferencias ideológicas que siguen dividiendo nuestra sociedad.
Las posturas y fronteras políticas
En el entramado político nacional, las líneas divisorias son nítidas y las perspectivas varían según el color político. El senador y presidente de la Unión Demócrata Independiente (UDI), Javier Macaya, ha dejado en claro que su partido no se sumará al Compromiso de Santiago.
Para la UDI, la conmemoración de los 50 años del golpe de estado no debe imponer una versión oficial de la historia, ya que en el país coexisten múltiples puntos de vista. Macaya también citó al expresidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle, quien sostenía que no se podía pretender una versión única cuando la mayoría de los chilenos no habían nacido en esa época.
Esta posición también es compartida por otros partidos de la coalición Chile Vamos, donde se alega que buscar una verdad unilateral sobre la historia chilena no es viable ni deseable. La preocupación radica en que un intento de imponer una única narrativa histórica podría intensificar divisiones en lugar de sanarlas.
El “Compromiso de Santiago”: detalles de la propuesta
La propuesta del Presidente Boric, conocida como el “Compromiso de Santiago”, busca un acuerdo común entre todos los partidos políticos y líderes mundiales que asistan a la conmemoración del golpe.
Este compromiso, dividido en cuatro puntos, busca fomentar el cuidado y la defensa de la democracia, condenar la violencia, promover los Derechos Humanos y fortalecer la colaboración entre Estados.
La iniciativa apela a la preservación de los principios democráticos y a protegerlos de las amenazas autoritarias y la intolerancia. Sin embargo, para algunos partidos, este compromiso puede ser interpretado como una imposición de una única versión de la historia, lo cual va en contra de la diversidad de opiniones que existen en el país.
La ministra Secretaria General de Gobierno (Segegob), Camila Vallejo, subrayó que la propuesta es una invitación y no una obligación.
“Lo que ha señalado el Presidente es una invitación a que el repudio y el rechazo a un Golpe de Estado o la violación a los DDHH sea transversal en este siglo XXI. Cuando queremos asumir de manera seria y responsable el desafío de profundizar la democracia para el presente y para el futuro, es bastante ilógico que todavía existan personas que justifiquen o avalen las rupturas democráticas, además con una perpetración muy violenta, a través del uso de funcionarios públicos, en este caso, las Fuerzas de Orden y Seguridad, para imponer un proyecto político en particular”, dijo la ministra Vallejo.
Un llamado en medio de la tensión
La propuesta del Compromiso de Santiago llega en un momento de tensión política en Chile. Se ha revivido recientemente un debate sobre una declaración de la Cámara de Diputados en 1973 que calificaba como “inconstitucional” el gobierno de Salvador Allende, lo que algunos interpretan como el ensalzamiento un factor que contribuyó al golpe de estado.
La propuesta del gobierno intenta evitar que este tipo de divisiones se repitan en el futuro, buscando un consenso en torno a la condena a la ruptura democrática y las violaciones a los derechos humanos.
Visiones en confrontación
La invitación del Presidente Boric a suscribir el Compromiso de Santiago ha generado reacciones encontradas. Mientras que algunos ven en ella una oportunidad para unir a la nación en torno a valores democráticos compartidos, otros creen que puede convertirse en una herramienta de manipulación política.
Las posturas se endurecen conforme la fecha de la conmemoración se acerca.