
Marco Sulantay, hijo de José y actual diputado, atendió la llamada de En Cancha y se refirió al cambio que hubo en la ciudad por la campaña del Coquimbo Unido campeón de Esteban González.
El parlamentario aprovechó de contar cómo estaría viviendo este momento su padre, quien jugó en el club y lo dirigió en siete oportunidades, entre 1980 y 2010.
Marco Sulantay no dudó en señalar que este título es parte de la herencia y legado del histórico DT del fútbol chileno.
Por otro lado, el hijo de José Sulantay reveló por qué eligió un camino tan diferente al de su padre y señaló la gran “espinita” que le quedó tras el fallecimiento del otrora técnico.
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-¿Cómo se vivió en Coquimbo la campaña del equipo?
Son varias dimensiones en esa respuesta. Primero en lo personal, toda mi vida, desde que tengo esa razón, siempre ligado al deporte. Segundo, la herencia de mi padre, yo siempre acompañándolo en su campaña. Viví la campaña 1991 de Coquimbo intensamente, prácticamente de memoria. En ese tiempo yo estaba en la universidad, así que tenía tiempo todavía de ver los goles los domingos, revisar, escuchar los partidos, etcétera.
Justamente después de tantos años, ya con Coquimbo campeón, rescato dos cosas: primero, que esto es un premio a la gran hinchada que ha tenido. Yo conozco perfectamente a Coquimbo Unido y siempre ha tenido una hinchada muy fiel y eso creo que es muy importante destacarlo.
Segundo, el grupo de dirigentes se ha mantenido por muchos años. Los actuales eran muy jóvenes, yo te diría veinteañeros cuando mi padre aparece en Coquimbo Unido, por allá a principios de los ochenta. Pero ya estaban ahí, secundando a otros dirigentes de la época, ayudando. Lo que quiero decir es que han mantenido la identidad del club y de la ciudad, a pesar de la sociedad anónima. La sociedad anónima se adaptó a la idiosincrasia del club y no al revés, como ocurrió con La Serena.
Esperemos que Coquimbo Unido arme un buen equipo para la Copa Libertadores y sea una segunda participación como fue en el 92, donde mi papá era el entrenador.
-A propósito de su padre, ¿cómo estaría viviendo este momento del club?
Mi papá siempre fue una persona muy alegre, una persona transparente en la palabra. En su vocabulario, en su corazón, jamás existió la envidia, el resentimiento, ese tipo de malos valores. Y lo que yo estoy seguro es que él hubiese estado muy contento por varias cosas. Primero lo que dije, por su hinchada, por la ciudad, por los dirigentes. Él tuvo muy buena relación con el grupo de dirigentes que hoy día está a cargo del club, como decía, desde años atrás, jóvenes, y siempre tuvo buena relación con ellos, y con sus padres o con los dirigentes anteriores que eran cercanos con ellos.
Mi papá estaría muy orgulloso de que el técnico sea un joven que vaya con proyección. Los jugadores en general, plantel joven, con jugadores de casa, pero sobre todo que están demostrando el espíritu, la lucha, el no entregarse nunca, el no achicarse, el pararse de igual a igual. Todas las cosas que él, por décadas, le incentivó, le inculcó a los clubes, especialmente en Coquimbo, cuando él empezó a finales de los 70, ese espíritu todavía está presente en este equipo, es parte de su herencia y su legado.

El anhelo de Don José por entrar a la política
-Volviendo al pasado, ¿Por qué eligió la política y siguió un camino tan diferente al de su papá?
Mira, el deporte me lleva a esto. Todo apunta hacia allá. Porque en el primer gobierno de Sebastián Piñera fui nombrado director regional de deportes. Esa fue mi irrupción a un cargo importante dentro de la administración política.
De ahí hacia adelante fui consejero regional, electo también presidente de la Comisión de Deportes y ahora diputado integrante de la Comisión de Deportes. O sea, es la línea.
Y eso me fue llevando y abriendo puertas hacia cargos de elección popular, cargos políticos, pero básicamente muy ligado a eso. Después uno se va involucrando en otro tipo de problemas que hay que resolver, problemas ya de sociedad, que probablemente son mucho más serios, como la seguridad, la reactivación económica, la minería en el caso mío, la energía, etc. Pero la puerta de entrada a todas esas actividades siempre fue el deporte.
-¿Qué le dijo su padre cuándo comenzó su camino en la política?
Fue muy en conjunto, porque uno de los anhelos que no hizo público mi papá, era que tenía un anhelo también de incursionar en política. De hecho lo hizo. Fue candidato a alcalde en Coquimbo, no ganó en esa oportunidad, y después fue candidato a consejero regional y sacó la tercera mayoría nacional como consejero regional.
Todo lo que fue la irrupción mía, la primera, y su elección, que fue un poquito más pequeña que la mía, en ambos casos trabajamos juntos. Él ayudándome en mi campaña, yo ayudándolo en las campañas de él, en las dos de él. Él siempre conmigo, apoyando con su imagen, con su frase, pidiendo un voto para mí, ayudándome en la calle con la gente, o sea, él hacía campaña. Le gustaba mucho, él no despreciaba la política, es todo lo contrario, le gustaba. Sabía que desde ese punto de vista podía entender también muchas cosas.
-¿Qué recuerdos tiene con su padre?
Muchos, pero algo que me voy a arrepentir fue no haberlo acompañado a los Mundiales (Sub 20). No estuve en Holanda, no estuve en Canadá, pero sí estuvo mi madre, mi mamá lo acompañó en los dos Mundiales.
A mí me hubiese gustado acompañarlo, pero no pude, por trabajo, por otras cosas, era un mes afuera del país. Acompañarlo era imposible para mí por temas laborales, pero salvo eso, el resto no tengo nada que decir, estuve en todas las etapas: en lo bueno, en lo malo, lo escuché en la euforia, en la derrota, en las correcciones, en la rabia.
-Fue como esa gran “espinita” que le quedó, quizás
Sí, lo tengo que reconocer, porque ahora, con todo este reconocimiento mundial que se le ha hecho a él: agradecimiento FIFA, el nombre del Centro de Alto Rendimiento de la Selección Chilena que lleva el nombre de él. A mí me hubiese gustado, al menos, haber sido parte, un poquitito, en alguno de esos procesos, mirando obviamente, acompañando de lejos, involucrado un poco también más allá. En las charlas, escuchando, como lo hice siempre. Pero insisto, son momentos también de que yo ya no era un niño, obviamente tenía que trabajar, ya no disponía del tiempo amplio para haber estado acompañándolo al lado de él durante mucho tiempo.
-¿Cree que debió ser más homenajeado en vida?
Mira, eso siempre va a quedar. En Chile, mi papá decía “si en Chile estás esperando reconocimiento, te mueres de pena”. Mi papá no esperaba nunca reconocimiento. Yo me quedo con los amigos que conocí en el fútbol, con la gente que me para en la calle, que quiere sacarse fotos interminablemente, en todos lados, me expresan su cariño, yo me quedo con eso.
-¿El último paso por Cobreloa lo revitalizó?
No, no, todo lo contrario. No sumó nada. Mi papá lo hizo de corazón, él se sintió bien ayudando a Cobreloa. Cuando ya lo saca del fondo, lo hace pelear y llega ahí a instancias finales, que subió Unión La Calera en ese momento, por algunos puntos. Ya con ese trabajo hecho, él se dio por pagado y dijo: “Me puedo ir tranquilo, ahora sí que ya no salgo más de mi retiro, hice lo que tenía que hacer, le eché la mano a Cobreloa como me la echó a mí”.
Él sentía que Cobreloa lo había catapultado a las grandes ligas, porque hasta Coquimbo 91, se le tachaba como un entrenador de equipos pequeños. Le decían que era un buen entrenador, pero en equipos pequeños, lo trataban de minimizar. Y Cobreloa le dio la oportunidad de ir a un equipo grande, y él no la desaprovechó. Salió campeón de inmediato, con 27 fechas invicto, un campeonato que todavía se recuerda en Calama.
Mi papá sentía que le tenía que dar la mano de vuelta a Cobreloa y por eso hizo el gran esfuerzo, a los 77 años, de ir a Cobreloa a una misión: rescatarlo y que no cayera a Tercera División.







