Benjamín Vidal (34) vive días distintos. En septiembre, el defensor de 34 años decidió poner fin a su carrera profesional, cerrando un recorrido que lo llevó por clubes como O’Higgins, Universidad de Chile, Universidad Católica y Palestino, además de ser parte del recordado título celeste del Apertura 2013.

Un camino que, según reconoce en conversación con En Cancha, nunca imaginó recorrer cuando era un adolescente tímido que viajaba todos los días desde el campo para entrenar en Rancagua.

Su retiro coincidió con un regreso especial: volver al Estadio El Teniente para el partido entre el Capo de Provincio y la U, esta vez como hincha, después de años lejos de la ciudad. Allí, entre saludos, recuerdos y nostalgia, Vidal reconectó con el lugar donde todo comenzó. “Me puso contento estar ahí”, admite.

Salió campeón con O'Higgins, cuadro donde se formó y del cual es hincha.
Benjamín Vidal.Salió campeón con O'Higgins, cuadro donde se formó y del cual es hincha.

El regreso al estadio y un reencuentro con sus raíces

-El fin de semana te vimos en el estadio para el O’Higgins–U. ¿Cómo viviste ese regreso?

La verdad es que no iba hace años, sobre todo porque estuve mucho tiempo fuera de Rancagua. Me hicieron la gestión para ir y lo disfruté harto. El estadio está bonito, el ambiente también. Me encontré con don Ricardo Abumohor, mi exjefe, y saludé a Pablo Hoffmann. Volver fue especial, porque yo empecé a ir a ese estadio cuando tenía 12 o 13 años. Me puso contento estar ahí de nuevo.

-¿Qué te provocó volver, esta vez desde la tribuna y no como jugador?

Bonito. Es inevitable que se te vengan recuerdos, sobre todo de la adolescencia: ir al estadio, ver lo distinto que está todo ahora. Me dio gusto volver. Lo único que eché de menos fueron los sándwiches de potito; ya no los venden dentro del estadio y ahora están afuera, medio ilegales. No es lo mismo de antes, pero los tiempos cambian.

-¿No apareció ni un poquito esa tentación de entrar a jugar un par de minutos?

No, para nada. Ya no tengo la forma ni el ritmo para esos trotes. Pero como espectáculo, estuvo buenísimo. Como espectador, lo pasé extraordinario.

Los inicios de Benja Vidal en O’Higgins

-Si volvemos a tus primeros pasos, ¿cuándo sentiste realmente que podías llegar a ser jugador profesional?

Fue algo gradual. Todavía estaba en el liceo Óscar Castro cuando me empezaron a citar a entrenar con el primer equipo, cuando estaba Jorge Sampaoli en Rancagua. A los meses firmé mi primer contrato, con 17 años. Solo cuando comencé a recibir mi propio sueldo dije: ‘Tengo una chance’. Igual no imaginaba debutar rápido, porque en ese tiempo no existía la regla Sub 20. Me costó un par de años poder debutar y hacerme un espacio. Todo fue de a poquito, entre los 17 y los 20.

-¿Qué fue lo más duro de adaptarte a esa etapa juvenil?

El cambio del campo a la ciudad. Tenía que salir a las 6:30 para ir al liceo, estudiar, y quedarme después en Rancagua para entrenar en la tarde. Un amigo me prestaba su casa para almorzar y luego nos íbamos a entrenar. Llegaba a las nueve de la noche a mi casa. No fue tanto tiempo, pero fue un proceso cansador y que me marcó harto.

Jugó 64 partidos con la camiseta de O'Higgins.
Benjamín Vidal.Jugó 64 partidos con la camiseta de O'Higgins.

O’Higgins: identidad, orgullo y un sueño cumplido

-¿Qué significó para ti haber jugado en O’Higgins?

Para mí fue un sueño cumplido. Yo siempre he sido tímido, no solo con la prensa, sino en general. Cuando chico era todavía más. Solo pensar en intentar algo ya me parecía gigante. Ni mis sueños eran tan grandes como para imaginarme ser jugador profesional de O’Higgins. Haberlo logrado fue una locura para mí.

-Si miras hacia atrás, ¿qué recuerdo te emociona más de tu tiempo en el club?

Ser campeón con el club con el que me identifico y del cual soy hincha. Por mis inicios, por lo que me tocó vivir, estar en la cancha y escuchar ese pitazo final es algo que no voy a olvidar nunca. Fue el momento más feliz que he vivido en el fútbol.

La tragedia de los 16 hinchas, el histórico título y Eduardo Berizzo

-Ese título del 2013 llegó meses después de la tragedia de los hinchas. ¿Cómo se vivió todo ese proceso desde adentro?

Fue muy lamentable. Desde ese momento se sintió algo en el aire, una energía distinta. Quizás ayudó a equilibrar egos. El técnico apuntó muy bien a los jugadores: una mezcla entre experimentados, canteranos y los que venían de otros clubes. Se armó un grupo muy bueno. El ánimo siempre estuvo arriba; era como una rutina que fluía. Cuando eso pasa, los resultados llegan. Es parecido a lo que le pasa hoy a Coquimbo: cuando el grupo funciona, se nota.

-¿Qué recuerdas de la final?

Ahí sí aluciné. Recuerdo partes del partido y la celebración, aunque dentro de la cancha tengo recuerdos más difusos. Lo que más tengo grabado es la caravana desde Santiago a Rancagua. Fue algo muy bonito y muy potente. Desde ese día mucha gente se sumó como hincha de O’Higgins, y está bien. Son momentos que hacen que la gente se identifique con el club de su región.

-¿Qué te dejó Berizzo en lo personal y en lo futbolístico?

Todo bien. Siempre tuvo buen trato conmigo, buenas palabras y mucha claridad. Futbolísticamente aprendí muchísimo. Él entrenaba a todos por igual: grandes, chicos, defensas, delanteros. Los trabajos específicos los hacíamos todos. Tenía muy claro lo que quería día a día. Y su comunicación era la magia: cuando hablaba, te encendía por dentro. Llegaba al jugador, jugara o no jugara. Tenía muy buen manejo de camarín.

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