La noche del 20 de agosto, el partido de Copa Sudamericana entre Universidad de Chile e Independiente derivó en una de las jornadas más violentas del fútbol sudamericano en el último tiempo.
La cruda postal, con una decena de hinchas heridos y cientos detenidos, generó serias interrogantes respecto al estado de los fanáticos azules en Argentina. Desde entonces, la imagen de Azul Azul, y sobre todo Michael Clark, hasta hace semanas cuestionado como símbolo de la desconexión dirigencial, experimentó un vuelco.
Una tragedia que puede cambiar la percepción dirigencial en la U
En los últimos años, Azul Azul había sido blanco de durísimas críticas. El bullado Caso Sartor, las decisiones erráticas en materia de refuerzos, los precios elevados de las entradas en el Nacional y la creciente distancia con el hincha dejaron a Clark en el foco de las críticas.
Además, la sensación de divorcio entre hinchada y concesionaria se agudizó en cada gesto. La falta de cercanía, los problemas de acceso al estadio y la percepción de que el club se manejaba como un negocio sin alma terminaron por instalar a Clark como el “villano” ideal en la narrativa.
Nada hacía prever que sería justamente en el epicentro de una tragedia donde el presidente del club lograría reivindicar, en parte, su imagen ante la parcialidad estudiantil.
Cuando la violencia estalló en Avellaneda y las imágenes de hinchas chilenos golpeados, desnudados y arrojándose desde las tribunas comenzaron a circular, lo futbolístico se desvaneció.
Mientras el presidente de Independiente, de forma indignante, rápidamente apareció en la prensa para exigir la ventaja deportiva tras la tragedia, en la U pusieron el foco en sus hinchas antes que todo.
Clark, junto a Ignacio Asenjo y otros ejecutivos, se trasladaron de inmediato a los hospitales Fiorito, Presidente Perón y Wilde. Allí verificaron el estado de los 19 lesionados, despejaron rumores de fallecidos y activaron un protocolo de acompañamiento médico y legal.
“No nos han llamado, no nos han preguntado cómo está la gente. A nosotros, a parte del cuerpo técnico o parte del staff que agredieron ayer, les quisieron robar, y no nos han preguntado nada. Creo que eso habla mal de ellos”, declaró Clark este jueves.
“Cuando vemos un linchamiento y nadie hacía nada, estar preocupado o, al menos, tener la primera preocupación de quién ganó el partido y si me van a castigar o no, yo creo que es un sin sentido”, complementó.

El respaldo de la U a los hinchas en Argentina
El club también desplegó su apoyo. El director y abogado José Ramón Correa, conocido por la polémica denuncia a Colo Colo en el TAS, aterrizó casi de inmediato en Buenos Aires para coordinar la defensa de los detenidos. Además, Azul Azul contrató al estudio penal Castex Pauls, uno de los más prestigiosos en Argentina.
La gestión fue clave para que, en la madrugada de este viernes, la fiscalía de Avellaneda ordenara la liberación de los 103 hinchas retenidos. Dicha gestión fue atribuida directamente a las acciones conjuntas entre embajada, consulado y el equipo jurídico de la U.
Quizás lo más significativo estuvo en el control de la información. La U difundió rápidamente listados oficiales de hospitalizados y detenidos, entregó partes médicos actualizados y acompañó a las familias en terreno.
Esa transparencia contrastó con la desinformación inicial de las autoridades locales y fue valorada incluso por sectores de la hinchada que semanas antes pedían la salida de Clark.
Además, desde la U no solo criticaron la ausencia de detenidos locales, sino que parte de la delegación universitaria permanece en Buenos Aires hasta que los últimos hinchas puedan salir de comisarías y hospitales.
El balance es dramático, pero dejó una postal inesperada: la dirigencia de Azul Azul, cuestionada muchas veces de forma justificada, logró revertir su imagen... aunque sea en el peor de los contextos.
Ahora, con el futuro internacional bajo incertidumbre y la hinchada bajo la lupa de Conmebol, la proyección es clara: Clark y su equipo deberán sostener en el tiempo este vínculo con la hinchada, nacido de la tragedia, para que no vuelva a resquebrajarse apenas regrese la pelota a rodar.