Uno de los futbolistas que tuvo el privilegio de debutar bajo la dirección técnica de Miguel Ángel Russo en Universidad de Chile fue Cristián Flaco Leiva, hoy entrenador nacional.

El estratega argentino, fallecido en las últimas horas en su país, marcó profundamente la carrera y la vida del Flaco, quien en conversación con En Cancha recordó con emoción y gratitud al hombre que, según dice, le “cambió la vida”.

En un diálogo cargado de nostalgia, Leiva revive su relación con Russo, los consejos que lo formaron como futbolista y entrenador, y el legado humano que el técnico dejó en todos los que compartieron con él.

Compartiendo hace algunos años, cuando el DT aún no era diagnosticado con cáncer.
Cristián Leiva y Miguel Ángel Russo.Compartiendo hace algunos años, cuando el DT aún no era diagnosticado con cáncer.

“Yo estuve en el último tiempo muy cerca de él. Lo fui a ver el año pasado, en octubre, justamente cuando asumió en San Lorenzo. En ese paso estuve con él allá”, comienza diciendo Leiva en diálogo con En Cancha.

Flaco Leiva y su experiencia con Russo

— ¿Cuándo fue la última vez que tuviste contacto con él?

Fue en septiembre, por audio. Hablé con él y eso también lo mantengo… voy a mantener ese recuerdo vivo, vivo, vivo.

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— ¿Y en ese último contacto, te dio la sensación de que su estado de salud había empeorado o siempre se mostró con la misma fortaleza de siempre?

Él siempre la peleó, nunca hablaba de eso. Siempre habló de luchar, siempre decía: “Estoy bien, flaco, estoy bien”. Nunca dijo que estaba mal. Siempre la luchó, siempre te transmitía esa energía. Nosotros lo veíamos en televisión, ya en sus últimas apariciones. Cuando llegaron las noticias de que estaba internado, él me mandó un mensaje, y de ahí no contestó nunca más.

—¿Qué significó para ti Miguel Ángel Russo?

—A mí me marcó mucho, porque fue el técnico que me cambió la vida, me hizo debutar. Yo tengo una historia muy emotiva con él, porque yo me iba a préstamo a Linares en el año 96, y me iba de la U siendo de inferiores. Llega Miguel Ángel Russo y decide vernos a todos, a los que no íbamos a préstamo. Éramos 35 jugadores, y nos hace jugar la Copa Ciudad de Santiago, y a mí me pone titular inmediatamente. Ahí me deja en la U, me hace jugar Copa Libertadores ese año 96, y me cambió la vida, porque de pasar a préstamo —donde uno se pierde— ahí hice mi carrera. Cuando él se fue también lo sufrimos mucho, porque algunos éramos regalones de él.

Nunca perdí el contacto con él; siempre una palabra de aliento, no tan solo en lo futbolístico, sino también en lo personal. Y después, cuando yo me hago entrenador, igual. Cuando venía a Chile siempre nos veíamos, hablábamos siempre. De verdad que fue una persona muy influyente en mi carrera, como entrenador y como persona.

— ¿Cómo era Russo en la interna, más que nada como persona? ¿Cómo se relacionaba con los jugadores?

Maravilloso. Miguel era una persona que, con su personalidad, siempre tenía la palabra justa. Una persona muy potente, muy potente espiritualmente, transformaba con una frase. Recuerdo muy bien cuando me hace debutar en Guayaquil en la Copa Libertadores. Era mi primer partido internacional, y en los últimos diez minutos me dio una charla que aún tengo en mi cabeza, porque me tocó marcar a Gilson de Sousa, el número 7. Me dijo que lo tenía que perseguir, que lo tenía que comer en el cuello, que tenía que irme. Me dejó aleonado para entrar a ese partido.

Él tenía eso: lo que transmitía verbalmente traspasaba todo. Era una persona muy sencilla, muy correcta. Era un gran entrenador, para mí el mejor entrenador que tuve. Y lo otro: la cercanía, siempre la cercanía con el jugador. En ese tiempo ya manejaba los videos, siempre andaba con VHS en su maleta. Él y Hugo Gottardi hacían una muy buena dupla técnica, dos tipos diferentes. Vivían el fútbol a otro nivel para esa época, unos adelantados.

— Él llegó muy joven a la U y luego hizo una gran carrera en varios países. ¿Fue cambiando con el tiempo en cuanto a su personalidad o fue siempre el mismo?

No, fue siempre igual. Él siempre ponía por delante el juego, el balón, que lo más importante fuera eso. Y lo demás era la persona. Esa es una de las cosas que a mí me traspasó y tomé siempre como guía: estar preocupado de la persona. Él sabía quién era tu familia, quién era tu señora. Siempre se involucraba con tu entorno, y eso a mí me marcó. Hasta el día de hoy siempre lo hago con los jugadores. No es solo tener información más allá de lo técnico o táctico, sino saber cómo es la persona para poder llegar al jugador. Y lo hacía de forma natural, no forzada. Eso marca mucha diferencia, porque te lleva a tu máxima expresión.

— Eso es superimportante para un jugador...

Sí, y yo lo hago ahora porque lo aprendí de él. Toda mi carrera he estado preocupado de la persona primero, para que el jugador se involucre también con su profesión, pero desde lo integral, desde lo emocional. Eso es lo que viven las personas en el día a día, y él se preocupaba de eso siempre. Conmigo lo hizo siempre, no solo mientras me dirigía, sino también después. Uno tiene relación con el jugador no tan solo cuando lo dirige, sino también cuando deja de hacerlo. Y eso, para mí, es el legado del profe.

— Él decía que bajo la cama tenía una pelota y que todas las mañanas le daba un beso antes de entrenar... ¿Qué le parecía eso?

Yo hago yo mismo. Tengo la pelota aquí al lado, tengo una en el living, tengo pelotas en todos lados: recuerdos de la Copa América, del Mundial… Cuando jugué el Mundial, tengo la pelota y el cuidado que él nos enseñó: a querer la pelota, a desayunar con ella, darle un beso siempre. Eso viene de antes, él nos lo impregnó a todos.

— Las últimas imágenes de Russo fueron fuertes, ¿no?

Sí, yo creo que para uno que tiene 69 años y que vivió toda una vida en el fútbol… La forma en que uno vive el fútbol te pasa por encima. La vida pasa muy rápido, por eso también uno aterriza un poco en esto. Nosotros lo vivimos muy intenso, y él también. Él transmitía eso: una referencia de vida, una referencia humana.

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