
Esteban Conde recuerda en esta entrevista con En Cancha su paso por Universidad de Chile, una etapa que considera un antes y un después en su vida profesional y personal. Desde su llegada en 2010 hasta competir con arqueros consagrados como Miguel Pinto y Johnny Herrera, repasa los años clave que marcaron su carrera.
Entre frustraciones y aprendizajes, Conde destaca cómo el trabajo con entrenadores como Lalo Azargado y la adaptación a los cambios del club lo ayudaron a perfeccionar su técnica y madurar como profesional, convirtiéndose en un arquero más completo.
“Llegué siendo una persona y me fui siendo otra. Sin duda, hay un punto de inflexión en mi vida después de haber pasado por Universidad de Chile”, le comienza diciendo a este medio.

-¿Cómo se gestó su llegada al club?
En ese momento estaba en Danubio, donde llevaba ya cuatro años. Había tenido algunos acercamientos para salir, pero ninguna transferencia se concretó. Finalmente quedé libre a fines de 2009 y se dio la posibilidad de llegar a Universidad de Chile para comenzar la temporada 2010.
Gerardo Pelusso, que ya me había dirigido en Danubio y me conocía bien, fue quien impulsó mi llegada. Él quería contar con dos arqueros competitivos para afrontar la Copa y el torneo local, ya que en ese entonces el titular era Miguel Pinto. No venía con la idea inmediata de ser titular, pero sí con la necesidad de un cambio. Sentía que era el momento de salir al exterior, y además existía la posibilidad de que Miguel fuera vendido en el corto plazo, lo que abría una proyección interesante para mí.
También influyó mucho el hecho de que en el plantel ya estaban Juan Manuel Olivera y Mauricio Victorino, quienes me hablaron maravillas del club y de lo bien que se vivía en la U. Eso me terminó de convencer. Luego llegó Álvaro Fernández, y entre todos formamos una linda legión de extranjeros que armó un grupo humano espectacular. Todo eso hizo que la decisión tuviera aún más sentido.
–¿Todo lo que le hablaron del club era así?
Sí, exactamente. Si bien el CDA todavía estaba en proceso, no lo teníamos y entrenábamos en el Caracol Azul, hablar de la maravilla que es la gente de la U, la barra, el hincha, lo fiel que es, eso resaltaba mucho y uno lo comprobó. Sobre todo en los momentos difíciles, porque en las lindas estamos todos, pero en las bravas, cuando las cosas no salen, el hincha de la U es muy fiel. Ese es el recuerdo más latente que tengo y es algo que uno no olvida. Era algo que ellos resaltaban. Estuvo muy buena la conjunción.
La dura competencia con Miguel Pinto y Johnny Herrera
–Tuvo la mala suerte de competir el puesto con Miguel Pinto y Johnny Herrera, quienes estaban teniendo un rendimiento sobresaliente
En el momento que sale Gerardo, que es quien me lleva, tuve una charla interna con el club pensando justamente en eso: si se iba Miguel, quería saber qué idea tenían conmigo, si querían que jugara. Yo tenía una edad respetable como para proyectarme jugando y había respetado el proceso que se me había dicho, de esperar que vendieran a Miguel. Cuando se da el cambio de entrenador, uno entiende que puede pasar que el nuevo no te tenga en sus planes. Y de hecho, Sampaoli llegó con la idea fija de traer a Johnny.
-¿Cómo fue recibir la noticia de que llegaba Johnny Herrera justo en el momento en que usted sentía que era su turno para asumir la titularidad?
Lo que más me perjudicó fue el momento en el que llega Johnny, cuando yo justamente había tenido una charla con el club en la que la idea era que el “uno” fuera mío. Recuerdo esa etapa como un momento de frustración, pero que me enseñó y me hizo madurar un montón para el resto de mi vida. En el momento me enojé, obviamente uno vela por su carrera y no logré entender lo que estaba por pasar. Pero cuando lo acepté y vi que no había nada que reclamar, porque Johnny la rompió toda, ¿de qué me iba a quejar? En definitiva, quien estaba jugando era de lo mejor que yo he visto en mi vida en esos tiempos.
-Suena a un proceso muy maduro de su parte.
Traspasar esa barrera del enojo y la frustración me hizo madurar mucho y me sirvió para el resto de mi vida. Aproveché muchísimo ese tiempo para trabajar con Lalo Azargado, que prácticamente me formó como si fuera un juvenil a nivel técnico. A veces pasa el tiempo y uno cree que se las sabe todas, pero aparece un entrenador con paciencia que te ve detalles, te los pule y te ayuda a mejorar. Sentí que de la U salí como un arquero mucho más completo, siendo que jugué casi nada en ese periodo con Sampaoli, pero el tiempo no se perdió. Todo lo contrario: fue una inversión para elevar mi nivel durante el resto de mi carrera.
–¿Qué lugar ocupa la etapa en la U dentro de su carrera? Logró muchos títulos, pero no pudo tener regularidad...
Para mí la U marcó un antes y un después. Tal vez por una cuestión de edad, o por todo lo que me tocó vivir, pero fue una etapa que me transformó. Llegué siendo una persona y me fui siendo otra. Creo que esa evolución tiene que ver con mi paso por el club, con un proceso de maduración profundo, y sinceramente, nada fue igual después de la U. Crecí muchísimo en lo deportivo, sobre todo porque me encontré con Lalo Azargado, que me hizo otro arquero, me cambió la forma de entrenar y de mirar el puesto. También crecí en lo personal, porque estaba en una etapa clave de mi vida y viví experiencias que me hicieron ver las cosas de otra manera. Sin duda, hay un punto de inflexión en mi vida después de haber pasado por Universidad de Chile. Fue una etapa que me marcó para siempre.