Tras el trabajado triunfo sobre O’Higgins en Rancagua, que dejó a Universidad de Chile a dos triunfos de asegurar su participación en la próxima Copa Libertadores, el plantel quedó nuevamente golpeado desde lo físico.
Primero fue la casi segura baja de Fabián Hormazábal y, horas después, se confirmó que Maximiliano Guerrero también quedó descartado por una sobrecarga en el aductor.
Dos titulares fuera en una semana clave, justo cuando Gustavo Álvarez busca estabilidad antes de enfrentar a Coquimbo Unido, flamante campeón del torneo.
El presente físico de la U: otro punto de quiebre entre Álvarez y la dirigencia
En medio de este escenario, otro antecedente vuelve a tomar fuerza y golpea directamente el futuro del técnico azul. Según fuentes de En Cancha, en la directiva existe una profunda molestia con el desempeño del preparador físico Marcelo Figueroa, mano derecha de Álvarez y uno de los integrantes más influyentes del cuerpo técnico.
El motivo es lógico: la seguidilla de lesiones que ha sufrido el equipo a lo largo del segundo semestre, algunas de ellas repetitivas y mal solucionadas.
En el CDA reconocen que “hace rato” existe disconformidad con la gestión física del plantel y que este malestar se ha ido acumulando. De hecho, a mitad de año —cuando ya se encendían algunas luces de alerta por sobrecargas y recaídas constantes— la dirigencia ofreció reforzar el área con nuevos profesionales que pudieran complementar el trabajo del staff.
La propuesta no solo fue rechazada por Álvarez, sino que incluso le pareció de mal gusto, interpretándola como una intervención directa a su método de trabajo.
La plaga de lesiones que afecta a la U
Ese episodio abrió una nueva arista en el distanciamiento entre el entrenador y la dirigencia. Hasta ahora se conocían diferencias por el mercado de fichajes, por solicitudes logísticas no atendidas y por la fragilidad institucional derivada del Caso Clark.
Pero el conflicto por la preparación física terminó por instalar una desconfianza técnica que, en ambas partes, se evalúa como un punto crítico pensando en la temporada 2026.
Las cifras respaldan la preocupación. Entre desgarros, sobrecargas, operaciones y contracturas, la U ha sufrido al menos 18 lesiones distintas solo en el segundo semestre.
Los casos más complejos son los de Matías Sepúlveda y Leandro Fernández, ambos con más de tres recaídas. La lesión muscular es, por lejos, la más frecuente, especialmente en las zonas de muslo y gemelo.
La sensación interna es que el equipo nunca ha podido sostener continuidad por este motivo. Cada semana aparece un nuevo lesionado, y ahora que Guerrero y Hormazábal se suman a la lista, la situación se vuelve más crítica.
Dos titulares indiscutidos caen justo antes de enfrentar a un Coquimbo Unido que llega con ritmo, confianza, continuidad y con la posibilidad de batir el récord de 17 triunfos consecutivos que ostenta la U desde 1964.
Con este nuevo antecedente, la continuidad de Gustavo Álvarez queda aún más comprometida. El DT ha defendido públicamente su metodología, pero el desgaste interno es evidente y el conflicto por el área física profundiza una relación que hoy ya se encuentra debilitada.
En la interna estudiantil reconocen que esta situación será determinante en la evaluación anual del proceso, y no se descarta que este escenario termine sellando definitivamente la salida del técnico a fin de año, más allá de los buenos resultados deportivos.