
Cristián La Nona Muñoz lleva una carrera corta pero de vertiginoso ascenso como entrenador en el fútbol chileno y es, hoy por hoy, uno de los entrenadores destacados de la temporada que termina.
Llegó en 2023 a Santiago Morning para salvarlo del descenso. En 2024 causó sensación con un AC Barnechea que peleó con Deportes La Serena el ascenso, hasta que una leonina sanción de la ANFP lo hizo pedazos. Y, en el año que culmina, logró subir a Primera con la Universidad de Concepción.
¿Cómo juegan los equipos de La Nona? ¿Qué es lo que le transmite a sus jugadores? Todo eso y mucho más en esta conversación a fondo con el periodista Danilo Díaz...
Universidad de Concepción, el monarca de la Primera B
-¿Cómo se vive el título de Primera B? Consenso existe en que se trata de una división sumamente complicada…
Es una alegría enorme. Para nosotros, como cuerpo técnico, obtener un título es súper importante, pero más aún es cómo lo obtuvimos: la manera de jugar, cómo enfrentamos cada partido durante el proceso, tuvimos a los jugadores siempre dispuestos y eso nos entregó un plus muy importante como equipo. Ahora, después del título, han pasado los días y hemos ido tomando el valor de lo que significó salir campeón, más en la condición en la que estábamos, cómo íbamos a pelear esa última fecha ante un rival directo (Deportes Copiapó). Leí una estadística que hacía 30 años en que no se daba una final así en una última fecha…
-Claro, Wanderers contra Audax Italiano, en 1995, en el Estadio Monumental…
Claro, hace 30 años, por lo que tuvo un condimento muy especial. Después de leer eso, uno va tomándole valor a lo que logró. Estoy disfrutando del proceso, porque a los técnicos no siempre se les da eso de salir campeón. A nosotros, en nuestro tercer año, se nos dio.
-¿Quiénes componen el cuerpo técnico que encabezas?
Pablo Pacheco, mi ayudante; Felipe Ortiz, preparador físico; Sebastián Cabrera, preparador de arqueros y segundo ayudante, y Octaviano Carvajal, analista de rendimiento. También tengo a Martín Rojas, quien es el encargado del área de los GPS, así que ellos me acompañaron en este proceso. Son quienes me hacen crecer día a día, los que me entregan ideas. Vamos proyectando y viviendo cosas juntos. Una parte fundamental de un técnico es la gente que tiene al lado y ese ha sido un punto muy importante en estos tres años trabajando. Crecemos en conjunto y mejorando nuestras cosas. Eso ha permitido que superemos nuestros números año a año y obtener cosas importantes.

Los inicios y el explosivo debut como DT
-Te diste una vuelta larga. De Universidad de Chile, en una época donde había muchos cracks, partiste a Grecia, a Perú, a equipos de ascenso. ¿Cómo podrías sintetizar tu proceso como futbolista?
Después de retirarme me di cuenta del valor que tiene. Jugué 20 años como futbolista profesional, tuve la oportunidad de ser tres veces campeón y en las tres categorías del fútbol chileno; con Barnechea, Coquimbo Unido y Universidad de Chile. Viví las tres realidades: lo que es tener harto en un equipo y, al contrario, tener muy poco y lograr cosas. También, pude entender que el futbolista, en su vida de futbolista, va pasando por procesos. Es muy situacional y esas situaciones van marcando mucho al jugador. Hice una muy buena carrera, pero pude haber hecho una mucho mejor.
-¿Cuánto mejor?
Podría haber dado mucho más, haberme trabajado mucho más. Siempre descansé en el talento, en que las cosas me funcionaban, pero después de retirarme me quedé con esa espina de poder haber trabajado, haberme potenciado y haberme puesto a prueba en otro tipo de torneo, de equipo.
-En una entrevista, hacías una autocrítica brutal de tu carrera. Decías, derechamente “fui un mediocre”, algo muy difícil que salga de la boca de un jugador…
Sí, porque creo que las cosas podrían haber funcionado mucho mejor. Ahora, uno mira la carrera y, claro, 20 años, campeón en las tres categorías, seleccionado, jugué Copa Libertadores, Sudamericana, en el extranjero… muy bien. Pero yo me quedé con la sensación de que podría haber hecho mucho más por mi carrera. Ese es mi primer punto cuando quiero ser técnico. Me propuse que el día que quisiera ser entrenador y me pusiera a dirigir, no dejaría que los jugadores cayeran en eso. Esa es mi matriz en mi forma de ver el fútbol: a los jugadores no los dejo descansar, los trabajo, influyo en ellos, trato de mejorarlos, trato de que no caigan en este estado que a mí me marcó tanto en mi carrera. Eso me ha ido funcionando, ir tratando de mostrar el camino sobre la base de mi vivencia. Decirles a los muchachos: “Yo cometí estos errores, esto es lo que me pasó y no quiero que les pase a ustedes”. Tiro un garabato por ahí: “Voy a ser un hijo de puta con ustedes, porque no los voy a dejar descansar, haré que disfruten el fútbol, que se trabajen y se preparen para nuevos desafíos”.
-¿Cuándo te picó el bichito por ser entrenador y quiénes fueron los técnicos que te marcaron para elegir ese camino?
Tuve un par de técnicos que me marcaron y hay muchas que, dentro de la pizarra, influyen mucho. El aspecto humano en un entrenador es determinante, ya que puedes tener la mejor idea del fútbol, la mejor metodología, pero si no conectas con tus jugadores es muy difícil que resulte. En ese aspecto, tengo a Ronald Fuentes, que para mí fue una inspiración. Él se preocupaba mucho del jugador, de la familia; siempre te hacía sentir que eras importante. Carlos Rojas, el Chifli, también, quien quizás sin tener una metodología tan llamativa, fui campeón con él (Coquimbo Unido, Primera B, Clausura 2014), por el factor humano; yo, como jugador, sentía que no le podía fallar.
-¿Alguien más?
Héctor Pinto, con quien fui campeón en la U (Apertura 2004), tenía un valor agregado en la parte humana. Compartí con él, quizás sin grandes jugadores, pero por su forma de liderar, nos dejaba ser. Nosotros éramos libres de hacer lo que queríamos, podíamos quedarnos después de una cena en un hotel, una hora, dos horas, riéndonos. Perdíamos un partido y nos dejaba. A veces, veníamos calientes por un resultado, pero no se perdía esa esencia de reírnos un poco y terminamos siendo campeones con un grupo por el que nadie daba nada.
-Eso fue desde lo humano. ¿Desde lo futbolístico alguno te marcó?
Desde que empecé a dirigir, esos fueron mis grandes referentes en lo que yo quería proyectar, que era la parte humana. Hoy, las metodologías están en todos lados. Uno se mete a Youtube y aparecen los ejercicios de los mejores técnicos del mundo. El asunto es cómo transmites eso y ahí hay una diferencia. Ellos me marcaron en eso.
-Vamos a tu época de jugador. Arrancaste como un 10 clásico y luego, con el tiempo, fuiste retrocediendo en la cancha. ¿Cómo fue ese proceso?
Fui viviendo el sistema de juego, también. Pasamos de una corriente de 4-3-3 que era bien marcada durante muchos años y ese esquema no juega con un enganche clásico, sino que con dos volantes mixtos. A medida que fue pasando eso, se fue eliminando el enganche y, hoy en día, hay muy pocos de estos 10 clásicos en el fútbol. Sobre la base de eso, fui siempre jugando más atrás. Después, terminé como volante de contención, por la edad también, en que uno no tiene tanto trayecto. Ese puesto me acomodaba mucho, para mi forma de jugar, porque siempre tenía la cancha de frente, espacios, no venía con los centrales desde atrás rompiendo, por lo que siempre tenía este panorama libre para jugar. Eso fue provocando que hiciera buenas temporadas en esa posición, por lo que la última parte de mi carrera la hice en puestos más retrasados que adelantados. También, en los últimos años se le ha ido dando un valor específico al que inicia el juego, al contención. Como yo tenía buena visión y buen pase, terminé jugando en esa zona.
-¿Cómo fueron tus primeros pasos de entrenador?
Comencé en el Sindicato. Ahí viví en carne propia lo que significaba ayudar a un jugador. Futbolistas sicológicamente desmotivados, sin oportunidades, que en tres meses tenían que jugarse la vida para obtener un trabajo. Ahí empecé a vivir la parte motivacional de un entrenador. Nosotros terminamos con ese proceso que fue histórico en el SIFUP: nadie ha tenido más trabajo que en ese proceso. Teníamos nutricionistas, audiovisuales, los equipos nos pedían información, les enviábamos cortes (audiovisuales) de los jugadores. Desayunos, proteínas, mediciones de grasas cada 15 días. Entonces, cuando me decían que necesitaban a tal o cual jugador, contábamos con la información completa. Eso me permitió tener una batería de trabajo, partidos dirigidos, y pude ir a Santiago Morning.
-Te toca partir como bombero en el Chago. Al equipo lo tomas en la segunda rueda y lo salvas del descenso. ¿Cómo es debutar profesionalmente de esa manera?
Llegué cuando el equipo tenía tres puntos en 12 fechas; solo una victoria. Terminamos salvándonos tres fechas antes. Con el equipo salvado, terminó el proceso y en ese entonces sentí que podríamos haber hecho algo más. Si me preguntas hoy, tres años después, fue un trabajo brutal el que hicimos para no descender. Ahora, con los años, uno va viendo a los técnicos que han contratado para salvar equipos y no han logrado darle la vuelta. Nosotros sí pudimos, pero como estaba empezando, creía que todo tenía que ser bonito y casi que teníamos que ganar todos los partidos. Pero tomar un equipo que en 12 fechas tenía apenas tres puntos y salvarlo, hoy digo que es uno de los mayores logros que podría haber tenido.

-¿Por qué te despidieron de Santiago Morning?
Hace un tiempo, el presidente (Sebastián Nasur) me llamó y me dijo que si había un error que había cometido, fue haberme despedido. “Tomé decisiones que no debería”, me dijo. Después de irme del Chago, yo dije que el análisis debería haber sido mucho más profundo. Tenía jugadores que venían de la Tercera división, desde Argentina de categorías inferiores. El equipo quizás no había obtenido los resultados que se esperaba, pero dentro de la realidad, que muchas veces es distinto a lo que se piensa. Estábamos a nueve puntos del líder y a 10 del último, que era la U de Conce. Me despiden tras el partido contra Rangers, que creo que era el tercero de la clasificación.
-¿Te echaron después de ganar el partido?
Sí. Ganamos y después de ese partido me despiden, porque la decisión ya estaba tomada. Pero, al final, eso fue lo más importante que me ha pasado en mi carrera, porque después del despido, de un momento tan duro, en que te quedas sin trabajo, en que la ilusión de dirigir se ve esfumada, me di cuenta cómo realmente funcionaba el fútbol. Crecí mucho y después de eso hice un master en España, en que empecé a ver la metodología, lo que son los inicios del juego, cómo los españoles construyen, eso me entró a la sangre y dije “compadre, esto es lo que tengo que hacer”. Este curso me ordenó todas las ideas que tenía y pensé que eso sería lo que aplicaría. Tomé todo lo de Morning, analicé en qué me equivoqué, en lo que estaba bueno, en lo que debía seguir ratificando, y lo adapté. Eso fue lo que hice en Barnechea.
-En 2024, llegas a un Barnechea que, como todos los años, se arma a última hora, con jugadores provenientes de otros equipos. Sin embargo, a ese equipo lo haces jugar muy bien y logras una excelente campaña…
Fue por el tema de que mejoré tanto las ideas como la metodología. Yo en el Chago no jugaba de la manera en que sí lo hice en Barnechea.
-¿Cuáles eran las principales diferencias?
En el Morning era más directo, menos de asociaciones. En este caso, quizás, era un equipo que construía menos, por los jugadores que tenía. Después me di cuenta que para tener una idea de juego, una forma, tenía que tener los componentes. Y eso no tenía que ver con un tema de presupuesto, sino con un el perfil de jugador, qué era lo que yo quería por puesto. Armo Barnechea, el presidente me dice “Cristián, aquí está tu equipo, el equipo de toda tu vida, trae los jugadores que tengas que tener, este es el presupuesto”. Empecé a buscar, pagué el Wyscout (plataforma tecnológica, con datos de futbolistas) y así armé Barnechea, no por presupuesto, sino buscando jugadores técnicamente muy dotados. Después del análisis que hice del Chago, pensé que el equipo estructuralmente es potente, tácticamente es muy bueno, con los trabajos mejora, pero carecíamos de improvisación, de técnica. Que en la parte final nos equivocábamos, debajo del arco nos costaba hacer goles. Así que en Barnechea hice todo lo contrario, traje jugadores técnicos, porque sabía que con el trabajo, la parte táctica iba a mejorar.
-¿Quiénes llegaron bajo esa consigna?
Traje a Misael Llantén, Gonzalo Tapia, Harold Salgado, Matías Gallego, Boris Sagredo, Bastián Ubal, Agustín Ortiz, Diego Bravo… Todos ellos son muy buenos técnicamente, entonces fue como una explosión en cuanto a la forma de jugar. El año pasado, terminamos con 51 goles a favor. Si no nos descuentan, éramos candidatos al título. Ese momento me abrió la mente, el camino, y gracias a eso sigo proyectando mi carrera. Este año, hice lo mismo en la U de Conce.
-Un equipo rápido, además, muy directo…
Tenía mucha variante. Generalmente, yo cambiaba a Boris Sagredo con Gonzalo Tapia; uno por la banda y otro por dentro. Ponía a Tapia por la izquierda, colocaba a Harold Salgado por la derecha y Boris por dentro. Entonces, para los laterales que marcaban a estos jugadores, nunca tenían un jugador que ya sabían lo que iba a hacer. Por un momento, te agarraba Sagredo, que enganchaba hacia adentro, 20 minutos después te tomaba Salgado, que era más por fuera y, 30 minutos después, te agarraba Tapia, que venía rompiendo desde atrás para llegar al arco. Eso, durante el proceso, lo fui variando siempre y fue la clave, ya que nunca fuimos un equipo previsible para el rival. Lo que me pasó el año pasado fue la fuerza para este 2025; ver el desenlace del torneo por televisión fue doloroso, pero ese fue el motor y la energía para esta temporada.

Un castigo brutal que fulminó a AC Barnechea
-Como entrenador, ¿qué le tuviste que decir al plantel cuando les descuentan los 51 puntos? ¿Cómo lo manejaste?
Hubo dos episodios súper importantes. El primero fue cuando llegamos a Recoleta y no pudimos jugar, creo que estábamos a seis puntos de La Serena y los enfrentábamos de local. Si no me equivoco, nos tocaba Recoleta, La Serena y Rangers. Para nosotros, en ese momento, era pillar a La Serena, que sintiera lo que sintió Copiapó ahora, la presión de tener equipos atrás compitiendo. La Serena nunca tuvo esa competencia, porque estuvimos tres semanas sin competir y, cuando volvemos, ya estaba 12 o 13 puntos arriba. En ese momento, el equipo empezó a decaer, a perder la fe, los jugadores estaban sin ánimo entrenando. Un día, el presidente me dice “Cristian, lo más probable es que volvamos a jugar el sábado”. Después de todo lo que había pasado, hablo con los jugadores –una charla fuerte- en que les dije “muchachos, acá o nos echamos a morir o luchamos por nuestro trabajo, nuestras familias. Elijo creer que el sábado vamos a jugar y el que esté conmigo, vamos para adelante, pero no quiero más estos entrenamientos y esta negatividad. Desde mañana, necesito a un equipo diferente”.
-¿Y cambió en algo la actitud?
Empezamos a entrenar de una manera extraordinaria y el viernes el presidente me dice que jugamos el sábado. Volvemos con Santiago Morning y fue una alegría total. Empezaron a llegar los triunfos, a pelear el título nuevamente, que toda la gente hablara del equipo. Y después de todo esto tan lindo, pasó el episodio con la U de Conce, cuando nosotros estábamos concentrados y me llaman para avisarme que nos habían descontado 45 puntos y que estábamos descendidos. Eso fue dos horas antes de que yo fuera a dar la charla pre partido. Imagínate cómo llegar donde tus jugadores, sabiendo que ya están descendidos, a hablarles, a motivarlos. Fue súper difícil. En esa charla hubo llantos, tristeza, pero lo que más les dije y se los recalqué que había dos formas en que nos podían ver: como un equipo derrotado o como uno que luchó hasta el final, que lo deportivo le importó y que había que hacer lo que había que hacer y ganar los partidos. Les expuse a los jugadores que eso les iba a ayudar a encontrar trabajo, que el equipo salió a jugar de una en que nadie se explicaba. Y eso hicimos: salimos contra la U de Conce y ganamos 2-0. Después de esa charla terminamos el torneo con Limache, que les hicimos un 6-0. Después de lo que se hablaba era del profesionalismo de los jugadores, de cómo mentalmente dieron vuelta la situación y que lo deportivo fue lo más importante de ese equipo.
-Con la frente en alto, al fin y al cabo…
Me siento orgulloso, porque después de ese torneo, imagínate, Salomón, Gallego, Ortiz, Campestrini, Ubal, Bravo… Salgado a Primera, Llantén a Primera, Tapia a Palestino, Sagredo firmó de inmediato en San Felipe; Toledo y Alucema, Magallanes. Todos encontraron club, entonces tuvo un valor muy importante todo lo que hicimos, porque tal como lo hablamos con ellos, lo deportivo iba a ser lo más importante y nadie se iba a acordar de lo administrativo.
-Un jugador en particular que te llevaste de Barnechea a Universidad de Concepción es Cristian Campestrini, hombre récord del fútbol chileno, con 45 años de edad. ¿Qué te da un jugador con esa trayectoria? ¡No se cansa!
¡Ja! Me río con Campe, porque le digo “ya, cuánto tiempo más” y me responde que quiere seguir jugando… Le tengo un cariño enorme, porque para un técnico y para una línea defensiva, es determinante tener un tipo que te dé tranquilidad y eso ha marcado la historia del fútbol. Los grandes equipos tienen un gran arquero. Claudio Bravo, Johnny Herrera, Miguel Pinto, hoy en Coquimbo Diego Sánchez, que prácticamente es el tipo que transmite tranquilidad al juego, al equipo. Para nosotros también, el tener a alguien de jerarquía en el arco marca mucho. ¿Quieres ser campeón? ¿Quieres pelear cosas importantes? Tienes que tener un buen arquero y no nos hemos equivocado en los dos años que hemos estado en la pelea con Campestrini. Me hubiera encantado tener a Campestrini a los 25 años, pero ahora que tiene más edad…
-Y la evolución que ha tenido en el arco, porque antes era un portero muy ágil, que salía, en cambio hoy es mucho más reposado, maneja el puesto…
Claro. Él ha tenido una evolución en el juego conmigo, porque ahora es un protagonista en el juego. Inicia, temporiza, filtra por dentro, entiende la lectura cuando está el hombre libre, si es por dentro, si es por fuera. Él es el primer atacante del equipo. Ha asumido un rol importante y eso nos ha permitido ser un equipo reconocible, por el estilo.

El Campanil y el primer título para La Nona
-¿Cómo se armó este equipo de la Universidad de Concepción? ¿Parecido a lo de Barnechea, pero con más recursos?
Yo diría que con un poco más de recursos. No tan grande como otros equipos, como Rangers, pero sí había más presupuesto. Tenemos una forma de ver el fútbol que es ver jugadores con proyección, que hayan tenido un buen paso por algunos clubes y que, de alguna u otra manera, no hayan podido rendir como se espera. Vemos mucho comportamiento; las estadísticas las tenemos, pero no son fundamentales a la hora de tomar decisiones. Si uno viera los números, no podría haber contratado a ningún jugador. Si yo solo hubiera visto solo las estadísticas de Luis Rojas, no lo hubiera traído. Tampoco a (Renato) Cordero, a (Jeison) Fuentealba, a (Cristopher) Medina, a (Bryan) Ogaz. Si dices que solo quieres traer a futbolistas que hayan jugado todo el año 90 minutos, esos jugadores no están. “Quiero un goleador que tenga 30 goles”, bueno, ese goleador no va a llegar a la U de Conce. Evaluamos la proyección, que haya tenido una buena temporada y si los comportamientos que haya tenido el jugador los podemos potenciar. Así hemos armado los planteles. Si sacamos a Campestrini y a Osvaldo González, el promedio de edad de este equipo es de 23 años.
-Esa mitad de la cancha, con Rojas, Fuentealba y Ogaz le dio una cosa distinta al equipo. ¿No crees?
Es lo que estamos hablando. Ogaz, un jugador que venía con pocos minutos y que mandaron a préstamo porque no lo iban a ocupar. Yo decía “¡Cómo lo van a mandar a préstamo!” Lo veía jugar y pensaba en que si mejoraba sus comportamientos sería un tremendo jugador conmigo y no me equivoqué. Cobreloa nos prestó a Ogaz y hoy es un jugador extraordinario. Fuentealba, Medina, Cordero a préstamo… También Bastián Ubal. Ian González a préstamo. Harold Salgado lo trajimos de Limache. Siento que mirar este tipo de jugadores, esta proyección, nos ha dado un plus porque también aportan frescura, dinámica, 100 minutos a tope, a alta intensidad. Hay que trabajarlos, crecer con ellos.
-Fueron campeones, pero la campaña fue irregular. Al final de la primera rueda, está el partido con Arica, que pierden por 1-0, y tienen cuatro derrotas y un triunfo. ¿Cómo se endereza al equipo cuando pasan por esas malas rachas?
Los dirigentes nunca estuvieron con la duda sobre lo que estábamos haciendo. Sí es verdad que las cosas no estaban resultando, pero ellas sabían lo que habíamos armado. Antes de eso, hubo algo fundamental: antes de un partido, con Rangers o con Morning, me senté junto al cuerpo técnico durante dos días para analizar por qué a veces los planes no funcionaban. Nos dimos cuenta de que el equipo estaba teniendo demasiada posesión y el equipo quizás no necesitaba eso, porque no era como el de Barnechea. Analizamos que nuestras presiones eran muy eficientes, de bloque medio, de bloque bajo. Nuestras transiciones eran hacia adelante y nuestras mayores ocasiones de gol venían de asociaciones y no de jugadas individuales. Generamos una presentación de unos 25 minutos, en que me dirigí al plantel y les mostré lo que hacíamos bien y lo que no nos había resultado. “Desde hoy en adelante, vamos a trabajar estas acciones, porque así podemos potenciarnos”. Después de eso le ganamos 5-1 a Santiago Morning y empezamos a ganar. De ahí no paramos más, pero fue entender que el equipo necesitaba otra cosa.
-Eso no es fácil en un cuerpo técnico, porque muchas veces mueren con la de ellos…
Siento que la idea es una y la realidad es otra. Uno está seguro de que tiene que hacer jugar al equipo de determinada manera, pero quizás lo que se necesita es otro tipo de cosa, otro comportamiento. Nos dimos cuenta de que los volantes necesitaban espacios para correr y nosotros, al presionar alto, nunca teníamos esa distancia, porque los centrales siempre estaban en el área. Empezamos a esperar en el bloque medio, que los centrales vinieran y en estas transiciones, que Molina e Ian González tuvieran 30 o 40 metros para correr. Así empezamos a hacer goles, a construir, que los equipos vinieran para hacerlos salir de su campo. Cambiamos los planes de juego.
-En el partido frente a Copiapó, el del ascenso, ¿cómo lo hicieron para anular a uno de los mejores equipos del torneo?
Ese partido tuvo mucho que ver con el estudio del rival y, también, con lo que tenía el rival para ese día, porque contaban con algunos suspendidos, como Santander, Enzo Fernández, Espinoza, que había salido lesionado. Tenían la problemática de los 30 minutos de los juveniles, que debían hacerlos jugar sí o sí… Ya desde ese punto había algo importante, porque era muy arriesgado llevar a un juvenil para esos 30 minutos, porque si le pasaba algo no iba a poder cumplir el minutaje, así que era obligatorio llevar a dos y en eso Copiapó dejó de lado otros jugadores que en el torneo habían sido desequilibrantes desde los segundos tiempos. Para nosotros era importante trabajar el partido desde nuestra forma, pero había tres puntos importantes para el plan de juego…
-¿A ver?
Primero, que Gallegos en sus descargas fuera hacia el mismo lado, para que no girara en el juego y encontraran a estos extremos mano a mano. Y si, en este caso, los extremos en la última parte de la cancha tuvieran balón controlado, los nuestros volvían en diagonal. Entonces, Tomás Jones, siempre que enganchó hacia adentro, se encontró con un lateral y con un extremo, por lo que nunca tuvo los espacios que sí tuvo durante el torneo. Cada vez que enfrentaba esa línea tenía que jugar hacia atrás o hacia el volante y ya teníamos de nuevo la línea completa. Por eso tuvieron muy pocas ocasiones de gol, muy poco espacio, porque nuestros extremos, Ian González y Sebastián Molina, sabían lo que tenían que hacer. La opción de poner a Molina por sobre Harold Salgado fue porque necesitábamos punteros potentes, que desgastaran a (Kevin) Egaña, a (Marcelo) Filla y a Jones y, a su vez, cuando ellos perdían el balón, en este caso Briam Acosta y Jones, quedaban descolgados. La opción de doblar por la banda y generar un ataque rápido, en transición, nos iba a generar mucho espacio. Y así viene el gol, de hecho.
-Claro…
Jugamos por el lado de Yerco (Oyanedel) y Tomás Jones se queda descolgado. Jugamos por dentro, salta el central, en este caso (Fabián) Torres, que tiende mucho a adivinar, es decir que cree que el balón va a llegar, y en este adivinar siente que puede llegar. Deja a Luis (Rojas) libre y termina en gol en la primera jugada. Fueron situaciones que detectamos del equipo, hubo un trabajo semanal de la parte audiovisual. En los desayunos les mostré a los jugadores las debilidades de Copiapó. Porque uno podía pensar “enfrento al equipo menos batido del torneo”, sí, pero no al que le generaran menos opciones de gol. Armamos por sectores, por compactos, todas las oportunidades de gol que le generaban a Copiapó. Llegó el día del partido, los muchachos sintieron que al frente tenían un rival al que le podían ganar y llevaron adelante el partido. Jugaron extraordinario. Se notaba un equipo con mucha convicción de ganar y otro mucho más temeroso.

-Cómo analizas la Primera B como torneo?
La Primera B es apasionante. Llevo tres años viviendo este torneo y cualquiera le gana a cualquiera. Es muy competitivo y no hay grandes diferencias en los planteles. A diferencia de Primera, los equipos son muy parejos. Es importante para el fútbol chileno tener estos desenlaces, partidos importantes, con público, con mucha gente. Le hace bien al fútbol. Siento que hay que aumentar la cantidad para los jugadores también si queremos subir el nivel de competencia. Debemos generar…
-¿A qué entrenadores admiras?
No es porque sea mi amigo, pero valoro mucho lo que ha hecho Jaime García. Uno tiende mucho a mirar hacia afuera. Si queremos mejorar, ya, partimos a ver a Guardiola. Luis Enrique, extraordinario; hoy tenemos acceso a todo lo que hacen, las herramientas que tienen, pero es diferente generar un equipo competitivo con pocas herramientas; ahí está el valor. Hay una tendencia hacia la forma de jugar, pero para mí un buen técnico tiene que ver con lo que logra con esos jugadores y por eso para mí Jaime es un tipo que ha marcado una tendencia a nivel nacional. Ha ido creciendo y yo creo que las cosas se le van a ir dando mucho mejor, quizás optar a un equipo grande. Son modelos a seguir, cercanos, en que yo puedo decir que sé cómo trabaja, en el contexto en que lo hace… Bueno y el referente que tenemos todos nosotros es Manuel Pellegrini, sería espectacular que viniera a dirigir a la Selección. Que
sea un técnico chileno, que a nivel mundial es reconocido por su forma, que ha logrado mantenerse en la elite mucho tiempo. Es el mayor referente que nosotros tenemos, quienes nos estamos recién iniciando en esta carrera.







