Después de un merecido descanso, Nicolás Jarry (actual 100° del ranking ATP) está de vuelta. Esta semana, el Príncipe se reintegra al circuito en el Masters 1000 de Cincinnati gracias a una wildcard que le abrió las puertas del cuadro principal.
Y mientras afina su raqueta para enfrentar a los mejores del mundo, también se da un momento para mirar atrás, en un viaje hacia el pasado que no fue muy color de rosa que digamos.
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“Fue el peor semestre de mi vida”, confesó sin rodeos al diario El Mercurio. ¿La razón? Una complicada neuronitis vestibular que lo sacó de juego durante meses, lo dejó sin victorias, y lo enfrentó cara a cara con la incertidumbre. “Me decían tres semanas, después un mes, luego tres... y nada. En el US Open fue el peak, todo el mundo decía que iba a estar bien y me sentía fatal”.

Nicolás Jarry y la depresión
Y no solo fue un bajón físico: también emocional. “Cuando volví a Chile entré en depresión. No quería salir de la cama y tuve que hablar con mi psiquiatra para empezar a tomar algo que me ayudara”, relató con honestidad.
Fue entonces cuando, con ayuda profesional y el apoyo clave del capitán de Copa Davis, Nicolás Massú, y del doctor Alejandro Orizola, comenzó a cambiar su enfoque. “Empecé a disfrutar más el tenis, incluso sabiendo que podía pasar meses sin ganar. Ese aprendizaje me acompaña hasta hoy”.
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Pero Jarry no esquivó los temas incómodos. Volvió a poner sobre la mesa el caso de dopaje del italiano Jannik Sinner, quien recibió una sanción considerablemente más leve que la que él enfrentó en su momento.
“Me habría gustado tener el mismo trato. Su situación fue muy parecida, pero los resultados, totalmente distintos. La rapidez con que se resolvió todo, el apoyo que tuvo… no fue igual”, cerró.