Dámelo siempre

La Generación Dorada sale finalmente del camarín. Ahora solo resta comenzar un largo y meticuloso trabajo de formación, sin estrellas ni grandes referentes. Un reseteo complejo y que alcanza a todos los estamentos.

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Arturo Vidal frente a ArgentinaUno de los sobrevivientes de la Generación Dorada, un grupo que llenó páginas de gloria, y que en esta década solo protagoniza decepciones.
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Mientras Argentina volaba sobre el césped del Estadio Nacional con un equipo joven, hambriento, motivado y con grandes desafíos en el corto plazo, la Selección Chilena trotaba, lastimosamente, buscando una pelota que no podía alcanzar por ningún medio, en un nuevo capítulo, por favor el último, del “fútbol homenaje” que ha contaminado al equipo nacional por más de un lustro, donde la contumacia supersticiosa, cobardemente necia al fin, convirtió al bicampeón de América en apenas un remedo de intenciones, mal desempeño y sumergido en el último lugar de la tabla.

Perdonen la extensión del párrafo, pero necesitaba comprimir todo el hartazgo y cabreo del lugar común y el pie forzado de seguir apostando a lo mismo, viciosamente. Creer que Arturo Vidal, de bajísimo rendimiento en Colo Colo y Alexis Sánchez, luego de su peor temporada como futbolista donde registra cero goles y cero asistencias, podían ser desequilibrantes o, en el mejor de los casos, aporte para un equipo que necesitaba velocidad, frescura e intensidad, es una conclusión propia de la ceguera fanática y no se condice con un entrenador que, como dice Ricardo Gareca, está en esto “desde 1978”. Y miren que se bajó Charles Aránguiz, elegante él, porque de lo contrario entraba en el equipo por Vicente Pizarro o Darío Osorio.

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Maradona alguna vez le reprochó a Alfio Basile que se “emborrachó con dos copas”, en alusión a su labor al frente de la Selección Argentina tras ganar las Copas América 1991 y 1993. Acá podemos decir lo mismo, pero con un diagnóstico más catastrófico: el fútbol chileno se intoxicó con las copas 2015 y 2016 para no levantarse más y quedar tirado en la cama, cantando alabanzas a su propia gloria, mientras la casa de derrumbaba y se llenaba de yedras y ratas.

Ricardo Gareca, intentó, tímidamente pegar un golpe de timón, pero después de la horrible Copa América 2024 se rindió, dejó de trabajar, limitó al mínimo su esfuerzo y dejó que la inercia se encargara. No vio un partido más en el estadio, no sabemos si por televisión, realizó extensos y vacacionales recorridos por Europa y Argentina y apenas entregó una nómina y cinco días de entrenamiento bimestrales, mientras sorbía un relajado mate al borde del campo en Juan Pinto Durán.

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Para alivianar el ambiente y calmar a los mandriles, llamó de vuelta a Arturo Vidal y le pasó la cinta de capitán. La pregunta cabe: ¿Dónde fue más contraproducente el King? ¿Haciendo lives y tratando de “huevón” al entrenador o en la cancha, viendo pasar la pelota tres metros por arriba de su cabeza, barriéndose dos segundos tarde y haciendo gestos provocadores tan inútiles como ridículos?

Vidal no es el culpable, menos Sánchez. Ellos son llamados y van. El tema es que el cambio de página debió ser hecho, como máximo, tras ser eliminados de Qatar 2022. Pero el miedo paralizante al ruido ambiente, empezando por la dirigencia de la ANFP, prolongó la agonía un ciclo más, donde hasta hace muy poco en Pinto Durán estaban también Claudio Bravo, Mauricio Isla, Gary Medel y Charles Aránguiz. El resto de la Generación Dorada se había retirado. Menos mal.

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Al final, de la manera más humillante y ruda, se cierra la puerta y se acaba la consigna de “se ponen la camiseta y son otros” o, la peor “dámelos siempre”. Con esos eslóganes, Chile quedó fuera de manera consecutiva de tres Mundiales. El 2018 por agrandados, poco profesionales y divos; el 2022 por autorreferentes, cabrones e indisciplinados, y el 2026 porque el tiempo no perdona, por más que el ambiente siga levantando frases celebratorias voluntaristas, complacientes y sin contenido.

La Generación Dorada sale finalmente del camarín. Ahora solo resta comenzar un largo y meticuloso trabajo de formación, sin estrellas ni grandes referentes. Un reseteo complejo y que alcanza a todos los estamentos. No es Pablo Milad un hombre capaz de hacerlo, la lógica indica que debe salir de la ANFP por razones que superan largamente los malos resultados de la Selección Chilena. Tampoco el inefable Ricardo Gareca, pese a su oxidado y poco creíble entusiasmo por seguir. También, y esto es importante, hay que sacar a Fernando Felicevich y toda su maquinaria de Juan Pinto Durán. Ellos tienen al menos dos manillas del cajón con que hoy se vela a la Roja.

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