
¿Qué tienen en común Cristián Álvarez y Jorge Aravena? ¿O Alejandro Osorio y Germán Lanaro? La mayoría de los conocedores del fútbol chileno los pueden reconocer como ex jugadores de Universidad Católica y algún hincha cruzado podrá, quizás, encontrar otro tipo de semejanza entre ellos; sin embargo, para mí, Rodrigo Diez, quien escribe este texto y autor de “Franja en el pecho, pelota al pie”, estos nombres, junto a otros, están en la galería de los memorables de la UC. Por un gol, un récord, una atajada o una gambeta, quedaron grabados en nuestra memoria de hinchas y son parte de hechos notables en la historia futbolística de la Católica.
El libro, que estará disponible desde este lunes 10 de noviembre en el sitio web de la editorial Provincianos y desde el próximo lunes 17 aparecerá en librerías, es mi segundo trabajo sobre Universidad Católica. En 2021 se publicó “Raíces Cruzadas” (Editorial Forja), una investigación sobre el origen del estilo de juego que a la UC que le ha dado mejores resultados en su historia, el posicional. Ahora la tarea no fue reivindicar una forma de jugar, sino historias de vida, momentos de partidos, incluso hazañas, que han marcado nuestra trayectoria vital y que es necesario que las nuevas generaciones sepan, para que las redes sociales, el PlayStation y la moda de las camisetas europeas no nos hagan olvidar ese patrimonio.
El primer capítulo aborda la historia de José María Buljubasich, arquero récord del fútbol chileno y actual gerente técnico cruzado. Lo que más me impactó de las conversaciones con él fue su frase “nunca disfruté un partido”. Cuando se lo escuché la primera vez me quedé impactado: ¿Cómo puede ser que alguien que jugó en Rosario Central, en River Plate, en España y que dejó una marca aun no superada en el fútbol chileno, no lo haya pasado bien jugando? Y claro, había que considerar su historia de vida. Huérfano a los 13 años; a los 16 se fue a vivir solo a una pensión -lejos de su hermana- para poder empezar su carrera de futbolista, y además tener la disciplina para ir al colegio, trabajar y entrenar. La suya es una historia marcada por el esfuerzo y el deber como motores. Hablamos de eso, de sus vivencias, de cómo superó el tumor en el cerebro que casi lo obliga a retirarse anticipadamente y, por supuesto, de la Católica, el lugar en el que casi fue feliz bajo el arco.

Cuando entrevisté a Germán Lanaro, me topé con un tipo tan humilde que si uno no supiera quién es, jamás pensaría que es el extranjero que más títulos ganó en la UC. En nuestro encuentro firmó camisetas, se sacó fotos y no contestó ni una vez un celular que se alumbró unas diez veces durante la conversación. Toda esa amabilidad contrasta con lo que uno veía en la cancha: un defensa duro, con mucho temperamento y capaz de hacer muchas cosas para ayudar a su equipo.
–(El 30 de abril de 2016) En el 2-1 que hace el Chapa, tú tienes un rol muy importante…
(Sonríe y baja la cabeza). Jajaja, sí –admite.
Es algo que se nota muy poco, pero si uno observa con cuidado el video, se ve que cuando la pelota llega a David Llanos, que es quien va a tirar el centro para que Fuenzalida cabecee, Lanaro toma a un defensa de Audax y no lo deja ir al cruce, permitiendo que Llanos haga la jugada con tranquilidad.
-Hoy con VAR ese gol lo hubieran anulado.
Jajajaja, capaz que sí, pero había que hacerlo -responde. Si hoy me preguntás qué hacía en el área rival en esa jugada, no sabría qué decirte.
Se sigue riendo, como niño pillado en una travesura. Hablamos de lo que significó ese gol de Fuenzalida que lo cambió todo, de los títulos que ganó en la UC, de su amor por el club, del mejor jugador que ha visto salir de la cantera cruzada, y del delantero con el que tuvo los más duros enfrentamientos en una cancha. ¿Quién es? Ni más ni menos que el goleador histórico…
La puntería del Mortero y el lamento de la Vieja
El libro continúa con un jugador que no podía faltar y que muchos hinchas jóvenes no saben quién es, ignorando que en la Católica jugó uno de los mejores pateadores de tiros libres de la historia del fútbol chileno. Incluso mejor que muchos de los ejecutantes que se pueden ver en Sudamérica y Europa hoy en día. Jorge Aravena hizo goles de lejos, de cerca; cañonazos, colocados; y goles olímpicos con el borde interno y el borde externo. Todos se acuerdan del “gol imposible” a Uruguay, pero hay muchos muchos golazos más. Cuando le expresé mi admiración y le pregunté cómo lo había logrado, me respondió dos cosas: “Mucho entrenamiento y trabajo” y “pude haber sido mucho mejor”. Me quedé para adentro, lo dijo con una honestidad y una convicción tal que no me quedó otra que creerle.
¿Sabían ustedes, jóvenes que están leyendo esto, que en 1984 la Católica le ganó al Barcelona en España y Jorge Aravena hizo dos goles? A ver quién más se cuenta una así… El Mortero fue un crack descomunal y lo tuvimos en la UC.
A la Vieja Reinoso me lo topé en un mall hace 13 años y salí corriendo con mi hijo en brazos para pedirle una foto. Ya estaba retirado, pero nunca dejé de recordar sus gambetas, amagues y goles de esos domingos en la mañana en San Carlos. Ahora, para este libro, conversamos largo y tendido de su paso por la Católica, “donde fui muy feliz”, sus años en Independiente y por qué no fue parte de la Selección Argentina en México ’86, a pesar de que Carlos Bilardo lo iba a convocar.

Me queda mirando, se sonríe, baja la voz y se lanza, como cuando jugaba.
“¿Te cuento algo? Esto lo cuento poco: en 1985 yo fui elegido el mejor jugador del torneo argentino y me llama Bilardo para decirme ‘señor Reinoso, le informo que usted será convocado a la Selección Nacional’. Me quería morir de emoción, Rodri ¡Podía jugar el Mundial un año después! ¿Pero sabés qué? En ese tiempo la Selección era un quilombo: malos resultados en las eliminatorias y a Bilardo lo querían sacar. Incluso había presión desde el gobierno. ¿Sabías vos eso? ¿Sí? Bueno, entonces cuando me llama Bilardo yo telefoneo de inmediato al Pato Pastoriza, mi técnico en Independiente y le cuento, y el Pato me dice que Grondona ya le había dicho que él iba a reemplazar a Bilardo en la Selección, así que no me iba a dar permiso para ir, porque quería que yo apareciera como su incorporación al equipo cuando debutara".
-Te cagó.
No sé. Un gran tipo el Pato, pero se equivocó. A veces los egos les impiden a estas grandes figuras fijarse en cómo sus actos afectan a las demás personas. Pero bueno, ya fue. Después de eso Bilardo y Maradona clasificaron al Mundial y ya sabemos lo que pasó.
El corazón de Luli Aued
Es mejor ni imaginárselo, pero lo que le pasó a Patricio Toledo en la Despedida de los Capitanes, le pudo haber pasado antes a un jugador de la Católica. Luciano Aued lo reconoce ahora, pero el año 2021 estaba tan mentalizado en lograr el tetracampeonato que no le hizo caso a las advertencias que le estaba lanzando su corazón. Dolor en el pecho y sangre de narices al correr no importaban, lo relevante era recuperarse de una lesión y volver a la cancha para ser campeón nuevamente. Lo logró y luego de eso los médicos descubrieron que tenía tapada el 90% de la arteria principal. “Mi viejo me cuidó desde arriba”, dijo Luli en la entrevista.
Ese capítulo se llama “Corazón sin dolor”, era que no, y en él hablamos de su carrera, de su amor por la Católica y de lo importante que fue la pandemia para que Ariel Holan, en largas sesiones de zoom con cada jugador del plantel, profundizara su mensaje y el equipo alcanzara su mejor versión. También conversamos de sus hijas y de su visión política, porque basta con seguir a Luli en sus redes sociales para constatar que es un tipo con opinión e ideas claras.
“Hace poco fui bastante activo hablando contra la idea que hay en Argentina de terminar con los clubes y transformar los equipos en sociedades anónimas deportivas, y lo hice porque si no fuera por los clubes sociales en que yo estuve, Independiente de la Plata y Las Malvinas, yo no hubiera llegado a ser futbolista. En esos lugares nosotros no sólo íbamos a jugar fútbol, nos daban la merienda e incluso a mi me regalaban los zapatos, porque a mi papá que andaba todo el día arriba del taxi no le alcanzaba”, recuerda.
Aued compartió camarín con José Pedro Fuenzalida entre 2017 y 2022. No estaba en el plantel cuando el Chapa volvió a Universidad Católica el 2016 y, como se cuenta en el libro, “miró de frente a sus compañeros en el camarín y les dijo: Para ser campeón hay que jugar como campeón, entrenar como campeón, descansar como campeón y comer como campeón”.

Para que el Chapa se convirtiera en el líder del tetra, tuvo que dar una vuelta larga que le permitió traer a la Católica una larga lista de experiencias y aprendizajes que permitieron romper el ciclo de esos dolorosos segundos lugares. Todo comenzó con él como cadete en la UC y terminó el 2022 jugando contra Deportes Antofagasta.
-¿Quién era tú ídolo de chico?
Yo era muy de Católica. Fanático, fanático. Más que tener un ídolo del fútbol mundial, seguía a los jugadores de la UC.
-¿Pero entonces por qué jugaste por otros equipos?
Porque necesitaba hacerlo. Tenía que ganar esa experiencia y vivir cosas distintas para después llevar a la Católica a donde todos soñamos siempre que estuviera.
-Claramente lo lograste, eres el jugador con más títulos en la historia del club.
Algo hemos hecho.
Aquel inolvidable penal que atajó Cristián Álvarez
El primer título de los cuatro entre 2018 y 2021 lo levantó Cristián Álvarez en su último partido como profesional. Obviamente que hablé con él de eso, pero, debo confesar, que la entrevista con el Huaso es el compendio de muchas conversaciones que se han dado producto de una linda y sincera amistad que nació el 2015 por temas laborales, y que se ha ido consolidando con Cristián como un activo miembro de un grupo de amigos hinchas de la UC. Sin embargo, también debo confesar que antes de eso, hice el más feliz de los ridículos gracias al Huaso y su hazaña.
Fue el año 2002. Me tocaba turno de fin de semana en Tele13. Después de rogarle a mi editora, ella accedió a que cubriera el clásico universitario en el Estadio Nacional. El foco era que ese sábado 12 de octubre se comenzaba a exigir carnet de identidad para entrar a los partidos de alta convocatoria.
Llegué temprano para reportear la entrada de los asistentes y aprovechar de encontrar un buen lugar bajo marquesina para ver el partido. Primer tiempo empatado a un gol y no mucho más. Sin embargo, durante los segundos 45 minutos, ocurrió algo que hizo que la noticia del partido y del día estuviera en la cancha y no en las puertas del estadio.
Cristián Álvarez, joven defensa de la UC, le atajó un penal al máximo goleador de la U de ese entonces, Pedro González. La historia no la voy a contar acá de nuevo, está relatada por el mismo Huaso en el libro. Pero sí cuento que, en ese momento, sentado en el sector más caro y tranquilo del Nacional, yo gritaba desaforado. Cero compostura, cero objetividad, sabía que era un privilegiado que presenciaba un momento que sería eterno. “¡En su cara! ¡En sus caras!”, les gritaba a los colegas chunchos que me quisieran escuchar. Por suerte en esa época no había smartphones: el “reportero loco de Tele13” o “el periodista monja” se hubiera transformado en viral.

Muchas veces reaccioné así en el estadio, incluso más alocadamente. Un gol de Alejandro Osorio a Deportes Concepción en 1997 fue mi celebración más melodramática, arrodillado y todo. Por supuesto que hablamos de eso con Janino.
También celebré como energúmeno muchos goles del Beto Acosta, de los que conversamos, y también con el Beto hablamos de los goles de Fernando Zampedri.
Con el que no hablé, pero le escribí una carta, fue a Rodrigo Barerra. No sé si la vaya a leer. Me gustaría que sí. Es la carta de alguien que lo quiso mucho, que le celebró los goles, los pases y los carrerones, en la Católica y en la Selección. Pero también es la carta que asume la voz de todos los cruzados, perdón la pretensión, para que se sepa por qué nos dolió tanto lo que pasó con él, porque hasta ahora se ha escuchado solo su versión.
En fin, lo anterior es un anticipo de lo que pueden encontrar en “Franja en el pecho, pelota al pie”, un esfuerzo más por llevar el fútbol y a la Católica a la literatura. Un club no se construye únicamente en el estadio los días de partidos; también se forma y crece en las pichangas con amigos, en las conversaciones de bar, en las mesas de las casas, en los grupos de whatsapp, al lado de las parrillas y, por supuesto, en la lectura.







