
Las luchas rueda a rueda por el título de Fórmula 1 no son algo nuevo. Claro, hay veces donde el dominio de un piloto puntual -como Michael Schumacher, Sebastian Vettel, Lewis Hamilton y Max Verstappen, por nombrar las dinastías más recientes- hace que el campeonato carezca de competitividad, pero no es tan extraño que se llegue a las carreras finales sin tener a un campeón definido.
Eso está pasando este año. Con tres competencias para el cierre de la temporada, hay un trío de postulantes, pero lo realmente llamativo es quiénes ocupan las dos primeras posiciones. No porque Lando Norris y Oscar Piastri puedan conseguir su primer título en el Circo Máximo, sino más bien porque corren con el mismo auto y pertenecen al mismo equipo: McLaren.
Eso sí es extraño. De hecho, solo ha ocurrido dos veces este siglo. La última fue hace casi una década, cuando en 2016 Nico Rosberg le ganó con el último aliento a su partner en Mercedes, Hamilton, que buscaba el tricampeonato. Pero esa batalla interna fue, según todos los reportes, “amistosa”, y solo se definió por el viejo adagio de “que gane el más rápido”.
Por eso de la que todos están hablando es de la que se vivió nueve años antes. Y con McLaren como protagonista. Un trauma que en Woking sigue activo, al punto que se ha señalado a los cuatro vientos que no quieren que se repita, aunque hay varias luces que apuntan a que podríamos encaminarnos a un escenario similar. Y para saber por qué, hay que remontarnos a lo que pasó en ese fatídico 2007, con dos protagonistas que, de hecho, siguen vigentes.

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Terminaba la temporada 2006 y McLaren dio un golpe al mercado. Las por entonces “flechas plateadas” -aunque en rigor corrían de blanco y negro, a diferencia del naranja que usan hoy- estaban cansadas de ser actores de reparto tras dominar la Fórmula 1 desde la mitad de los ’80 a fines de los ’90, y por eso apostaron por el mejor piloto disponible: Fernando Alonso.
El español había conseguido lo imposible, cortando el dominio casi insoportable de Michael Schumacher con Ferrari, que ganó un pentacampeonato y, de frentón, se había quedado sin rivales.
Pero Alonso se convirtió en su sucesor, a bordo de un sorprendente Renault que le permitió sacar brillo a todo su talento. Por eso, cuando abandonó a la escudería francesa para mudarse a Gran Bretaña, se daba por asumido que su doble coronación en 2005 y 2006 continuaría, ahora que se subiría a un auto más veloz, y a un equipo mucho más acostumbrado a los primeros planos.
Pero el problema fue que el asturiano no fue el único fichaje de McLaren. Si algo había caracterizado a la escudería en su época dorada fue que consiguió el éxito con estrellas extranjeras; primero con la infartante rivalidad entre el francés Alain Prost y el brasileño Ayrton Senna, y luego con el finlandés Mika Hakkinen. Eso, a diferencia de Williams, el otro gigante de la época, que había podido festejar con estrellas locales, como Nigel Mansell y Damon Hill.
Por eso, cuando empezó a surgir una joven promesa que parecía encaminada a ser la nueva figura de la F1, la ficharon de inmediato. Su nombre: Lewis Carl Davidson Hamilton.

Tanta era la expectativa con este diamante en bruto que Ron Dennis -el dueño, jefe y cerebro que llevó a McLaren a la cima- le hizo contrato a los 13 años, tras lucirse en el circuito de karting del Reino Unido.
Era un “cheque a fecha”, al que pulieron y esperaron pacientemente casi durante una década, hasta que consideraron que estaba listo. ¿El problema? Fue al mismo tiempo en que llegó Alonso.
Y lo que comenzó como una dupla soñada, se terminó transformando en una pesadilla al interior de la escudería, por una simple incógnita: ¿Quién era el N° 1?
Si bien públicamente todos los equipos señalan antes de cada temporada que sus dos pilotos son igual de importantes, lo cierto es que siempre hay uno que prima por sobre todo. Esto puede darse de forma natural por su velocidad en la pista o por el peso específico de cada uno, pero en este caso esa línea era difusa. ¿El bicampeón del mundo o el niño maravilla local?
Una pregunta que, de hecho, nunca se respondió del todo.
El papelón de 2007, una mancha que no se olvida
A diferencia de lo que ocurrió esta temporada, donde McLaren marcó diferencias desde el comienzo (de hecho, amarró el Campeonato de Constructores con seis fechas de antelación), en 2007 no corrían solos porque Ferrari todavía era un equipo potente, con buena parte del equipo logístico que había dominado en la era de Schumacher. Es más, la Scuderia se impuso en tres de las primeras cuatro carreras del año con Kimi Raikkonen y Felipe Massa. Pero una vez que encontraron la puesta a punto, Alonso y Hamilton ganaron cinco de los siguientes siete Grandes Premios.
Eso fue configurando una lucha dramática por el título de pilotos, pero tras bambalinas se estaba tejiendo un drama mucho más profundo. La primera alarma pública llegó tras Mónaco, donde el británico acusó que se le habían dado órdenes de no “apurar” al español rumbo a la victoria; la “revancha” llegó en Hungría, donde literalmente se pelearon por entrar primero a pits, con la desventaja de que el segundo tendría que esperar al otro, lo que relegó a Alonso al sexto lugar, mientras Hamilton se llevaba la victoria.
En paralelo, los equipos de apoyo de cada uno no se hablaban, evitando compartir desde detalles técnicos hasta estrategias de carrera, información vital que eventualmente le podría ayudar al otro. Ron Dennis, ante la prensa, negaba cualquier conflicto, pese a que los medios españoles e ingleses, “sospechosamente”, filtraban cada semana nuevos antecedentes que apuntaban a las ayudas que la otra parte estaba recibiendo desde el mando central.
Y aquí es donde aparece un personaje clave en esta verdadera trama rusa: Pedro de la Rosa. ¿Quién, dirá usted? Un piloto español que tuvo poca fortuna corriendo a comienzos de siglo en equipos menores como Arrows y Jaguar y que se había convertido en el test driver oficial de McLaren. Desde esa posición, “apadrinó” a Hamilton cuando ambos comenzaron a trabajar juntos en la pretemporada, pero que no se tomó bien, dicen, que el inglés fuera el elegido para ascender en 2007, por sobre él que llevaba cinco años siendo un buen soldado y ayudando al equipo en las sombras.
Y ahí De la Rosa, a falta de un mejor término, se cambió de bando. Los rumores apuntaban a que comenzó a filtrarle información privilegiada a su compatriota, quien a su vez acusaba que había xenofobia al interior de McLaren, donde estaban todos enfocados en favorecer al piloto local. En la guerra, como en el amor, todo se vale, habría sido la postura de un Alonso que veía cómo el protagonismo que se le había prometido al fichar, se iba diluyendo en detrimento de un piloto novato, con menos credenciales que él.
Esto, obviamente, nunca se confirmó, pero era un secreto a voces. Y así llegó la última carrera del año, en Brasil.
Con cuatro triunfos cada uno, Hamilton tenía la pole position con 107 puntos, contra 103 de Alonso. Pero había otro factor: Raikkonen. El finlandés se logró mantener en la disputa todo el año y arribó a Interlagos todavía con chances matemáticas, con 100 unidades, aunque sus posibilidades de campeonar se remitían a un milagro... o un desastre de sus rivales.
Así llegaron a la última fecha
- Lewis Hamilton (McLaren) - 107
- Fernando Alonso (McLaren) - 103
- Kimi Raikkonen (Ferrari) - 100
Los 4.300 kilómetros de Interlagos determinarían al campeón, aunque para muchos la suerte ya estaba echada. Mientras Raikkonen tenía la ventaja que su compañero en Ferrari, Massa, largaría primero y lo podía ayudar durante la carrera, la rivalidad al interior de McLaren era tal que no hubo ningún flujo de información entre Alonso y Hamilton sobre cómo dominar al siempre exigente circuito paulista, terminando ambos perjudicados.
En una carrera dramática -de las mejores de la historia si no eres fanático de McLaren-, el finés superó a su coequipo en base a estrategia, mientras el español y el británico enfrentaron innumerables contratiempos técnicos y mecánicos durante todo el fin de semana paulista, relegándolos al tercer y séptimo puesto, respectivamente.
Y el resultado fue el que los más pesimistas temían: Raikkonen ganó el título por un punto, sobre Alonso y Hamilton que terminaron empatados en el segundo lugar, en el desenlace más cerrado en la historia de la Fórmula 1 hasta la fecha.
Así terminó el Mundial de Pilotos
- Kimi Raikkonen (Ferrari) - 110
- Lewis Hamilton (McLaren) - 109
- Fernando Alonso (McLaren) - 109
“No sé por qué, pero prefieren a Lando”
El final de la temporada 2007 generó secuelas inmediatas. Alonso, seguro de que había sido perjudicado, negoció su salida inmediata, regresando a Renault. Hamilton, amargado por perder la chance de ser el primer campeón debutante, también buscó emigrar, teniendo negociaciones concretas con Ferrari, antes de que la partida de su némesis lo convenciera de seguir. Es más, ahora como el indiscutido número uno, ganó de forma brillante el siguiente torneo, en el primero de los siete títulos mundiales que lleva.
Pero el trauma en McLaren por lo que pudo ser se mantiene hasta el día de hoy.
“Ese es el riesgo, si tienes dos pilotos que llegan peleando hasta el final, ¿verdad?”, reconoció hace unas semanas Zak Brown, el jefe de McLaren que devolvió a la escudería a los primeros planos de la Fórmula 1, sin esquivar las comparaciones con “el fantasma del 2007”.
Brown asegura que en esta ocasión no han existido ni habrán órdenes internas, y que tanto Lando Norris como Oscar Piastri están corriendo en igualdad de condiciones, sin favoritismos.

Pero, ¿es tan así? Para los que quieren creer en conspiraciones, algo se está tejiendo en Woking. Piastri, australiano, dominó casi sin contrapeso la primera parte del calendario ganando cinco de las nueve carreras iniciales. Pero la arremetida de Norris, inglés, ha sido brutal, ganando casi la mitad de las once fechas finales, incluyendo el reciente “doblete latino” en México y Brasil, que le permitieron subirse por primera vez al primer lugar del campeonato, a falta de tres carreras.
Los problemas mecánicos que antes no aparecían, errores inesperados en pits y una baja de rendimiento general han afectado al oceánico en los últimos meses, mientras ve cómo su compañero británico comienza a volar sobre la pista y ya se empieza a probar la corona.
El escepticismo, de hecho, había comenzado desde antes de la arremetida de Norris. “No sé muy bien por qué, pero prefieren a Lando”, había adelantado Mario Andretti, leyenda de las pistas norteamericanas y uno de los dos estadounidenses campeones de F1, incluso cuando Piastri sigue siendo el líder absoluto de la competencia.
“Da la impresión que prefieren a Norris como campeón”, dijo casi al mismo tiempo Bernie Eccleston, el influyente expresidente de la F1, que presenció en primera persona lo que ocurrió en 2007 y ahora, sin nada que perder, habló sin tapujos de un favoritismo al interior de McLaren.
Verstappen, el tercero en discordia
“Queremos tener dos pilotos capaces de ganar el campeonato (pero) es un deporte difícil”, respondió Brown, consultado por estas especulaciones.
“No ha habido ni un solo desencuentro (entre ellos)”, agregó sobre la relación entre sus estrellas. “Nunca. Ni una vez. Puedes entrar en una sala y sentir la tensión... pero eso nunca ha pasado”.
Piastri, para el que quiera creerle, asegura lo mismo. “Cuando luchas contra alguien del mismo equipo es más complicado, porque ves todo lo que hace y él ve todo lo tuyo. Nuestra relación es mejor que nunca. Ya nos conocemos más, y lo que pasa en pista se queda en pista”, señaló esta semana.
Pero, por el otro, hay quienes aseguran que algo se está urdiendo en las sombras. “Oscar es de esas personas que no dejan salir nada. En vez de eso, se lo guarda todo”, indicó un cercano a Piastri en las últimas horas, consultado sobre cuánto le ha afectado en realidad el repunte de Norris. Esto graficado en el hecho que, cuando le ordenaron devolver una posición a su compañero en Italia hace seis carreras -debido a que el británico se vio afectado por una mala performance de los mecánicos en boxes- ni chistó.

Sea como sea la realidad, no se puede desconocer que el escenario comienza a parecerse a lo que pasó hace 18 años, ya que ambos no están corriendo solos y otra vez hay un tercer invitado que podría repetir un escenario parecido al de 2007, o todavía peor. Y no es cualquiera... es Max Verstappen.
El tetracampeón, a pura muñeca, ha logrado seguir en carrera pese a que su Red Bull esta temporada estaba varias revoluciones por detrás de los McLaren. Tres triunfos en los últimos seis fines de semana le permitieron mantener sus esperanzas del Penta, con tres fechas por delante donde tiene un mejor registro que sus rivales de turno.
Así va el Mundial de Pilotos 2025
- Lando Norris (McLaren) - 390
- Oscar Piastri (McLaren) - 366
- Max Verstappen (Red Bull) - 341
Quedan tres carreras, partiendo por Las Vegas el próximo fin de semana, terminando luego con Qatar (30 de noviembre) y Abu Dabi (7 de diciembre). Son 83 puntos todavía en disputa que pueden cambiar todo: 25 por cada carrera ganada, más los 8 que entrega la sprint del GP qatarí.

¿Se repetirá la pesadilla de 2007 o McLaren habrá aprendido de sus errores? Y ojo, que en la parrilla todavía están Hamilton y Alonso -en Ferrari y Astor Martin-, los protagonistas de ese papelón y que ahora son testigos de cómo sus herederos pueden sufrir lo mismo que ellos experimentaron hace tanto tiempo. El morbo es lo único garantizado.







