
“Nunca fue una decisión tomada, la prioridad siempre fue la Davis”. Eso dijo Alejandro Tabilo tras la enorme polémica que se desató luego de su, aparente, renuncia a representar a Chile en la serie clave por la Ensaladera de Plata de febrero próximo, cuando el equipo capitaneado por Nicolás Massú retome su camino para entrar al Grupo Mundial.
La confusión -según el tenista- se dio por una publicación en que se le daba por confirmado en un torneo de exhibición que se disputará en las mismas fechas. Que su participación en el evento nunca estuvo ratificada, que se trató de un error logístico. Pero lo cierto es que durante un par de días, hasta desde la misma Federación dispararon contra el zurdo. “Estamos indignados, me parece que es inaceptable”, señaló Sergio Elías, mandamás del organismo.
Para el directivo, así como para muchos fanáticos, todavía estaba fresco lo que ocurrió en septiembre, cuando Tabilo en efecto sí le dio un portazo a la Davis, prefiriendo seguir compitiendo en la gira asiática de la ATP (donde hasta ganó un título) en lugar de venir a Santiago para enfrentar a Luxemburgo en el Court Central.
Por ahora, Tabilo sí estará en febrero, previa conversación con el campeón olímpico, y se apagó temporalmente el incendio de lo que parece ser el típico caso de una “renuncia con elástico”. Y de esas tenemos varias, tanto recientes como más pretéritas, algunas aparentemente bien justificadas y otras más parecidas a un capricho o a una pataleta del momento.

Historias que desatan lo más pasional de los hinchas, con una idea que está arraigada en lo profundo del espíritu nacional, incluso más allá de lo deportivo: ¿No pesa tanto el representar a la bandera chilena?
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Para empezar, una joyita que se sale de todos los parámetros. Su protagonista, uno de los deportistas más destacados, pero al mismo tiempo más peculiares de nuestra historia: Marcelo Ríos.
Para ser justos, el Chino nunca se bajó de una serie de Copa Davis. De hecho, vale recordar que en 1998 vino a Sudamérica para enfrentar a Argentina como flamante número uno en Buenos Aires; una serie para la que no estaba apto físicamente, provocándole una lesión que, de hecho, no le permitió defender en cancha su sitial en la cima del ranking ATP, perdiéndolo tras solo cuatro semanas.
También dijo presente -en el peak de su carrera- en destinos exóticos como India, Zimbabwe y Bahamas, pero su “mancha” no fue en el centenario torneo tenístico por naciones, sino que en la gran cita polideportiva del orbe, los Juegos Olímpicos.
Cuando en la previa de Sidney 2000 había que escoger a un abanderado, la elección de Ríos ni siquiera se alcanzó a debatir. Era la opción lógica, la más justificada, pero como diría Carlos Pinto, nada hacía presagiar lo que ocurriría minutos antes de la Ceremonia Inaugural...
El Chino, en términos simples, dejó botada la bandera chilena. Molesto por la negativa del COCh de entregarle entradas a todos los miembros de su familia que lo habían acompañado a Australia, se negó a desfilar, dejando a la delegación nacional sin su líder, arriesgando protagonizar un papelón que sería transmitido a todo el mundo.
Las vueltas de la vida hicieron que, de emergencia, se designara a Nicolás Massú como reemplazo, pese a que por entonces era más un proyecto que una figura consular. Sin embargo, la alegría y emoción del viñamarino sobre la pista atlética no solo demostró que era la mejor elección, sino que les recordó a todos lo importante que es ser el portaestandarte nacional en la cita de los cinco anillos.

El último apaga la luz...
Por entonces, algo también se estaba tejiendo en la Selección Chilena de Fútbol. La Roja, que con su combinado Sub 23 logró en Sidney la medalla de bronce, estaba en período de transición, con el plantel que había jugado en el Mundial de Francia ’98 mostrando sus primeras señales de desgaste en las Eliminatorias rumbo a Corea y Japón.
Por eso, cuando el tren clasificatorio se empezó a descarrilar, varias voces empezaron a pedir más oportunidades para los “héroes olímpicos”, un grupo con promesas que se iban convirtiendo en realidad como David Pizarro, Rodrigo Tello, Reinaldo Navia y Rafael Olarra, entre otros.
Y ahí empezó el desembarco masivo. Ya sin Nelson Acosta en la banca y con las posibilidades matemáticas casi finiquitadas, en un plazo de doce meses se empezaron a restar figuras como Pedro Reyes, Ronald Fuentes, Javier Margas y José Luis Sierra. Y también Iván Zamorano, el ícono noventero de la Selección que, paradójicamente, había estado presente en la gesta de las Olimpíadas, como uno de sus tres “refuerzos” adultos.
Bam Bam, de hecho, fue el único que anunció públicamente su salida de La Roja, aprovechando la visita de Francia -vigente campeón del mundo- para colgar la camiseta nacional. Una jornada emocionante el 1 de septiembre de 2001 en el Estadio Nacional, que contrastó con una de las derrotas más humillantes del Equipo de Todos, solo tres días después y en el mismo escenario, cuando cayó por primera vez ante Venezuela, que por entonces se seguía considerando como la Cenicienta del continente.
Al final, esas fatídicas eliminatorias, en que terminamos últimos, se completaron con un plantel de emergencia, cuya columna vertebral la componía el equipo de moda en el fútbol chileno, Santiago Wanderers, que incluso le “prestó” a su entrenador (Jorge Garcés) para cumplir con el trámite como DT interino.
Cualquier semejanza con la realidad actual... NO es mera coincidencia.
David Pizarro, el crack que veíamos solo por TV

Dicen que la historia es cíclica, y una de las figuras a futuro que estaban llamadas a tomar la posta en la Selección protagonizó la próxima renuncia bullada: David Pizarro.
Durante casi una década, el Enano de la Providencia fue el único farol de la Generación Perdida -el mote que se le puso al periodo entre la de Francia ’98 y la Dorada- en Europa, transformándose en uno de los mejores jugadores de la Serie A. Pero las imágenes y alabanzas que llegaban semana a semana con sus hazañas en la Roma nos quedaban lejanas.
Pizarro desapareció de La Roja en octubre de 2005, en el apogeo de su carrera (en ese entonces jugaba por el Inter de Milán). La razón no oficial fue su frustración con un equipo sin rumbo, que se había quedado fuera del Mundial de Alemania y que, según su círculo cercano, no estaba a su altura.
La ausencia del porteño se transformó en un tema nacional, materia obligada en las tribunas y los debates futbolísticos. Para muchos, era justificada; para otros, no correspondía.
Mientras seguía brillando en el Viejo Continente, su caso no perdió relevancia. Marcelo Bielsa nunca lo consideró, pero más que por razones técnicas, por el riesgo de exponerse a convocarlo y recibir como respuesta un portazo que se daba como seguro.
En paralelo, Harold Mayne-Nichols trataba de hacerlo recapacitar. Una vez estuvo cerca, en 2009, pero la filtración de estos intentos originaron una ola de rechazo en las nacientes redes sociales que lo hicieron dar marcha atrás.
Así, parecía que nada cambiaría... hasta que Jorge Sampaoli llegó a la banca y empezó a bogar por su retorno.
Y aunque se asumía que lo del casildense era más un canto de sirenas para apoyar mediáticamente su arribo que una chance realista, sorprendentemente Pizarro sí aceptó el llamado.
Así, en junio de 2013, el volante regresó, casi una década después. “Mi sueño era volver. Vengo para terminar un amor inconcluso, todos saben por qué me retiré aquella vez”, señaló tras su re-debut, en un Nacional que en su mayoría lo apoyó.
Pero el debate otra vez se posicionó en el medio; para sus defensores, era el broche dorado para su brillante carrera; para sus detractores, una señal de oportunismo, ahora que La Roja “bailaba con la bonita”. Es más, se despidió con un título, tras ganar la Copa América que se jugó en nuestro país.
“¿Hasta cuándo voy a aguantar esto?"
Mucho más relevante en el contexto general fue el caso de Christiane Endler. Tiane, lejos la mejor futbolista chilena de la historia, sorprendió a propios y extraños cuando comunicó su renuncia a la Selección Femenina, tras los Juegos Panamericanos 2023.
Oficialmente, el motivo era darles más oportunidades a las nuevas generaciones que crecieron admirándola, pero tras bambalinas la trama era mucho más compleja.
Las pellejerías a las que siempre se enfrentaba cuando venía a jugar por Chile, que contrastaban con el primer mundo que experimentaba a diario en los mejores clubes de Europa, le provocaron un hastío que originó la resolución más difícil de su vida. De hecho, un error administrativo de la Federación, que le hizo perderse la definición por medallas del evento polideportivo, fue la gota que rebasó el vaso.
“Fue una decisión que me costó muchísimo tomar. Lo venía pensando hace tiempo. Me decía: ‘¿Hasta cuándo voy a aguantar esto?’“, señaló un par de años después de bajarle la cortina a La Roja. “Fue un desgaste sicológico y emocional acumulado tras años de luchar por mejores condiciones y volver siempre a cero”.
Pero Endler, eventualmente, también regresó. No es que la situación haya mejorado considerablemente -en términos futbolísticos, hasta se podría decir que la Selección hoy es menos potente que hace unos años- pero decidió volver para la flamante Liga de Naciones, que definirá a los clasificados de Sudamérica al próximo Mundial.

“Trabajamos todos en conjunto en torno a darle el espacio que ella necesitaba”, apuntó Luis Mena, el DT de la Femenina. “Me lo comentó en su momento, que necesitaba ese descanso, y después de a poco fuimos convenciéndola”.
Otra vez, si se justifica que alguien necesita ser “convencido” para tener el privilegio de defender a su país, independiente de su importancia, ese es un debate que les dejaremos a ustedes.







