Javier Margas es un zaguero imprescindible en el recuento histórico del fútbol chileno de los ’90. Mundialista juvenil de 1987, integrante del Colo Colo ganador de la Copa Libertadores 1991 y titular de la Selección que, después de 16 años, puso de nuevo a Chile a una Copa del Mundo: la de Francia ’98.
Aquel defensa rústico, fuerte, de sólido juego aéreo, de fútbol simple y de una entrega física innegociable, se transformó, contra todo pronóstico inicial, en una figura insustituible en el equipo albo y en la Roja durante una década. Las hizo todas en una carrera que pudo haber prolongado en Chile largamente. Ganó 15 títulos, repartidos en su paso por Colo Colo, Universidad Católica y el West Ham United de la Premier League. Pero la intensidad de la alta competencia, la numerosa familia que formó mientras jugaba, los negocios que desarrolló y los años de juventud que le quitó el fútbol pudieron más, poco después de cumplir 31 años.
A los 56 años, Margas se ha vuelto a aproximar al fútbol, porque la sangre tira: su hijo menor, Luis Miguel (19), ha sido convocado a la Sub 20 y, quizás, también termina jugando un Mundial en Chile. Un pequeño gran gusto que se daría este ex jugador que mantiene viva la espontaneidad de sus primeros años, que se entregó por completo a su esfera familiar -con dos nietos incluidos-, se alejó del ruido que hace el fútbol y que, luego de la muerte de su hijo mayor en un accidente hace 11 años, transita por un sendero de resiliencia que solo él sabe cuánto duele.
-¿No te arrepientes de haber jugado un poco más? Te retiraste a los 31 años.
Sí, pero eran otros tiempos... la parte física influía más. Ahora veo que hay jugadores que están hasta los 45 años. Yo a los 29 estaba pensando ya en colgar los zapatos. Lo que pasa es que viví muy aceleradas todas las partes de una carrera, y viví todo lo que quiere un futbolista, cumplí todos los objetivos. O sea, campeonatos nacionales e internacionales, Copa Libertadores, Mundial adulto, Mundial juvenil, dos veces Resto del Mundo, Premier League. Entonces, llegó un momento que uno quiere disfrutar la familia, aunque igual después te cortái las venas, porque las lucas no son las mismas... (ríe).

-¿Te ves jugando en estos tiempos, dadas tu características de jugador?
Totalmente, igual ahora influye harto la parte física. Yo no era tan mal dotado en la parte física, pero ahora corren harto, son verdaderos atletas. Pero sí, de más hubiese jugado hoy.
-¿Y dónde hubieses jugado?
En las mismas partes, estuve en las mejores instituciones. Mira: estuve en Colo Colo, la Católica, en América de México y en el West Ham, sin contar la Selección, en la que estuve diez años. ¿Qué más le vas pedir a un futbolista?
-Fue una carrera exitosa, porque optimizaste de gran forma los atributos y los subordinaste a las falencias.
Claro que sí. Es que, además, justo se dio la coincidencia de agarrar una generación que se mantenía en el tiempo, la que asumió después el Pelado (Nelson) Acosta, y la que el país necesitaba para tener alguna alegría después de la Copa Libertadores del ’91. Se fue dando todo, y yo agarré justo un plantel de Colo Colo que venía en alza.
-¿Qué recuerdos se te vienen automáticamente a la cabeza cuando nombras a Nelson Acosta?
Los mejores. Está medio delicado de salud, el viejo. Pero el Pelado es de verdad. Manejaba muy bien el camarín, fue jugador... Muy buena persona. Lo mismo Arturo Salah, Yeyo Inostroza, Vicente Cantatore, que en paz descanse, el Chuleta (Ignacio) Prieto, el Chico (Fernando) Carvallo. Yo tuve a los mejores (técnicos).
“Muchos periodistas decían que no iba a llegar”
-¿Era muy jodido ese camarín de Colo Colo cuando llegaste al primer equipo el ’88?
Claro que era jodido. Yo era reserva de Fernando Astengo, estaba Hugo González, el Chupete Hormazábal. Esos no te dejaban ni una pasada p’a arriba. Uno mismo tenía que enrollarse las vendas. Como la vivimos de abajo, nos sirvió para sacar fuerzas de flaqueza y ser lo que fuimos, en mi caso, el de (Juan Carlos) Peralta, de Miguel Ramírez también, que salimos de las divisiones inferiores, Jaime Pizarro otro más.

-Digamos que eran poco acogedores.
Claro, porque el círculo era cerrado. Antiguamente jugaban los amigos del técnico, y cuando llegó Arturo (Salah) empezó a abrir las posibilidades. A mí me hacía jugar de lateral izquierdo. Yo me sacaba la cresta, nunca manejé la pata izquierda ni el perfil. Él me decía: ‘No hay ningún lateral izquierdo aquí en Chile, practica, practica, practica...’ Y yo me quedaba después de todos los entrenamientos media hora practicando. Hasta que después llegó Mirko (Jozic) y me cambió de posición. En ese tiempo estaba Lucho Ibarra en la Selección juvenil que jugó el Mundial del ’87, también me puso de central, porque jugamos con dos stoppers. Y de ahí se fue dando, Mirko adoptó una línea tres y de ahí no paré.
-Como lateral, en el mano a mano, era complicado tenerte al frente. El dicho ‘pasa la pelota o el jugador, pero nunca los dos’, se cumplía...
Me acuerdo cuando me tocaba marcar al Chico (Héctor) Hoffens. Imagínate, el chico medio cucarro para jugar y yo medio pailón, entre que te daba la vuelta, te había sacado cuatro o cinco metros. Pero jugar de lateral me sirvió para después jugar de central, ser stopper.
-¿Sufriste mucho las críticas?, porque la prensa de aquel entonces igual te dio al principio.
En ese tiempo estaban el Caco Villalta, el Negro Vallejos, el mismo Pato Oñate. Me daban firme. Que no va a llegar, que es muy grande, que aquí que allá. Héctor Vega Onesime en la revista Triunfo, también. Cuando nos fuimos de gira con la Selección juvenil de Lucho Ibarra las críticas fueron duras, era difícil, yo no estaba acostumbrado. Y todos los dardos eran ‘al hijito de su papá’, que no tiene posibilidad, los comentarios típicos.
-Es que tu padre te acompañaba adonde fueras a jugar con la Selección y Colo Colo.
A las giras, claro, me acompañaba. Andaba con el Chamullo Ampuero, era amigo de Miguel Nasur, de Abel Alonso. Entonces, siempre había algo, para mí era presión también. Pero por suerte se dio todo y se la gané al destino.
Aquella inolvidable (y aplaudida) patada a Cabañas
-Ganaste cinco título nacionales con Colo Colo, sin contar los campeonatos de Copa Chile. ¿Qué significado tuvo el primer título del ’89?
Todos tuvieron un significado en su momento. La verdad es que yo tampoco era muy futbolero. Me tocaba jugar y no sabía a quién tenía que marcar, ni para la Copa América, que tenía que marcar a (Gabriel) Batistuta, o cuando estaba en el West Ham, que tenía que marcar a Michael Owen del Liverpool. Yo llegaba y jugaba, no me interesaba porque no me sentía presionado. Jugaba porque me gustaba la pelota, como jugador profesional, pero no estudiaba a los jugadores. A lo mejor eso me ayudó para triunfar y no tener la presión extra.
-¿Y los técnicos qué te decían? Porque Acosta quizás era más intuitivo que estudioso, pero Salah sí lo era. ¿Te dejaban ser nomás?
Sí, está claro. Yo me acuerdo que el ’93 fuimos a Copa América y calcula que Arturo Salah tenía de ayudante a Manuel Pellegrini. Pellegrini me daba consejos y en Cuenca me expulsaron. Me acuerdo que Pellegrini se acercó para felicitarme: ‘Está bien, no importa que le hayas pegado, saliste con tu gustito’...
-¿Eso fue por la histórica patada a Roberto Cabañas (de Paraguay) cuando lo sacaste de la cancha?
Se la merecía, era pesado el c... Bien, bien, bien. Yo pienso que todo Chile me aplaudió (ríe).
-Pasemos un poco por la Copa Libertadores, acaso el mayor hito junto con el Mundial de Francia. ¿Qué episodio especial evocas?
El grupo en La Leonera, cuando nos preparábamos para la temporada. Imagínate, yo pasé el Año Nuevo operado. Me operó el doctor Álvaro Reyes y lo pasé en la clínica con mi señora, hospitalizado. Estaba mentalizado de que tenía que irnos bien, me fui a la parcela de mi taita, me cuidaron, yo estaba mentalizado en eso. Los primeros partidos de la Copa Libertadores del ‘91 no los jugué, pero después se dio todo lo que pasó. Los sacrificios valieron la pena.

-¿Qué tan distinto era Mirko Jozic respecto a los otros técnicos que habías tenido?
Apenas llegó, Mirko me empezó a agarrar p’a la palanca, por cuando perdimos 4 a 1 con Yugoslavia en el Mundial Juvenil del ’87, contra Boban, Prosinečki, pero ya sabía de mí. Uno estaba acostumbrado a Arturo Salah, que tenía otra relación, él te hablaba en el camarín, Mirko no, él tenía su gente, entrenabas bien, entrenabas mal, y él veía si te hacía jugar. De repente ni bajaba a los entrenamientos. Pero Mirko empezó a cortar a los viejos estandartes y darle la oportunidad a la juventud. Contrató, por ejemplo, al Coca (Mendoza) que venía de O’Higgins. Los que habían sido grandes figuras de Colo Colo, me acuerdo de (Raúl) Ormeño, y otros más, empezaron a quedar atrás.
-El del ’93 es el título donde más jugaste, fuiste el que más minutos jugó con Colo Colo.
Salí elegido el mejor jugador del campeonato. Pienso que el ’93 fue el mejor año que tuve, junto con el ’98. En el ’93 estaba el Beto Acosta en la Católica, Charly Vásquez, había un tremendo equipazo.
Cortado del América por homenajear a ex técnico
-¿Qué motivó tu partida al América de México?
Lo que pasa es que en Colo Colo yo después seguí con Gustavo Benítez, que era muy distinto a los técnicos que había tenido. El viejo andaba puro viendo debajo del agua. Yo me concentraba en la habitación, se metían en la noche a ver si acaso estábamos acostados, y andaban con la pillería. Eso no me gustó a mí y dije: ‘Me voy, véndanme’. En ese tiempo estaba (Eduardo) Menichetti de presidente y me vendieron a la América. El Guatón (Jorge) Vergara me llevó para allá y me vendieron en 400 mil dólares. Llegué cuando estaba el Loco (Ricardo) La Volpe, pero después lo echaron y llegó Carlos de los Cobos, que era un entrenador muy nacionalista.
-¿Por esa razón solo jugaste la primera mitad de la temporada?
Exacto. Jugamos un clásico con Cruz Azul y yo hice un gol. Se lo dediqué al Loco La Volpe, que era quien me había llevado y todo el asunto. Y al otro día, aparece Carlos de los Cobos y me echó cagando (ríe). Ahí hablamos con Harold Mayne-Nicholls, porque la idea mía era estar en las Eliminatorias y era mejor estar allá en Chile. Y Católica hizo la opción de compra.
-¿No tuviste posibilidad de volver a Colo Colo?
Sí, tuve posibilidad, pero en ese tiempo estaba Peter (Dragicevic) y no pasó. Es que aparte que estaban enamorados de los paraguayos, era volver con Benítez y yo con los paraguayos me fui porque no compartía el mismo pensamiento.
-¿Y en Católica la adaptación fue rápida?
Justo llegué con el Chico (Fernando) Carvallo, así que bien. Ganamos el campeonato el ’97, estaba el Piri Parraguez, después llegó Miguel Ramírez, con el que hice dupla.

-¿Era muy distinto jugar en Católica que en Colo Colo?
Sí, más tranquilidad. Católica tenía de todo, todo pagado, no tenías tanta presión. Los dirigentes se portaron súper bien. Y a la gente le gustaba el tipo de juego que yo tenía. Justo en un partido de Copa Libertadores me tocó enfrentar a Colo Colo y le hice un gol y lo celebré. Ahí me empezaron a criticar porque (Marcelo) Barticciotto no lo había celebrado. ¿Si yo hice mi trabajo, debo abocarme a la gente que me contrató, no? La gente de Colo Colo me lo recuerda todavía. Pero les digo: ‘Yo me debo a la gente que me contrató’. Hay un mínimo respeto y no quería hacer lo mismo que había hecho Barticciotto.
-Esa época coincide con las eliminatorias para el Mundial, además.
Increíble, la gente hasta el día de hoy me conoce. No sé... ¡cómo habrá sido la euforia que había en el país! Te quieren, te reconocen, te respetan.
-Chile no iba al Mundial desde el ’82, no era para menos.
Es cierto. Me acuerdo del partido en Barinas (Venezuela), cuando hice hasta un gol. Qué ciudad ésa. En la mitad estaba lloviendo, y en la otra había sol. Pero no pude salvar a (Xabier) Azkargorta, igual se tuvo que ir. Yo era medio regalón de él. Era querendón, porque jugábamos en el mismo puesto y le gustaba cómo era yo. Quizás no hablaba mucho, pero era un líder. Se hablaba mucho de Zamorano, de Salas, pero yo trabajaba como tipo hormiguita, para el equipo.

“Zamorano fue más importante que Salas para el ’98”
-Chile en Francia ’98 fue un verdadero fenómeno social. Pero futbolísticamente también generó mucha admiración, sobre todo después de aquel debut frente a Italia.
Nadie de afuera pensaba que íbamos a llegar allá, pero cuando hicimos la gira y jugamos en Wembley, se empezó a ver que Chile tenía equipo. El peso que se llevó Zamorano también era harto.
-¿Crees que Zamorano en el proceso Francia ’98 fue más importante que Marcelo Salas?
De todas maneras. Marcelo, después, al último, cuando jugamos en Wembley, que había hecho una buena campaña en River Plate, empezó a sumar más figuración. Los dos fueron importantes, pero para mí Zamorano tuvo más peso para la clasificación del ’98.
-¿Y de sus partners futbolísticos de la Selección, con quién te sentías más cómodo?
Con Ronald Fuentes, él era muy estudioso, era exquisito para jugar. A uno lo tiraban a los leones, pero nos complementábamos bien. Y con Pedro Reyes también. Y Miguel (Ramírez) que jugaba de ‘6’, el mismo Piri Parraguez. En esa Selección todos teníamos muchas ganas.
-¿Ese tipo de jugadores no los ves hoy?
Ahora, es difícil que jueguen de esa forma porque cuesta armar un plantel, la gran mayoría está fuera. En cambio, en ese tiempo, todos estábamos en el medio local, llegaban dos o tres de afuera no más. Pero ahora llegan todos de afuera.

-¿Y en cuanto al fútbol que ves en la cancha?
Es distinto, y a mí de repente no me gusta opinar porque puede influir en lo que está haciendo mi hijo. Pero yo el fútbol de ahora no le encuentro sentido. Si de repente salen jugando con el arquero para acá, para allá y corren cualquier riesgo. En cambio, dos pelotazos, un buen pivoteo y tienes media jugada de gol, y si tienes un jugador desequilibrante como el Guatón (Marcelo) Vega, Víctor Hugo (Castañeda), que lo dejen crear... Pero ahora son todos robots, y anda hacerlos entender. Yo le digo de repente a mi hijo: ‘¿Y no te vas a quedar a patear pelotas?’. Yo me acuerdo que el Chico (Rubén) Espinoza, el Koke Contreras, después de cada entrenamiento, se quedaban media hora o una hora pegando tiros libres, pelotas paradas.
“No volví nunca más a Inglaterra, hasta tengo cuenta bancaria”
-¿Ese estilo de trabajo que mencionas no la encontraste cuando te fuiste a jugar al West Ham en Inglaterra?
Allá era a la antigua. Los entrenamientos que teníamos eran desborde, centro, cabezazo, pivoteo, velocidad. Sí eran habilidosos con la pelota. Yo no entiendo que ahora salgan jugando, que regalen la pelota... El fútbol, además, ha perdido emoción. Cada vez hay menos remates de distancia, cuántas veces remata un mediocampista al arco desde 30 metros. Y acá en Chile, menos.
-¿Pero qué te quedó marcado de tu paso por la Premier League?
La forma de trabajar. Lo que pasa es que allá no descansan porque hay muchos campeonatos, hasta el de reservas es competitivo. Nosotros siempre teníamos partidos dos o tres por semana. Los entrenamientos eran de mantención y ya venías con toda la carga física incorporada. Solo había que afinar detalles y eso se conseguía jugando. Si no jugabas en el primer equipo el fin de semana, jugabas a mitad de semana.
-¿Y en aspectos de infraestructura, trato directivo, hinchada, muy diferente a lo que habías vivido?
La hinchada, súper fanática, pero con un respeto por el profesional impresionante. Todos los compadres vestidos impecables, corrección total, las canchas sin rejas, sin nada, impresionante. Y ni hablar de los jugadores que tuve de compañeros, Rio Ferdinand, Vivien Foe, que falleció, Paulo Wanchope, Di Canio...
-¿Tienes algún contacto con ellos? ¿Se comunican de vez en cuando?
Nada, nada, nada. Nada de lo ingleses. Ni siquiera he ido desde que me retiré. Inclusive tengo una cuenta en el banco y tengo la plata de cuando me finiquitaron. Creo este año, o el próximo, voy a ir a ver, pero lo que te prometen, te lo cumplen. Yo, lamentablemente, me vine a Chile y no aporté en forma profesional como fue el club conmigo, pero tampoco me quise aprovechar y me pagaron hasta el último. Estaba saturado, aburrido, con cinco cabros chicos, había hecho de todo, tenía mis negocios acá, quería estar con la familia. Me había saltado una etapa de mi vida. A lo mejor no fue la forma más correcta, pero uno es chileno (ríe).

-Cerraste tu carrera jugando por un club inglés, ni siquiera volviste a Colo Colo a jugar un torneo como vino Zamorano, como vino Salas a la U. Lo tuyo fue se acabó y adiós.
Borrón y cuenta nueva. Porque no tenía la presión, tenía mi negocio, ya estaba funcionando en forma independiente. Me dije: ‘sé lo que puedo, lo que valgo, lo que puedo generar’, y llegó el momento en que si tú no haces una cosa a tu gusto o estás cabreado con tu pega, das un paso al costado, que no te influya la parte económica.
-¿No te ofreció Colo Colo hacer un partido de despedida?
Nada, inclusive Peter (Dragicevic) me quería traer a Colo Colo, pero por la forma que me vine de Inglaterra, ellos pagaron 3 millones de dólares en ese tiempo y yo jugué dos años, menos de lo que decía el contrato, no correspondía. Además, me vine justo después de lesionarme contra el Manchester United, estaba jugando de titular... No dio para más.
-¿No se te pasó por la mente ser entrenador?
Nunca. Hay que tener vocación. Y como te digo, la táctica o la estrategia no es lo mío, ni cuando jugaba sabía mucho de fútbol. Le echaba para adelante, a la antigua nomás.