Cristian Leiva (49) atesora una de las etapas más ricas de su carrera: su paso por la Selección Chilena. Durante casi una década fue testigo y protagonista de los años dorados de la Roja, trabajando codo a codo con figuras históricas y al mismo tiempo formando a jóvenes que hoy ya brillan en la élite.
Desde compartir Mundiales y Copas América con la Generación Dorada, hasta dirigir procesos juveniles en Sudamericanos y el Mundial Sub 17, el Flaco se enorgullece de haber sido un eslabón en la cadena formativa que impulsó a jugadores como Darío Osorio, Alexander Aravena, Vicente Pizarro y Bruno Barticciotto.
En esta conversación con En Cancha Prime, Leiva revive sus vivencias en la Roja adulta y juvenil: el respeto de los cracks históricos, la experiencia junto a técnicos como Jorge Sampaoli, Juan Antonio Pizzi y Reinaldo Rueda, los momentos más dulces —como la clasificación a Brasil 2014 y las dos Copas América— y los más dolorosos, como la final perdida de la Copa Confederaciones ante Alemania. Además, habla de su relación cercana con Eduardo Vargas, uno de sus “regalones”.
Una década con la Roja: experiencias y aprendizajes
-¿Qué balance hace de su paso por las selecciones menores?
Muy contento. Fueron nueve años donde tuve la posibilidad de trabajar con los mejores jugadores de Chile, desde la Generación Dorada. Compartí con ellos nueve años, Mundiales, Copa Confederaciones, Copas América. Ese es el mayor tesoro que tengo: haber estado en ese grupo y haber dejado algo en Chile. Después, como formador, haber dirigido un Mundial, participado en un Preolímpico, en Sudamericanos y en Toulon. Hoy veo a jugadores como Darío Osorio, Alexander Aravena, Gonzalo Tapia, Bruno Barticciotto, Vicente Pizarro, Daniel González… Una generación completa que hoy es protagonista. Haber sido un eslabón en su formación me llena de orgullo. Mantengo contacto con ellos, y mientras a ellos les vaya bien, tu trabajo también vale.
-¿Cómo fue compartir camarín y día a día con la Generación Dorada? Porque muy pocos pueden decir eso.
Para mí fue inolvidable y me siento un privilegiado. Primero, agradecido de ellos, porque siempre me mostraron respeto. Siempre hablaré muy bien de ese grupo: me enseñaron y me entregaron mucho, y yo también me entregué por entero todos esos años. Hice un montón de cosas pensando en el beneficio del trabajo, y lo único que recibí fue respeto y agradecimiento. Haber conseguido cosas por Chile es algo que quedó en la historia y que no vamos a olvidar nunca.
-¿La transición de ser, entre comillas, “espía” a estar ya de lleno en el cuerpo técnico en otras labores debió ser muy enriquecedora?
Yo siempre lo cuento, porque la gran mayoría de la gente no sabía lo que uno hacía. Y claro, decían que era espionaje. Nosotros no hacíamos espionaje, lo que hacíamos era un análisis del rival. Un análisis específico, con mucha imagen y con mucha tarea. En una época donde hoy día es muy fácil conseguir imágenes del rival, en ese tiempo no era sencillo. Pero igual se lograba obtener información con el objetivo de tener un mayor panorama táctico del rival. Nosotros cubríamos eso a la perfección.
Sampaoli, Pizzi y Rueda
-En general, ¿cómo analiza su paso por la Selección adulta?
Con el diario del lunes, lo que vivimos fue increíble: un Mundial, estar en octavos de final en Brasil, dos Copas América, un segundo lugar en la Copa Confederaciones y un cuarto lugar en otra Copa América. Yo esas medallas las tengo en mi casa. Tengo un muy buen recuerdo y una gran satisfacción por la labor entregada, además del agradecimiento de los entrenadores. En ese proceso trabajé con tres grandes entrenadores: Jorge Sampaoli, Juan Antonio Pizzi y Reinaldo Rueda. Con todos sigo manteniendo contacto. Más allá de lo deportivo, me quedaron tres maravillosas personas y la satisfacción de haber hecho historia en Chile.
-¿Qué destacaría de cada uno de esos técnicos?
De Sampaoli, la pasión invaluable que entrega por el trabajo. De Pizzi, la inteligencia. Y de Rueda, la calidad humana. Tengo un respeto enorme por los tres y me quedo siempre con lo positivo.
-De los tres cuerpos técnicos en los que estuvo en la Roja —Sampaoli, Pizzi y Rueda—, ¿con cuál se sintió más identificado desde lo futbolístico?
Con todos. Tuve participación en los tres, siempre fui miembro del cuerpo técnico y mantuve muy buenas conversaciones con cada uno. Por lo mismo, siempre me sentí identificado con los tres.
-¿Cuál fue su mejor experiencia o el mejor momento en la Selección?
Siempre digo que primero fue la clasificación al Mundial de 2014. Para nosotros la eliminatoria fue muy dura y haber logrado el objetivo fue muy valioso. Después, quedar en octavos de final, casi eliminando a Brasil. Y, sin duda, la Copa América 2015: cien años de historia sin ganar nada y lo conseguimos. Creo que ese es el hito más importante de la historia. Luego vino el bicampeonato en 2016 y casi ser campeones de la Confederaciones. Fue todo muy rápido, muy seguido. Después, claro, vinieron las penas: no haber clasificado al segundo Mundial. Eso nos dolió mucho a todos. Pero el fútbol es así. Siempre nos quedó claro que hicimos todo lo posible para seguir en la senda de triunfos que veníamos construyendo con Chile.
-¿Cuál fue el dolor más grande: la eliminación en octavos contra Brasil o la final perdida de la Confederaciones?
Uy, las dos fueron duras. Pero creo que la Copa Confederaciones fue más difícil. El equipo jugó muy bien todo el torneo, y en la final contra Alemania fuimos inmensamente superiores desde todo punto de vista del juego, menos en el resultado. Yo hago clases de análisis y siempre pongo ese partido. Cada vez que lo vemos, decimos: “¿Cómo lo ganó Alemania?”. Fue muy duro, porque lo merecíamos. Pero claro, en el fútbol los merecimientos deben transformarse en goles, si no, dejan de ser merecimientos.
-En esa final se fue injusto con Marcelo Díaz, ¿no?
Desde mi punto de vista, sí. Siempre sostuve que era un tema colectivo. Chile siempre se caracterizó por ser un equipo fuerte en conjunto. Desde Claudio Bravo hasta Eduardo Vargas o Alexis Sánchez, todos fueron importantes. Cuando no estaba Claudio Bravo, apareció Johnny Herrera; cuando faltaba Alexis, estaba Vargas; cuando no estuvo Arturo Vidal o Charles Aránguiz, apareció el Tucu Hernández. Siempre fue el equipo por sobre las individualidades. Obviamente esas individualidades eran maravillosas y es un privilegio tener jugadores así. Pero lo que más nos destacaba era la fortaleza colectiva. Eso es lo que más decían los rivales de nosotros: el conjunto de Chile era lo más bravo.
-¿Algún regalón suyo de ese plantel?
Tengo varios. No los voy a nombrar porque si no se ponen celosos. Pero Eduardo Vargas es uno de los regalones. A él lo conocí en la U, siempre fui muy cercano en el día a día. Le tengo un respeto enorme por su calidad humana y, por supuesto, por el jugador que sigue siendo. Hoy volvió a Chile y es importante que siga creciendo y disfrutando del juego, que es lo que más le gusta.
-¿Qué le parece el regreso de Vargas, que haya sido quizá a Huachipato y no a la U?
Es una lástima porque todos asociamos a Eduardo con la U. No sé qué habrá pasado, no tengo esa información, pero las cosas suceden por algo y seguramente en algún momento volverá a vestirse de azul.