
Un revitalizador triunfo consiguió Deportes Limache. Los Tomateros se impusieron por 2-0 a Cobresal y llegaron a las 21 unidades en el Campeonato Nacional, alcanzando la decimotercera posición, lo que en cierto modo genera alivio en la búsqueda de mantener al equipo en la máxima categoría.
Cómo no, Daniel Castro se hizo presente en el marcador. La máxima figura del conjunto dirigido por Víctor Rivero otra vez volvió a brillar y su aporte en el año es notable: 14 goles entre Liga de Primera y Copa Chile, y aún quiere más...
En conversación con En Cancha, el popular “Popín” aborda lo que ocurre con el equipo de la Quinta Región esta temporada, su largo recorrido hasta llegar a la Primera División y los sacrificios para hacerse un nombre en el fútbol chileno.

-Qué raro lo que viven, Daniel. Finalistas de Copa Chile y en el Campeonato Nacional peleando por no descender.
-Sí, raro, pero son dos campeonatos distintos. Igual yo creo que es una cosa solo de resultados. No es que en un torneo seamos débiles y en el otro no, porque siento que no jugamos mal. Nos asociamos bien, tenemos posesión de balón, llegamos siempre al arco, pero por errores mínimos a veces perdemos o terminamos sacando un punto solamente.
-¿Y cómo hacen para cambiar el chip? Parecen dos Deportes Limache en vez de uno.
-Tratamos de estar siempre positivos. No podemos negar que hemos estado bailando con la fea en el Campeonato, pero siempre con fe de que se puede revertir. Hay mucha confianza en el camarín. Los seis goles que le metimos a La Serena nos dan un plus importante, nos ayuda a dar vuelta la página y enfocarnos en lo que nos queda. Estamos jugando con un arma de doble filo en estos momentos.
-¿Lo dices por la posibilidad de ser campeón de Copa Chile e irse a la Primera B?
-Claro.
-¿Y si tuvieras que elegir una?
-Escojo las dos (ríe). Totalmente. Vamos por todo nomás.
-Me imagino que nunca pensaron en llegar a la final de la Copa Chile.
-Bueno, claro que no nos lo planteamos a principio de año, pero fuimos paso a paso. Obviamente todo jugador sueña con jugar una final o ser campeón, pero hay que ir siempre tranquilos. El profe (Víctor Rivero) nos decía que en las llaves de eliminación directa hay que pensar en siempre quedar con vida de cara al segundo partido, estar siempre con opciones durante los 180 minutos. Incluso, eso lo manteníamos en cada tiempo. Nos jurábamos jugar 45 minutos siempre manteniéndonos dentro de la llave y así fue.
-¿Palabras para el profesor Rivero?
-Un profe muy bueno. Me ha dado herramientas para mejorar siempre. Aparte te transmite esa hambre de barrio que tiene. Trabaja muy bien y uno se da cuenta en los entretiempos que lee muy bien los partidos. Le gusta presionar mucho, ahogar a los rivales. Nos recalca el siempre ser agresivos futbolísticamente. Lo conozco hace varios años, hemos ganado cosas juntos. Recuerdo muy bien cuando me hizo jugar por primera vez en La Calera contra Católica y en San Carlos más encima. Le tengo un cariño y un respeto enorme.
-¿En términos individuales ha sido un buen año para ti?
-Sí, totalmente. Es soñado lo que estoy viviendo. Todo lo que me ha pasado me lo tomo como una revancha personal. En Unión Española, por ejemplo, no me fue muy bien que digamos. Me lesioné y tuve que remarla de nuevo. Siento que partí desde cero en Limache, un club al que yo le debo mucho. Ha sido todo un desafío el convencerme a mí mismo que puedo olvidarme de las lesiones, superarlas y recomenzar. Hoy veo el fruto de mi trabajo, de mi perseverancia. De eso se trata, de seguir dándole con todo y sin temor.

-¿Te pasó algo similar en Santiago Wanderers? No pudiste rendir de buena manera en Valparaíso...
-Sí. A ver, en la Unión Española creo que estaba algo inmaduro y luego la lesión me perjudicó aún más. Cuando partí a Wanderers lo hice con sed de revancha y todo comenzó bien, le agarré el gustito a estar en la institución. Para mí es un equipo grande. Lamentablemente tuve una lesión grave en la rodilla y tuve que volver a Limache. Ese fue un momento de inflexión, porque cuando regresé me prometí que tenía que hacer algo para cambiar mi suerte, no podía seguir jugando en categorías inferiores, tenía que llegar a Primera. Y mira lo que es la vida, hoy gracias a Dios puedo hacerlo. Más encima estoy haciendo goles, que es muy importante para un delantero.
-Varios dicen que Santiago Wanderers es un equipo grande. ¿No es una frase hecha?
-No, para nada. Se siente una presión especial en Valparaíso. La gente te exige mucho. El porteño es sacrificado y quiere ver eso en la cancha también, entonces te pide meter el doble cuando te toca jugar.
-¿Te gustaría tener revancha en Valparaíso?
-Obviamente. Si en algún momento me toca la posibilidad, me entregaría por completo, tal y como lo hago hoy en Limache, que es un club especial para mí. Me ha abierto las puertas siempre.

Popín Castro: del barrio a la máxima categoría del fútbol chileno
-Daniel, conoces el fútbol de barrio, has jugado en Tercera División, en Segunda, en Primera B, en Primera... Tremendo recorrido.
-Sí, y todo partió en mi club de barrio: el Bernardo O’Higgins de Campiche, en Puchuncaví. Después partí a Quintero Unido en Tercera B, General Velázquez en Tercera A y así he ido subiendo. Nada, hay que remarla harto nomás (ríe). Se sufre harto en esas categorías porque no hay las comodidades que después conoces recién en Primera B o en Primera. Harto esfuerzo en esos años. Suena sencillo de resolver, pero a veces no tenías ni balones para entrenar. Las canchas para qué hablar.
-Demasiado amateur todo...
-Sí, pero bueno, no hay que quejarse, esa siempre fue mi mentalidad. Yo quería hacer goles y que se conociera mi nombre, aparecer en una tabla de goleadores, por ejemplo, porque sabía que eso iba a impulsar mi carrera. Tenía que ganarme un rótulo, algo como ‘el mejor jugador de Tercera’, no sé. Ese era mi foco.
-Y de repente te ves jugando en Primera. ¿Cómo asimila ese cambio un jugador que vivió de todo en categorías inferiores?
-Bueno, uno se acuerda de todo. La primera vez que viajé en avión para ir a jugar un partido me recordaba a mí mismo haciendo ese viaje en bus y de las cosas que viví. En Tercera muchas veces tienes que recorrer 7 u 8 horas en bus y, literal, bajarte a jugar altiro. Ahora, claro, la realidad que vivo es distinta, pero es importante no olvidarse del pasado. Muchas veces no tuve para comer. A veces jugaba por Tercera un sábado y el domingo me iba a representar a mi club de barrio, todo por 30 o 40 lucas que me iban a servir para salvar la semana. ¿Cómo me voy a olvidar de eso? Son cosas que llevo presentes cada vez que entro a la cancha. No todo es fácil en el mundo del fútbol.