La relación entre el avezado delantero Carlos Muñoz y Santiago Wanderers va mucho más allá de la natural entre un futbolista y el club en que debutó en las grandes ligas. El artillero, con una extensa trayectoria en el fútbol chileno que arrancó en 2007 en el profesionalismo, es un hincha más del Decano y así lo hace saber.

A los 6 años de edad Muñoz, oriundo de Quilpué, comenzó su relación con el elenco del Puerto, en las escuelitas de fútbol. De allí en adelante, un vínculo inquebrantable. Ha defendido otros colores –Colo Colo, Unión Española, Cobresal, Deportes Antofagasta, O’Higgins y Magallanes, en Chile; Baniyas y Al-Ahli, en Emiratos Árabes; Talleres de Córdoba en Argentina-, pero es Playa Ancha el lugar al que Carlitos llama casa.

Ha vuelto dos veces al cuadro que lo formó profesionalmente y no descarta regresar nuevamente. Mucho verde en esta parte de la charla de En Cancha Prime con Carlos Muñoz, quien de esta manera comienza su viaje futbolístico: “Desde los 6 años integré las escuelas de fútbol de Wanderers, que en esos tiempos eran Los Caturritos. Ahí comencé a forjar mi camino para lograr ser futbolista profesional, que era lo que quería. Cuando uno es niño, va a jugar solo por diversión, por salir de casa, por hacer amigos. Jugábamos campeonatos en los cerros de Valparaíso, en Viña del Mar también, en un torneo de escuelas bien conocido que se hace en Santa Inés todos los veranos. Desde esa edad que empecé a hacer mis primeras armas”.

-Qué lejos deben verse esos años, con una carrera tan extensa en el fútbol profesional…

Eran tiempos muy distintos. Los entrenamientos eran en el Parque Alejo Barrios, que aún se mantiene, en las canchas de tierra. No teníamos las condiciones o las comodidades que hoy afortunadamente tienen nuestros niños, nuestros cadetes, hasta llegar al primer equipo. Eran condiciones muy básicas. A veces no nos podíamos ni duchar o si lo hacíamos era con agua helada, en invierno o en verano. Las canchas, sobre todo en invierno, al ser tierra, con una pura lluvia fuerte quedaban hechas un barrial en que era imposible entrenar. Ahí el profe se las ingeniaba. Los que vivimos esa generación valoramos mucho más las cosas…

-¿Con quiénes entrenabas en esos tiempos?

Me acuerdo entrenando en Alejo Barrios con Eugenio Mena, con Juan Silva. Después se fue sumando Óscar Opazo, un poco más grande, con 15 o 16 años. Son jugadores que en el fútbol han dejado huellas: imagínate el Chueco campeón de América, Selección Chilena; Torta en Colo Colo una infinidad de títulos. Son futbolistas a los que les has visto todo su proceso, los has acompañado o has vivido las mismas cosas que ellos en la formación. Después, verlos triunfar te llena de orgullo. También a los profes de esa etapa, como “Carmelo” (Juan Rivero, QEPD) o Chichi (Raúl) Aravena, que todavía está con nosotros en Valparaíso, Flaco (José) Pérez, que me marcó mucho en mi formación. Aprendí a valorar mucho más el proceso, porque nos costaba llegar al primer equipo, que se componía de gente de mucha experiencia. El camino era distinto a lo que ve uno ahora en los más jóvenes…

-¿Crees que llegan de mejor manera los jóvenes ahora?

Mucho mejor, a nivel físico. Se les acompaña en lo sicológico, a nivel nutricional. Llegan más armados a un primer equipo. En nuestros tiempos era con muchas ganas, con la ambición de que nuestra carrera pudiera crecer al llegar al plantel. Todos los que vivimos esa parte lo hicimos con mucha ilusión y con alegría también de disfrutar esas pequeñas cosas que teníamos.

Carlos Muñoz.El goleador llegó a los 6 años de edad a Santiago Wanderers. Foto: Agencia Aton.

Carlos Muñoz, un wanderino más…

-Ese fútbol romántico, de las necesidades, ¿va formando también al wanderino? Te lo pregunto porque tú eres reconocido como muy wanderino…

Por supuesto. Soy hincha del club, nací, me crié y debuté ahí. Tengo muy lindos recuerdos de todo lo que viví allí. Todo ese proceso se valora, porque tú ya sabes la responsabilidad que conlleva vestir esa camiseta. El wanderino es sacrificado, su única alegría es ir el fin de semana al estadio, después de semanas de trabajo. Gente de esfuerzo, de puerto, que junta su platita para ir el fin de semana a ver al equipo. Son muy hinchas del club, por sobre cualquier jugador. A pesar de la circunstancias que vive Wanderers, malas, buenas, el hincha siempre ha estado ahí. Uno sabe el esfuerzo que hay detrás, porque uno lo vivió, y para llegar a Wanderers y vestir esa camiseta hay que tener valentía, coraje, personalidad.

-¿Cuesta mucho jugar en Wanderers?

Es difícil. Todos los que han pasado por ahí, aunque vengan de afuera, se enamoran del club, pero sienten una presión muy grande. Algunos han llegado con muy buenas campañas y en Wanderers las cosas no les resultan. La presión de la gente, de jugar en Playa Ancha con un marco mínimo de público de 8 mil personas. Se siente mucho la presión, porque el hincha no falla.

-¿El cuarto grande, sin dudas?

Es uno de los grandes de Chile, por todo lo que transmite a nivel nacional. Ir a jugar a Playa Ancha es difícil. Los equipos grandes cuando van a Valparaíso se sienten visitantes, a pesar de que en todo Chile son locales. En Playa Ancha es complicado, porque la gente se hace sentir. Siempre es hermoso, la barra te canta todo el partido; cuando se juegan los clásicos, también, se habla de eso toda la semana. Por historia, por los jugadores que le ha entregado al fútbol chileno, que no son pocos, no reconocer que Wanderers es grande no sería justo. Si alguien sabe de fútbol, de historia, debe aceptarlo.

-Y como un wanderino más, ¿cómo recuerdas los clásicos con Everton? ¿Qué lugar en el fútbol chileno le das al Clásico de la Quinta Región?

Se extrañan. Ojalá que Wanderers pueda ascender y revivan esos clásicos con Everton, que se juegan de verdad a muerte. Me tocó jugarlos, hacer goles, también me tocó perder, viví todas las caras de la moneda en los clásicos y eso es lindo. Jugar de visita, de local, de las buenas y de las malas, pero el ambiente que hay es hermoso. Un jugador de Serena o de Coquimbo dirá que ese clásico es bueno. O del sur, del Conce o del Vial, que son equipos grandes, de mucho arrastre. Cada cual tendrá su manera de pensar, pero el que ha vivido un Wanderers-Everton, es el clásico a nivel nacional y que se extraña. Además, mi primer gol en el profesionalismo fue en un clásico, así que imagínate…

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-Debut goleador soñado…

Qué mejor para un wanderino haber hecho su primer gol en un partido así. En el último minuto y dándole el triunfo a Wanderers. Inolvidable y marcó que me haya metido más en el hincha wanderino. Un chico de 17-18 años que define el clásico no era esperable, nadie lo imaginaba y de ahí para adelante se formó una linda historia con ese clásico. Marqué otros goles, luego jugué con otras camisetas y le hice goles a Everton. Una linda rivalidad futbolística y que se extraña. Enfrentar a Everton con otro equipo no es lo mismo.

El inolvidable primer clásico ante Everton

-Cuéntales a las nuevas generaciones cómo fue ese primer gol en el profesionalismo…

Me pasó en el último regreso a Wanderers que las nuevas generaciones no conocían mucho mi historia o que yo había salido del club. Después se empezaron a dar cuenta de que yo salí de allí, la carrera que hice… Ese primer gol, lo recuerdo claramente, fue el 16 de septiembre de 2007, Clásico Porteño y con hinchadas de ambos equipos, así que eso lo daba un sabor muy especial. En el antiguo Playa Ancha y se veían las ramadas…

-Bien dieciochero…

¡Claro! De fondo, por el sector Andes, se veían las fondas, el humo, los juegos. Ganar un clásico para la gente, teniendo las ramadas al lado, era salir del estadio directo a festejar. Fueron unas Fiestas Patrias muy lindas para los wanderinos. Eso me permitió seguir metiéndome en el corazón del club. Un gol que hasta hoy todos lo recuerdan, por lo que vale y por lo lindo que fue, con una definición muy especial, que nadie esperaba que un chico lo lograra.

Carlos Muñoz.Un debut goleador inolvidable para Carlos Muñoz: ante el archirrival, a estadio lleno en Playa Ancha y en el último minuto.

-Ya, pues, cómo fue el gol. Para el que no lo vio…

Ese partido fue muy peleado. Empezamos ganando 1-0, con gol de Juanito Silva y en el segundo tiempo, Everton se viene encima. Yo estaba en la banca, eran recién mis primeras citaciones, con Yuri Fernández como técnico. Nos empatan a uno (Matías Urbano) y, quedando 10 minutos, el profe mira para atrás y me dice “dale, juégatela”. Un partido complicadísimo, porque se nos venían con todo. Entro a la cancha y a los cinco minutos, penal para Everton y expulsión de Pancho Prieto, arquero que después estuvo en Colo Colo. Tenían todo para ganar, penal a cuatro minutos para el final.

-Pintaba para un desastre entonces…

¡Ja! Yo no la podía creer. Yo estaba en la mitad de la cancha, destrozado, al borde de las lágrimas, como un niño, porque estábamos a nada de perder un clásico, con ese ambiente que había. Para mí también, wanderino, iba a ser doloroso. Patean el penal y se le va a Everton (Cristián Uribe, al horizontal). El estadio explotó y ahí tomamos el segundo aire. En una jugada en el último minuto, Víctor Cancino la agarra en la orilla, me tira un pase en profundidad, que yo salgo muy al límite, en línea con el central. Pase perfecto y movimiento mío también perfecto. Casi entrando al área, un poco cargado a la derecha, da el bote y con el viento se frena un poco. A la 1 de la tarde, casi las 2, en septiembre, el viento en Playa Ancha es bravo. Cuando se frena, con borde externo, casi empeine, le hago un globito a Johnny Herrera. Golazo.

-Se venía abajo el estadio…

Si me preguntan por la celebración, no tengo ninguna noción. Ahora veo las imágenes y me doy cuenta de que me saqué la camiseta, que corrí de un lado para el otro, todos mis compañeros se vinieron encima. Todos los 16 de septiembre, las páginas wanderinas recuerdan ese gol y se me pone la piel de gallina, porque con el correr de los años, 18 años ya, se siguen acordando. La gente se sigue emocionando…

Carlos Muñoz.El delantero se identifica a fuego con Wanderers. Foto: Agencia Aton.

Los regresos a casa de Carlos Muñoz

-Volviste dos veces a Santiago Wanderers, en 2015 y en 2022. ¿Qué sacas en limpio de esos dos pasos por el club?

La primera vez fue un periodo muy lindo, que estuvimos hasta la última fecha peleando el título con Universidad de Chile, incluso nos metimos a Copa Sudamericana. Ese año lo empezamos con Emiliano Astorga y lo terminamos con Alfredo Arias, un gran técnico, que me dejó muchas cosas. Ese año vine a préstamo, porque estaba aún con contrato en Emiratos Árabes. Vine a jugar acá y fue un año hermoso, en que además me encontré con la familia, con viejos amigos, que no veía hacía dos años. Bien en lo futbolístico, también, porque marqué 15-16 goles entre Campeonato y Copa Chile (N. de la R.: 15 goles en total, en 38 partidos).

-El segundo regreso no fue tan positivo. ¿O sí?

Vuelvo en 2022, en Primera B, que no me había tocado jugar ya más grande y con regularidad en esa categoría, que es muy difícil. Regresé en una situación complicada, en el segundo semestre, en que Wanderers estaba muy aproblemado con el descenso, muy abajo en la tabla, tras una primera rueda mala. La segunda tenía que ser prácticamente perfecta para salvarnos. Yo estaba en O’Higgins, cuando Miguel Ponce se contactó conmigo –aprovecho para agradecerle a la gente de O’Higgins, que se portó muy bien-, se me dio la posibilidad y no la pensé dos veces, a pesar de que yo estaba jugando. Pero Wanderers es mi casa y, habiendo sentimientos, viendo la situación, uno sabía que podía darle una mano al club de alguna manera.

-Se salvaron al final…

Pudimos posicionar al equipo un poco más arriba en la tabla. Hicimos una muy buena segunda rueda y estuvimos a punto de clasificar a la Liguilla. Después, en 2023, perdimos una final en Iquique, estuvimos a nada de volver a Primera División, con (Francisco) Palladino, que se formó un grupo muy bueno. Peleamos hasta el último y ya después nos caímos en la final. En 2024 nuestras expectativas eran únicas: ascender. Se dio la continuidad de varios jugadores, del cuerpo técnico, pensando en que podíamos seguir con el vuelito del año anterior y no fue un buen año; no tuvimos una primera rueda como esperábamos. Luego llega el profe Jaime (García) y empezamos a tener buenos resultados, dejamos eliminada a Católica en Copa Chile, pero en el torneo nos costaba ganar. Eso, a la larga, costó la salida del profe Jaime y no poder llegar a la Liguilla. Se terminó un año en que tuvimos altos y bajos.

Carlos Muñoz.El delantero en su último paso por Santiago Wanderers. Foto: Agencia Aton.

-¿Te fuiste dolido del club al terminar 2024?

Lo asumo como que mi contrato se terminó y el club tenía que tomar nuevos horizontes. Quizás, refrescar camarín, jugadores, para volver a pelear por el ascenso. El cariño siempre va a estar y mi condición de hincha será hasta que yo no esté en este mundo.

-En paz, entonces…

Es que uno ya más grande, maduro, tiene que entender que el fútbol a veces es así. A ver, no es que “sea así”, porque uno quizás puede hacer que no sea así si es que toma mejores decisiones. Por ejemplo, cuando nos tocó estar en la cancha, si hubiésemos hecho mejor las cosas, el futuro de todos habría sido distinto. Dolido, a estas alturas, para nada. Me dolió, sí, pero el hecho de dejar el club, porque cuando regresé mi intención era hacer mi último año y terminar allí mi carrera. Que mi fin de carrera fuera en el club donde me formé y al cual quiero tanto. Aunque me siento muy bien aún para pensar en el retiro, ¿eh? Pero ese fue el dolor, dejar el club.

-¿Y vuelves una tercera vez o no?

Es que uno nunca puede decir nunca. A mí me encantaría volver al club. No sé si lo haré, porque no depende solo de mí, pero soy un hincha más. Me siento muy bien físicamente, con Magallanes tuvimos un año de altos y bajos, pero lo terminé bien, jugando, haciendo goles. Así que el día de mañana, uno nunca sabe. Quiero seguir demostrando, vigente, sea en Wanderers o en otro equipo, sigo con la misma ilusión que un niño chico. Las oportunidades se irán presentando. Si toca volver, yo feliz y, si no, intentaré quizás desde otra área, por qué no…

El Wanderers unido que anhela Carlos Muñoz

-¿Qué opinas de esa idea local que circuló por ahí que David Pizarro compraría Wanderers?

Bueno, (Jorge) Vargas lo transparentó y dijo que no era así. Ahora, yo me imagino a Wanderers en Primera, trabajando bien, con buenos profesionales dentro del club, con muchos históricos que a mí me encantaría que volvieran a la institución, porque sé que fomentarían y harían crecer la identidad del jugador wanderino. Eso se ha perdido un poco en las categorías juveniles, faltan históricos, gente que haya dejado huella en el club, que transmita no solo a los más chicos, sino que ya en un primer equipo, gente de casa. Veo poca gente grande criada en el club como líderes. Wanderers se refuerza con buenos jugadores, con nombre en el fútbol, pero no veo a ese líder natural, a ese jugador nacido en el club. Jugar en Wanderers es un peso importante y no todos saben resolverlo en los momentos complicados y allí es cuando se necesita gente grande, que sepa de la historia del club.

-¿Crees que Wanderers, como institución, tiene problemas en reconocer a sus ídolos?

El hincha wanderino, la gente que ama al club, tiene un cariño y un respeto tremendo por sus ídolos, por sus jugadores, por los que han dejado huella. Eso a mí me lo han demostrado hasta el día de hoy. La Corporación conmigo se ha portado un 7. Por eso digo que, la gente wanderina sí le da cariño a los ídolos. Con Moisés Villarroel hablamos hasta el día de hoy y la gente lo ama, el día de mañana me encantaría que volviera al club. Villa, yo, Jorge (Ormeño), que somos referentes que aportaríamos demasiado a las nuevas generaciones. Ojalá el día de mañana el club se abra, que sepa que todos los que somos wanderinos queremos ayudar. Queremos ver a un solo Wanderers, no dividido. Debemos unirnos todos, la Corporación, la concesionaria, el hincha, ex jugadores. Hay que sacar el club adelante, de una vez por todas, son demasiados años en la Primera B. A muchos jugadores les encantaría vestir esa camiseta, jugar en Playa Ancha, con Los Panzers en las espaldas, y sentir cómo se vive.

-¿Es demasiado grande la distancia existente entre la Corporación y la concesionaria?

Por los últimos años, está a la vista que las relaciones no son muy buenas y, por el bien del club, ojalá que las posiciones logren acercarse. Acá el único que pierde es Wanderers, porque con tantas divisiones internas es difícil lograr los objetivos. Pasa en muchos clubes, porque acá en la capital uno ve cómo en clubes grandes también están divididos los sectores. Lógicamente que en Wanderers hace ruido a nivel país que pase eso. Que se abran de una vez las puertas del club y que la gente que quiera aportar sea recibida de buena manera.

-¿Incluso le abrirías las puertas a David Pizarro? Porque para nadie es un misterio que quedó muy resentida la relación con él…

Pero, ¡quién soy yo para abrir o cerrar las puertas a alguien!

-Bueno, un wanderino, pues Carlos…

Es que hablando con mi corazón wanderino, a mí me gustaría aportar, tal y como Moisés o Jorge y David también salió de allí, así que de alguna u otra manera le debe doler ver al club en la situación en que está. Seguramente, él también tiene ganas de ayudar. No sé de qué manera, porque no somos muy cercanos, aunque sí compartimos camarín y él me conoce desde que yo era muy pequeño, pero estoy seguro que él tiene las mejores intenciones para el club. Como wanderino, nacido y criado ahí, estoy seguro de que le tiene un cariño enorme a la institución y quiere verla donde merece. Además, quiere un club sólido, instalado en la Primera División y no subiendo un año y bajando al otro. Hay que consolidar a la institución y para eso necesitamos de todos.

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