¿Cómo seguimos? Esa es la pregunta que debería formularse el fútbol chileno en estas horas aciagas. En nuestra era moderna, que surge luego del Mundial de 1962, la interrogante apareció varias veces.
Los fracasos de Inglaterra ’66 y Alemania ’74 trajeron debates futboleros y en menor medida organizacionales, a partir del choque de las expectativas con la realidad que depararon los resultados. Muy distinto fue lo que sucedió al quedarnos fuera de la Copa del Mundo en eliminatorias. En esos fracasos hubo matices y un punto de inflexión, con el engaño de Roberto Rojas y el escándalo de Maracaná. Brasil nos marginó de Italia ’90 y la FIFA de Estados Unidos ’94 por amparar la trampa y ser negligentes.
La sentencia del último lugar, a falta de dos fechas para el cierre del camino al Mundial de 2026, parece irreversible. Los teléfonos dirigenciales se activan ante la necesidad de un golpe de timón a una gestión directiva que no detiene su caída libre. Tres ausencias consecutivas de la cita mayor requieren una toma de conciencia de la profundidad de la crisis y la necesidad de iniciar la ruta de la recuperación antes de que sea demasiado tarde.
Si observamos este siglo, nos encontraremos que Ecuador clasificó a cinco Mundiales, mientras que Chile apenas a dos. En los hechos, más allá de lo que diga la centuria pasada, ese país nos superó con holgura. Ellos adoptaron definiciones técnicas, con el progreso de sus clubes, el aprovechamiento de su geografía y una política técnica clara a la hora de la búsqueda de talentos.
No se trata de imitar, pero sí tomar conciencia sobre la gravedad del momento. Los datos de la longevidad de nuestras competencias son conocidos, lo que se agrava ante la escasa producción de jugadores aptos para Primera División. Si sumamos el alto número de extranjeros, el grueso veteranos o jóvenes apuestas para ver si se le pega el palo al gato, tenemos el cóctel completo.
Nada garantiza una mejoría, pero reducir de cinco a dos los foráneos en el Ascenso sería un buen punto de partida. Generaría un mayor espacio para los futbolistas locales, en especial para ese amplio grupo que no logra consolidarse en la serie mayor al concluir su etapa formativa. Con la posibilidad de competir de forma permanente, con seguridad se rescatarían más valores.
En Primera División, por la exigencia de las copas internacionales y la natural emigración de los mejores valores locales a ligas más potentes, se entiende la norma de los cinco extranjeros. Sin embargo, es posible elevar la vara. No sería un despropósito que al menos dos de los foráneos tuvieran que registrar un mínimo de cien partidos en las categorías superiores. Eso terminaría con la lógica del traer por traer y abriría la puerta a la necesidad de potenciar el fútbol joven.
Otro aspecto que elevaría los niveles competitivos sería la instalación de un tercer campeonato. Un torneo que comience a fines de enero y concluya en abril, que incluya un premio a la Copa Libertadores o Sudamericana, y otorgue tranquilidad a quienes nos representan en la arena internacional. Unión Española y Deportes Iquique tienen plena conciencia del costo deportivo que implicó competir en dos veredas, sumándose a casi una década de descalabros para las instituciones que disputaron las fases grupales de los campeonatos de la Conmebol.
El calendario internacional, con ventanas de un par de semanas todos los meses, facilita la programación. En la misma línea, elaborar un torneo de Ascenso por zonas en la etapa inicial de la temporada, con la clasificación a la fase de playoff de los finalistas, también ayudaría. El fútbol chileno necesita jugar, son demasiadas las pausas que conspiran en contra de su desarrollo.
En lo inmediato, aunque no sea popular entre los padres y opinantes que se acercan a la actividad porque da réditos comunicacionales, volver a un campeonato de cadetes con cuatro categorías. Esto es fútbol profesional y no recreativo. Como decía Fernando Riera, “los buenos tienen que jugar con los buenos y no con los malos, porque después se ponen malos”. Simple. No se ha creado ninguna fórmula mejor que competir y generar una pirámide de alto rendimiento.