Alexis Sánchez quiere continuar su carrera en Europa, lo que es absolutamente legítimo, porque esas son decisiones personales y no colectivas, sobre todo cuando construiste una trayectoria sin parangón en nuestro fútbol. La historia detrás de su éxito está documentada en reportajes, películas, libros y en un puñado de entrevistas donde dibuja un personaje querible, honesto, sin trazas de soberbia.
Es el goleador de nuestra Selección, aprovechando la circunstancia de sus muchos partidos jugados, de la importancia de los torneos en que participó y los trofeos que ayudó a levantar. Su penal en la Copa América quedará por siempre como el símbolo del momento en que fuimos más felices, sin pensar que, con los mismos referentes, sufriríamos durante una década fuera de todas las fiestas.
De manera incomprensible, Alexis se ha quedado otra vez sin pretemporada. En conflicto deportivo y contractual con el Udinese, tomó la decisión de no participar en el inicio de los trabajos, lo que se le ha hecho una constante en los últimos años, con las lógicas consecuencias que eso trae: irregularidad, lesiones, baja futbolística y distancia con sus técnicos.
Consecuente con su personalidad, Alexis no explica ni justifica. Simplemente sube herméticos comentarios a las redes sociales que debemos interpretar de subjetiva manera. Esta vez coqueteó con el fútbol turco y Mourinho, quizás el técnico que menos supo aprovecharlo y que le significó tambalear en su aspiración de convertirse en uno de los mejores delanteros del mundo. Difícil entender por qué era conveniente una nueva unión de esas personalidades.
El tocopillano fue dirigido por los más grandes entrenadores del siglo, convivió en camarines estelares y supo ganarse el afecto de las súper estrellas. Fue idolatrado en las cuatro ligas más exigentes de Europa y provocó, como en el meme, la tristeza de sus rivales con logros extraordinarios.
Por eso cuesta tanto entender que en este momento haga más noticia por sus viñedos que por la expectativa de una nueva gran temporada. O que a los duelos por las clasificatorias, de ser considerado, llegará otra vez “falto de fútbol”. Fernando Felicevich, el representante que lo ayudó a escalar peldaños y que perdió hace rato el olfato de la oportunidad -tanto en Chile como el extranjero- no colaboró ni esta vez, ni en los últimos años. Puede seguir cosechando réditos económicos, pero en la validez de su oficio, no pudo ni supo orientar adecuadamente desde ese célebre camarín donde su representado se debatía entre el City o el United mientras los paraguayos nos dejaban fuera del Mundial de Rusia, aquel que debió ser la gran gesta de la generación dorada.
Me cuesta entender a Alexis, pero más me cuesta verlo sufrir. Reclamar, enfadarse, enfrentarse, lesionarse y no marcar. Porque, por todo los que nos dio, merece el mejor de los finales. Y, así como va, parece lejos de lograrlo.