Bielsa, un reencuentro con el técnico que nos hizo felices

Este próximo 9 de septiembre, Marcelo Bielsa recibirá una ovación en el Nacional. Los hinchas genuinos, con nostalgia, acaso con tristeza, rememorarán esos años en que el fútbol chileno fue una factoría.

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Marcelo Bielsa.El entrenador más influyente en el fútbol chileno de este siglo.
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Como si el guion no fuera suficientemente dramático para el fútbol chileno, la noche del martes 9 de septiembre Marcelo Bielsa volverá al Estadio Nacional. Lo hará como entrenador de la Selección de Uruguay, que, salvo un cataclismo, llegará clasificada a la Copa del Mundo del año próximo.

Retorna el arquitecto que instaló al fútbol chileno en la élite entre 2007 y 2019. Su figura no pasará inadvertida. La pésima campaña de La Roja augura que en Ñuñoa habrá poca gente. La presencia del rosarino es posible que genere movimiento. Muchos hinchas, que vibraron desde el 7 de septiembre de 2007 hasta el 23 de enero de 2011, cuando en Carlson, Estados Unidos, dirigió por última vez al conjunto nacional, querrán aplaudirlo. No registrarán un empate 1-1 con los dueños de casa, consumado mientras Sergio Elías Jadue Jadue, como buen gato de campo, se acomodaba y quedaba con el sillón presidencial de la ANFP, en una guerra que desangró la actividad.

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Al asomarse en el campo de juego, Bielsa recibirá una ovación. Los hinchas genuinos, con nostalgia, acaso con tristeza, rememorarán esos años en que el fútbol local fue una factoría. El complejo Juan Pinto Durán se transformó en un espacio de trabajo permanente, de análisis y observación, donde cientos de jugadores fueron evaluados a partir de las premisas del entrenador que irrumpió en Newell’s Old Boys.

La estructuración de un cómo y un modo identificó ese período que nos enorgulleció. Porque nos dimos cuenta de que la Selección Chilena era capaz de ser más que un grupo de buenos jugadores, con algunos nombres rutilantes. En síntesis, Bielsa, desde el entrenamiento de alto rendimiento, la elección de los talentos, con su ojo privilegiado, que permite saber dónde hay madera, y la gestión de Harold Mayne Nicholls, para elaborar una batería de partidos frente a rivales exigentes, sirvió de base para una escuadra competitiva. Un cuadro solvente, moldeando futbolistas que nos hicieron felices por más de 10 años.

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En el ciclo de Bielsa, el fallecido Luis Bonini, Eduardo Berizzo y Pablo Quiroga, palpamos la doctrina de León Najnudel, el padre del básquetbol argentino moderno, constructor de la Liga Nacional, cimiento de la Generación Dorada campeona olímpica en 2004. El deporte de alto rendimiento es genética, entrenamiento y competencia, en ese orden. Este cuerpo técnico aplicó esa receta y los resultados los disfrutamos.

Nos dolerá, seguro, no pelear por nada. También ver en la otra banca a un conductor que entregó a los futbolistas chilenos las herramientas necesarias para dar la cara en las grandes ligas. Como dijo Marcelo Salas en la primera edición de Tribuna Andes, lo de Bielsa no fue un cambio de mentalidad. Eso sería reducir su influjo y no entender su revolución.

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Desde su metodología, sistematización y entrega de información a los jugadores, estos entendieron el cómo y el por qué del juego. Siempre supieron a qué jugaban, conocieron sus fortalezas y debilidades. La ejercitación sin pausas, con un foco claro, les otorgó seguridad para afrontar cualquier desafío. Eso fue lo que hizo Bielsa; no un cambio de mentalidad.

Lo mismo que provocó en el Athletic Club de Bilbao, su estación posterior a Chile, donde condujo a los vascos a la final de la Europa League y la Copa del Rey. Un plantel que en el cierre se quedó corto. La victoria en Old Trafford, ante el Manchester United, emocionó. En su paso por Marsella, los hinchas del Olympique volvieron a sentirse protagonistas, en una liga hegemonizada por el PSG. La etapa en el Lille fue lo peor de estos años.

Si algo merecía Bielsa, por su amor al fútbol y al juego, era trabajar en Inglaterra. Lo hizo a su manera, en un proyecto que lo sedujo desde las raíces. Eligió al Leeds, otrora grande, condenado por más de una década a la implacable Championship. Sin nombres relevantes, generó una revolución. No le alcanzó en el primer año. En la segunda temporada tuvo el premio con el ascenso. Bielsa y el fútbol quedaron a mano al dirigir en la Premier League, el torneo que resume lo mejor de este deporte.

Excelente estreno, con un equipo de tercer orden para el nivel de la competencia. El campeonato siguiente marcó la realidad. No bastaba con la metodología y la idea. La distancia era sideral con sus rivales. Sin convicción, el dueño del club y el director deportivo terminaron el proceso.

La selección uruguaya es la última estación. Impacto en el inicio, con victorias sobre Argentina en Buenos Aires y Brasil en Montevideo, con un declive a partir de la Copa América de 2024. Bielsa no eludió su estilo e idiosincrasia. Enfrentó a un medio al que no le gustan los cambios. Remecer estructuras nunca fue fácil, pero nadie podría sorprenderse. El técnico de Chile en Sudáfrica 2010, que llevó a la Roja a su primer triunfo en una Copa del Mundo después de 48 años, nunca traiciona su ADN.

Este 9 de septiembre es la oportunidad de reconocer y atesorar tres años inolvidables.

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