La final fantasma

En su centenaria historia, el fútbol chileno ha brindado apenas un puñado de definiciones entre Colo Colo y la U. En la opción de disfrutar de una Superfinal, una serie de barbaridades impidieron que tuviera el marco que merecía.

Supercopa de Chile Un trofeo cada vez más maltratado por la ANFP y los clubes.

Le llamaron “La final fantasma”, pero fue más triste que terrorífica. En 1981, durante la Guerra Fría, llegaron a la final de la Recopa -el torneo europeo para los campeones de copas locales- el Dínamo de Tiblisi (Georgia, en la Unión Soviética) y el Carl Zeiss Jena, un equipo fundado en 1903 por los trabajadores de la reputada fábrica de productos ópticos Zeiss. Cuando se jugó la final, la ciudad de Jena pertenecía a Alemania Oriental.

La final estaba programada en Düsseldorf, en pleno corazón de la Alemania Federal, a la cual los ciudadanos del lado oriental no tenían acceso. Tampoco los soviéticos. Ambos equipos habían llegado a esa instancia con épica. Los georgianos dejaron en el camino al West Ham y el Feyenoord. Los de Jena a la Roma, el Benfica y el Valencia de Kempes y Morena.

Se hicieron esfuerzos vanos por trasladar el partido para que los hinchas de ambos cuadros pudieran verlo, pero la decisión de la UEFA fue “respetar las bases del certamen”. Hubo razones políticas también: el Dínamo de Tiblisi, como el de Moscú o el de Kiev, tenía el patrocinio del poderoso Ministerio del Interior soviético. Tras infructuosas negociaciones, el partido se jugó en el estadio de Düsseldorf, con capacidad para 58 mil espectadores. Llegaron apenas 4.750 personas quienes, con apática actitud, siguieron el juego, pegados a la radio portátil. Tres horas antes, en la Plaza de San Pedro, en el Vaticano, el turco Ali Agca había disparado tres veces contra Juan Pablo II.

Ganó el Dínamo, dio una sobria vuelta olímpica y comenzó allí su declive, acrecentado tras la caída del Muro. El Carl Zeiss es ahora un equipo de ligas menores. La Recopa desapareció en 1999, reemplazada por los modernos formatos de la Europa y la Conference League. ¿La lección aprendida? Que a veces bien vale la pena flexibilizar un reglamento antes que apegarse a formalismos que terminan destruyendo la esencia del fútbol. Fue una final que nadie recuerda.

La final de la Supercopa entre la Universidad de Chile y Colo Colo -que debió jugarse en enero- se jugará con leoninas restricciones de aforo y venta de entradas, que han llegado al ridículo. Siempre existió la posibilidad de disputarla en dos partidos, sólo con público local en cada caso, pero se arguyó que la opción “no estaba en el reglamento”. Y, como perla de la corona, que ninguno de los dos equipos quiso terminar como visitante, “en la imposibilidad de tener un festejo y una vuelta olímpica tranquila”.

El partido mayor del fútbol chileno quedó entonces secuestrado por la inoperancia de los directivos, la incapacidad de control de las fuerzas políticas- policiales y, por sobre todo, de la impresionante tozudez de los clubes, que prefieren jugar esta “copa fantasma” antes de sacarle brillo al juego, con más recaudación, épica y carácter de final.

Aquella final de la Recopa fue triste. Esta final de la Supercopa es indignante. Con un aforo mínimo y con la imperativa urgencia de sacarla adelante a como dé lugar. El año pasado se jugó el apéndice postergado con nueve meses de atraso. En esas condiciones cabe preguntarse dos cosas: ¿Vale la pena seguir jugando finales a un solo partido en Chile? Y, ¿se podrían jugar torneos con playoff, como pretenden para aumentar el número de partidos anuales, si la posibilidad de jugar clásicos aumenta?

Hay señales contradictorias en este afán de programar en una fecha inconveniente, menoscabando otra vez el torneo al suspender partidos y en el entusiasmo esgrimido por el delegado presidencial, Gonzalo Durán, quien por esta vez se olvidó del rigor mostrado previamente. Será una fea foto, el decorado será triste y el recuerdo uno solo: aquella vez que se jugó de emergencia una final en Santa Laura, con un puñado de cincuentones en las tribunas.

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Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2001, comentarista de TNT Sports Chile y Chilevisión. Conductor en ADN Radio.