
El Mundial Sub 20 de 2025 se juega no solo en la cancha, sino también en los balances.
Y en el ítem contable, los números son brutales: Argentina encabeza con un plantel valorado en 72 millones de dólares, seguida por Brasil (47,8 millones) y México (41,1 millones).
Una de las observaciones que sorprenden es que ya a partir de España (35,6 millones) la curva se derrumba, y para cuando llegamos a Estados Unidos, Italia o Paraguay, los valores rondan los 20 millones: un 70% menos que el líder.

La fotografía es clara: el talento juvenil está concentrado en muy pocas selecciones. Argentina, Brasil y México reúnen más de la mitad del valor total. El resto —incluidos países con mayor tradición en el fútbol, como Francia, Colombia o Chile— aparece con cifras modestas, bordeando los 10 millones de dólares.
Sí, Chile, con apenas 10,3 millones, está un 85% por debajo del puntero. Una señal preocupante para un país que todavía vive de recuerdos dorados y que sigue sin resolver su crisis de recambio.
Si analizamos el valor de mercado antes expuesto, con los puntos obtenidos hasta ahora, existe una fuerte relación entre estas variables, pues cuanto mayor es el valor de mercado de una Selección, en promedio, más puntos logra. Siempre hay excepciones, claro: Brasil es el ejemplo más prístino en este torneo.
Teóricamente, el modelo explica aproximadamente el 76,5% de la variabilidad de los puntos mediante el valor de mercado. Dicho de otro modo: la billetera explica buena parte de la tabla. Como se suele decir en esta industria, afortunadamente ‘esto es fútbol’, y queda un cuarto de la historia final en manos del talento escondido, la sorpresa y, claro, la pelota que entra o no en el arco, lo que al menos nos reserva alguna ilusión.
La paradoja es evidente: una gran parte de estos jóvenes son los que deberían cargarnos en hombros hacia las clasificatorias de Chile los próximos tres Mundiales de adultos. Ellos son la base del futuro, el recambio natural, la promesa de competitividad. Pero con semejantes diferencias, la tarea roza lo imposible.
Y ni hablar de la “larga cola”: Nueva Caledonia, con apenas 269 mil dólares en valor total, está 268 veces por debajo de Argentina. Para Cuba, Egipto, Nueva Zelanda o Panamá el torneo aparece más como vitrina que para competir; este tipo de selecciones está condenado a mostrar talentos aislados que rápidamente emigrarán a ligas mayores.
El mensaje es incómodo pero ineludible: con estas diferencias es muy difícil prosperar. No se trata solo de fichajes o valorizaciones; es la estructura de formación la que desnuda la distancia. Los juveniles que hoy disputan este Mundial no solo compiten por un título, compiten por ser el futuro de sus selecciones adultas. Y si hoy la brecha ya es abismal, ¿qué podemos esperar dentro de cinco o diez años?