
Corrían los primeros días de mayo y Lucas Assadi ingresaba de civil al estadio Nacional, en la víspera del clásico universitario número 200, donde ni siquiera entraría entre los 18 citados. El joven jugador era aleonado por los hinchas azules tras enfrentar los micrófonos, momento en el que ya adelantaba que no bajaría los brazos y que lucharía por un lugar en el equipo.
Debemos volver a esos días para comprender la actualidad de una de las grandes figuras del fútbol chileno. Es que Assadi, en ese entonces, tenía dos caminos: el primero, bajar los brazos y buscar su salida de la U. El segundo, luchar para torcerle la mano al entrenador. Precisamente, fue ése el camino que escogió.
El feliz presente del jugador de 21 años no sólo tiene un sabor especial por ese camino de dificultades que pudo superar, sino también porque es un jugador del riñón de Universidad de Chile. Para los azules, es un hincha más y también es la fiel representación de coronación del éxito de un futbolista que defiende su camiseta desde niño. En resumen, es uno de los suyos.
En esas cosas paradójicas que tiene el destino, Lucas Assadi se sumó a los azules, posiblemente, en su año de mayor gloria. Llegaría al club en el 2011 con apenas 7 años, cuando recién Universidad de Chile inauguraba el Centro Deportivo Azul.
Al preguntar sobre el talento de la cantera a quienes conocían las entrañas de las divisiones menores del club de La Cisterna, las respuestas hacían referencia a la joya en bruto que tenían, refiriéndose a Assadi, y se comentaba que no sólo era un jugador con una calidad exquisita, sino que era un niño agradable, feliz y educado.
El debut con la camiseta de los azules llegaría en 2021, cuando su lugar en el plantel lo ocupaba Walter Montillo. Fue a los 17 años cuando ingresó en un partido de Copa Chile ante San Luis de Quillota. El propio Montillo lo aconsejó en el peor momento de este 2025 a luchar por un lugar en el once titular.
Sabemos de las dificultades que tienen los jóvenes para imponerse en el fútbol chileno y más aún, si es en tiempos turbulentos, como en la extensa lucha de la U por salvarse del descenso, una agonía dañina que tendría inclusos sus consecuencias en Assadi.
En la temporada 2022, tanto él como Darío Osorio tuvieron que asumir la responsabilidad de guiar futbolísticamente a un equipo que le atormentaba su posición en la tabla. Con el tiempo, sería Osorio y no Assadi quien sumaría protagonismo en el equipo estelar, llamando la atención de varios clubes europeos, entre ellos, el Midtjylland danés que lo compró en más de cinco millones de dólares.
El camino de Lucas seguiría con dificultades. Pese a buenos chispazos, no lograría consolidarse con Mauricio Pellegrino al mando y tampoco con la llegada de Gustavo Álvarez, a pesar de que lo eligió como su enganche en su estreno ante Audax Italiano. En 2024, sería solamente un actor de reparto, más allá del giro futbolístico del equipo. Algo no le terminaba por cerrar al entrenador que llegó desde Huachipato.
Álvarez sabía que en Assadi había un talento especial, pero algo faltaba. Lo desafió a revertir ese opaco lugar en el plantel. Despertar a un jugador de esas características podría darle otro vuelo futbolístico al equipo. Hasta que el momento finalmente llegó.
Y es así como volvemos a ese partido ante la Universidad Católica en el que no entró ni en la convocatoria. En apenas dos meses pasó de estar totalmente relegado a aprovechar la oportunidad de jugar los últimos minutos ante Unión Española y llegar al gol. Un ingreso al campo de juego que coincidió con la lesión de Leandro Fernández. De ahí en más, la historia tendría un profundo quiebre y Lucas nunca más soltaría la camiseta de titular.
Todo cambió. Del jugador de rol secundario, Assadi se transformó en el protagonista de la película; de los destellos de calidad, pasó a ser un jugador indispensable. Cierto es que tuvo ayuda profesional de un psicólogo; también es verdad que entrena personalizado para perfeccionarse físicamente y que tuvo que cambiar cosas. Pero lo más importante era lo que no tenía que cambiar y que estaba contenido, su enorme talento y habilidad, que pudo desarrollarlos con más continuidad.
Assadi encontró un compañero ideal como Javier Altamirano, dos futbolistas que se buscan. Altamirano siempre quiere tejer, busca pases cortos y siempre mira a su aliado Assadi para combinar. Assadi se asocia, conduce, sube y baja el ritmo, porque usa la pausa como pocos, pese a la electricidad con la que guía el balón. Pero el talentoso canterano también le agarró el gusto al gol, tanto así que anotó en cinco de los últimos seis partidos internacionales de la U.
Son los dos elementos diferenciales de los azules, muy bien guiados por su entrenador y, además, por una columna vertebral que les facilita las cosas. De la solidez de Zaldivia, pasando por los liderazgos de Marcelo Díaz y Charles Aránguiz y la exuberancia de Hormazábal. El talento fluye también porque el contexto es el idóneo.
La revancha de Lucas llegó por no claudicar y por no bajar los brazos. Assadi nos entrega un verdadero ejemplo en tiempos de éxito instantáneo y de la vida desechable. La revancha de Lucas llegó con resiliencia en el momento preciso para que la U siga soñando con su enorme talento, la revancha de Lucas llegó para quedarse.