
“Hecha la Ley, hecha la trampa”. Eso se ha dicho desde que existen las leyes y desde que existen las trampas. También es cierto que algunas han sido mal hechas por legisladores que no saben lo que están haciendo y hay otras que a pesar de haber sido muy pensadas no se llevan bien con la realidad. Por eso deben ser modificadas. Y algunas son modificadas una y otra vez. (Incluso hay leyes que son derechamente tramposas).
La ley 21019 se promulgó hace 20 años (7 de mayo de 2005) y produjo el nacimiento de las Sociedades Anónimas Deportivas Profesionales (SADP), que afectaría especialmente al fútbol profesional. Costó mucho sacarla adelante y hoy está costando mucho reformarla.
El objetivo principal de esta batalla larga y áspera es conseguir la eliminación de la multipropiedad de los clubes. Es obvio: en una actividad que es esencialmente competitiva no pueden los rivales tener un mismo dueño. Y eso hoy es posible porque la ley permite que un mismo accionista tenga un 5% de las acciones en distintos clubes. Hay quienes lo consiguen comprando acciones a nombre propio o de hijos, cónyuges, socios comerciales y otras vías truchas. (O, como dijo el senador Matías Walker, a través de fondos de inversión integrados por personas desconocidas, como Sartor). Pero el tiempo pasa, la reforma no sale del Congreso y en las sesiones de la Comisión de Constitución, Legislación, Justicia y Reglamento no dejan de aparecer trabas.
Se ha dicho, por ejemplo, que si se elimina el acceso a la compra de acciones se estaría violando la Constitución, pues limitaría un derecho (cualquier ciudadano puede comprar las acciones que quiera), desconociendo que las SADP son sociedades anónimas especiales y que constitucionalmente se consideran algunas excepciones.
Es oportuno señalar su nacimiento se produjo porque era necesario: los clubes se constituían tradicionalmente como corporaciones sin fines de lucro. Debían ser fiscalizadas por el Ministerio de Justicia, que jamás se acercó a las corporaciones y en los clubes pasaba de todo, incluso que sus dirigentes metieran la mano en la tesorería. Había quienes se acercaban a la caja y dejaban monedas, los mecenas, pero otros las sacaban. Había que poner orden y así nació la actual Ley.
Hay una cuestión administrativa y ética que hoy debe considerarse y es la presencia de personas cuya actividad los hace incompatibles con la dirección de los clubes: los llamados representantes de jugadores o agentes, también por razones de transparencia y conflictos de interés. No puede un agente actuar paralelamente como representante de un futbolista y de un club. ¿Qué intereses va a defender? No se puede estar al mismo tiempo de los dos lados del mostrador o del escritorio.
También hay trabas en el mundo político y entre ellas hay una increíble. La senadora Luz Ebensperger planteó en la Comisión, en abril: “Para mí, no es un proyecto fácil. No sé cómo funciona el fútbol o el deporte”. Más adelante, sin embargo, presentó varias iniciativas, lo que sugiere un aprendizaje veloz del tema, aunque sí produjo retraso en la tramitación.
He leído opiniones muy desafortunadas sobre el tema. En una (lamentablemente sin firma), se decía que antes de las SADP “los socios formaban parte de un sector importante, ya que eran quienes levantaron los clubes y los mantenían económicamente”. Eso no sucedía, los socios no tenían peso en la organización y a las asambleas acudían de oyentes y eran fácilmente manejables. Se dicen muchas cosas sin fundamento en la realidad ni en la Historia.
Si no se aprueba la eliminación total de la multipropiedad y de la presencia de agentes en los clubes, no se habrá avanzado nada. Peor, retrocederemos.







