Fueron varios años seguidos en que los hinchas de Audax Italiano eran un atado nervios a esta alturas de la temporada. La permanencia en Primera División fue un tema ineludible para el equipo itálico en los últimos años, en los que disputaba el descenso más que las posiciones de vanguardia.

Este año no: los audinos se salvaron al término de la primera rueda. Y el principal responsable, lo admitían unánimemente en el club, era Juan José Ribera. El entrenador fue capaz de encumbrar al equipo al segundo lugar y a hacer soñar a los hinchas con un esquivo título que ya es parte de la edad jurásica del fútbol chileno porque data de 1957.

Habrá que explicar bien en el club, entonces, por qué faltando tres fechas para el cierre del año, y aún estando con muchas opciones de acceder a la Copa Sudamericana, se ha llegado con Ribera a un acuerdo para que deje de dirigir a Audax; en otras palabras, por qué lo han cesado.

Claro que las expectativas de campeonar se fueron al carajo cuando apenas despuntaba la segunda rueda. La derrota con el colista Iquique, la ignominiosa goleada en contra con Limache y después la caída ante La Serena fueron tres golpes devastadores para un plantel que, con la sorprendente llegada de Eduardo Vargas para esta segunda mitad, apostó a pelear la corona ante Coquimbo Unido y Universidad de Chile, y también a quedarse con el trofeo de la Copa Chile.

La pálida campaña de este segundo semestre esclareció quizás el verdadero potencial de un elenco que -no hay que ser un experto para advertirlo- iba a tener que extremar sus recursos y apelar a la misma buena fortuna de la primera rueda, si es que quería llegar con posibilidades serias de dar la vuelta olímpica. Era sencillamente ilusorio que Audax pretendiera, con su plantilla, competir con el poderío de los clubes grandes, incluso con el plantel del finalmente campeón Coquimbo Unido.

Sustentar los resultados positivos y el alto rendimiento físico-futbolístico que exhibió Audax en la mayoría de los primeros quince partidos, no se condecía con la composición del equipo titular y de los jugadores llamados a ser alternativas. Quienes imaginaban al club en lo más alto de la tabla en la parte final del certamen -hinchas, dirigentes y un sector de la prensa- es posible que se hayan afiebrado de tanto entusiasmo. La derrota en semifinales de Copa Chile ante Huachipato fue el remezón final que despertó a los soñadores.

Pero independiente de la decepción, que el equipo se haya desplomado y que a Juan José Ribera se le concluya por anticipado su contrato cuando aún está cumpliendo el mayor objetivo del año, constituyen dos hechos de la causa que ameritan una explicación. Las razones de lo primero tendrán que darlas, en su momento, el cuerpo técnico saliente, los mismos jugadores que destacaron y luego desaparecieron y el director deportivo, Christian Bassedas, que para eso está.

Los motivos de la intempestiva partida del entrenador sí que son más de fondo, y si bien responden a una absoluta atribución de la propiedad, cuesta creer que atiendan a una certeza directiva de que quien va a asumir -ya sea un interino o un nuevo técnico- mejorará el rendimiento decreciente del equipo, que deberá ganar a lo menos seis de los nueve puntos restantes para asegurar un cupo en la Sudamericana.

Estaba escrito que luego de este bajón, las opciones de que Ribera -junto con Esteban González, los dos DT más elogiados de la primera rueda- siguiera en Audax para 2026 eran escasas. Pero si Audax Italiano quería empezar a cambiar la imagen de institución que no le otorga estabilidad a sus entrenadores por otra que privilegia una filosofía de trabajo que está por sobre rachas de malos resultados, la salida de Ribera contradice el viraje hacia este nuevo relato “del cuarto grande” que ha querido instituir la administración liderada por Gonzalo Cilley. Salvo que las razones del adiós del extécnico audino contemplen algo más que un decaimiento futbolístico.

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