Tiempos convulsos en el fútbol chileno, donde la fortuna tampoco acompaña. Ante Uganda, la Selección Sub 17 que participó en el Mundial de la categoría rozó la victoria, pero un error en el epílogo del arquero Vicente Villegas otorgó el empate a los africanos. Frente a Canadá, Chile requería vencer por dos goles. Acarició la gloria, cuando Amaro Pérez se abrió demasiado en el mano a mano con el portero Jonathan Ramson. Un 2-1 que no alcanzó.

El equipo de Sebastián Miranda se fue de la Copa del Mundo de Qatar, a pesar de sumar cuatro puntos. Los mismos de Francia (nuestro verdugo en el estreno), Canadá y Uganda. Eliminados, pero con un sabor de boca muy diferente al que sentimos en el Mundial Sub-20, cuando Chile llegó a octavos de final por un vericueto reglamentario, pero con escaso juego.

En esta ocasión hay atisbos para abrigar esperanzas de un futuro mejor. Villegas es un buen golero y está, al igual que sus compañeros, en pleno proceso de desarrollo. Los zagueros Francisco Daza, Bruno Torres y Alonso Olguín, más allá de yerros puntuales, cumplieron. Martín Jiménez, de Audax Italiano, ya milita en la primera del equipo itálico, mientras Zidane Yáñez evoluciona y tiene gol. Interesante en la franja Antonio Riquelme, al igual que el volante Christian Díaz.

Un punto de partida, en un ciclo que no puede interrumpirse. Las selecciones nacionales tienen que funcionar siempre, más aún con las precariedades que sufre la competencia interna. Durante la semana que se va, el directorio de la ANFP vivió otro papelón en esta materia, cuando en una reunión citada a última hora y en calidad de obligatoria, anunció a los clubes que la temporada 2026 mantendrá las mismas estrecheces que la de 2025.

De nada sirvió el compromiso contraído por Pablo Milad el año pasado, de efectuar gestiones ante el Estado y empresas privadas para conseguir recursos. La respuesta del curicano es que nada fructificó. “Nos fue mal”, habría sido la respuesta a una sorprendida audiencia reunida a través de una plataforma virtual.

Sencillas, pero coherentes intervenciones de Pablo Ramírez (Coquimbo Unido) y Cristián Ogalde (Magallanes), que efectuaron consultas pertinentes ante la exposición del timonel del fútbol, encontraron evasivas o respuestas impresentables para la regencia de una organización de la envergadura de la ANFP.

Nada sorprende. Es la lógica del equipo chico la imperante en Quilín, que apunta a sobrevivir, sin saber cómo o para qué. Los clubes se enteraron de que ni siquiera existía una valorización de los torneos del fútbol joven. Cuando Ogalde pidió la carpeta de presentación comercial sonaron los grillos. La indignación de los clubes, que solicitaron de inmediato una reunión para el día siguiente, chocó con una falta de respeto de la mesa a sus asociados.

En la cita del jueves no estuvo presente ningún integrante del directorio. Inaudito. Solo enviaron a un funcionario que afrontó la molestia de las instituciones que a esta altura no saben cómo ni de qué manera se disputará la temporada 2026. Jorge Yunge, el secretario general, no acompañó a Milad en la jornada del miércoles.

En una actividad privada, donde los clubes persiguen ganancias, cuesta entender por qué la matriz (ANFP) debe financiar la competencia de los antiguos cadetes. En esto tiene un punto la actual administración. El problema radica en que, durante muchos años, los dineros corrieron por cuenta de la FIFA y la Conmebol, a través de los programas Forward y Evolution, respectivamente. Esos recursos, dicen ambas entidades, tienen que ser destinados a proyectos de desarrollo, como el complejo “José Sulantay”. En Chile se usaban para pasajes y hoteles. Por eso se cortó la llave y el problema económico se agudizó.

Así está el Fútbol Joven en Chile. Sin proyecto ni claridad en su financiamiento, pero con la esperanza que surge de un grupo de futbolistas con buenas condiciones.

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