
No estaban los convocantes habituales, pero en El Teniente de Rancagua asistimos a una fiesta, que nos retrotrajo a un fútbol que ya se fue. Huachipato superó por penales (4-3) a Deportes Limache, luego de empatar 1-1 en los 90 minutos, y se llevó la Copa Chile. Hubo 9 mil 500 personas en un estadio donde convivieron las dos hinchadas y los goles se celebraron sin importar quién estuviera al lado.
Casi una rareza en una actividad en la que hace rato prima la intolerancia, el griterío desmesurado y agresivo contra el rival, cuya máxima expresión es representada por la prohibición de público visitante en muchas tribunas.
En las calles aledañas al coliseo rancagüino se cruzaban los seguidores de ambos bandos sin que pasara nada. Muchos preguntaban a los guardias de seguridad y controles sobre los lugares de ingreso. Todo fluía porque la gente asistía a ver a sus equipos en la final del segundo torneo en importancia del país, pero no iban a una guerra.
En las filas de acceso coincidían hinchas de ambos cuadros y sobró voluntad de los funcionarios de la ticketera a cargo del espectáculo para resolver los problemas tecnológicos de los asistentes argentinos que se habían enrolado en el Registro Nacional del Hincha.
Lo más probable es que en otros juegos, en especial cuando actúan los grandes, las medidas de seguridad y la planificación son las mismas. La diferencia radica en un punto central: el miércoles, en Rancagua, la gente fue a ver fútbol.
No les interesaban los fuegos artificiales, tampoco poner carteles o trapos laudatorios hacia ellos o algún sujeto muerto en una pendencia ni menos “buscar” a los adversarios.
Fue el regreso a un fútbol que añoramos, aunque en regiones aún permanece.
En el campo de juego, luego de un primer tiempo latigudo, lento, en el que ambos cuadros sabían que un gol era difícil de remontar, tuvimos emoción. El excelente estado del campo ayudó a que hubiera precisión, aunque los jugadores de Limache fueron mucho al piso por el exceso de riego antes del pleito y en el entretiempo.
La escuadra de Víctor Rivero acarició la gloria. Se puso en ventaja con la especialidad de la casa: una salida rápida comandada por Daniel Castro en el callejón central, quien abrió hacia la derecha para Facundo Pons. El argentino apuntó alto con su botín derecho y fusiló a Rodrigo Odriozola. Huachipato sintió el golpe, se desacomodó. Limache tuvo el 2-0 en un remate de Castro, que dio en el horizontal. Casi sin patear al marco, el conjunto de Jaime García se encontró con la paridad después de un rechazo corto y al centro de Guillermo Pacheco. Carlo Villanueva armó una pared con Cris Martínez y superó el achique de Matías Bórquez. En una jornada pareja, los penales resolvieron en favor del campeón del sur.
Huachipato capturó el cuarto cupo a la Copa Libertadores. Con frialdad, al advertir que en el campeonato local no generaba regularidad, Jaime García entendió temprano que el camino a los torneos de la Conmebol estaba en la Copa Chile. Sufrió en la semifinal con Audax Italiano, batalló con Limache y cumplió el objetivo.
La oncena de Rivero estuvo a un paso de la hazaña, en un año en el que supo asentarse en la categoría. El técnico elaboró una fuerza colectiva eficaz y no se equivocó en los extranjeros. Es la hora de la consolidación.







