Lleva diez años ejerciendo públicamente el oficio de soplón para el sistema judicial estadounidense. Es un confeso exdirigente corrupto. Se enriqueció apropiándose de dinero que se generaba a partir de un cargo institucional de representación nacional. Y se arrancó del país para no enfrentar a la justicia chilena y, muy seguramente, terminar preso.

Y, vaya paradoja, cada vez que abre la boca selectivamente -la especialidad que lo ha mantenido con techo, alimentación y libertad vigilada en Miami- en Chile nos detenemos a escucharlo o leerlo. Sin calibrar del todo que es un tramposo, que miente, que inventa y que solo pretende recuperar una imagen social que ya perdió para siempre. Porque Sergio Elías Jadue Jadue es y será para la gran mayoría de quienes conocen su historia de vida, un delincuente.

Resulta notable, entonces, que aún siga siendo sujeto de interés mediático. ¿Qué esperamos que revele? ¿Que mencione a sus amigos o cómplices que robaron junto con él? Por cierto que sí. Algunos dicen que basta revisar o ver con quiénes se rodeaba durante su mandato en la ANFP, para individualizar a sus cercanos, para identificar con quiénes hizo trato o los que lo apoyaban irrestrictamente en su gestión. Pero la lista de nombres es larga, varios de ellos desaparecieron quietamente y otros tantos siguen con puestos en la primera fila del fútbol chileno. Y aún falta esa confesión.

La mayoría de los cercanos a Jadue Jadue sabían que el dirigente calerano era un tunante más de aquella mafia de la Conmebol, donde Nicolás Leoz y Humberto Grondona movían al resto como marionetas. Pero como también el rebase de los beneficios del pillaje les significó algunas moneditas a la pléyade de sinvergüenzas en Chile, el silencio o la indiferencia en el fútbol profesional y federado fueron la conducta obligada. Que ahora esos mismos se desentiendan del prófugo o cuestionen su proceder, no es más que una hipocresía propia de un sector de la dirigencia chilena que tiene al fútbol ya sabemos dónde.

Con el tiempo, la figura de Jadue Jadue se está transformando en algo similar a la del legendario “Cabro Carrera”, aquel famoso pionero del narcotráfico local frecuentado por la crónica policial cada vez que había que llenar páginas con historias de delincuentes carismáticos. Del calerano que ha construido esta última década el relato biográfico del soplón radicado en Miami, esperamos que cada vez que sale de su guarida entregue información para armar el puzzle de sus delitos, y también para que se cargue a todos los que le ayudaron a ocultar sus fraudes.

Pero hasta ahora, Jadue Jadue sigue urdiendo un plan inconfesado. Que diga que Pablo Milad y sus ad lateres son unos incapaces, no es ninguna novedad; que lamente sus conductas pasadas, no nos interesa; que asegure que nunca más haría lo que hizo, no es algo que le creamos; que se haya casado con una empresaria chilena en Florida, no debería sorprendernos, porque hay que conseguir dinero para pagar las cuentas... En fin. Pasan los años y los medios deportivos seguimos consumiendo migajas de un tipo patético -tampoco es algo que nunca hayamos hecho con otros- a la espera de que alguna vez cuente con quiénes robó en la ANFP y en la Federación. Que siguen dando vueltas por ahí, rogando porque el sapo no suelte sus nombres.

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