
Amenazada por el crimen organizado, la princesa heredera de Países Bajos, Catharina-Amalia, de 18 años, vive prácticamente enclaustrada junto a sus padres, de donde solo sale para ir a la universidad escoltada por guardaespaldas. La realeza vive atrincherada en el Palacio Real en La Haya, con sus padres el Rey Guillermo Alejandro de los Países Bajos y su esposa, la argentina y Reina Máxima.
La Reina Máxima dijo que su hija Amalia "no puede salir de casa" y que eso tiene "enormes consecuencias en su vida". La princesa debía compartir residencia con otros estudiantes en Ámsterdam, como muchas jóvenes de su edad. Las medidas de seguridad de la princesa se reforzaron considerablemente recientemente, ya que las autoridades temen un intento de secuestro o de atentado por grupos del crimen organizado.
Máxima, quien nació en Argentina, dijo en un punto de prensa, al finalizar el jueves una visita a Suecia, que la princesa Catharina-Amalia, de 18 años, ya "no vive en Ámsterdam y prácticamente no puede salir". Agregó que, de todos modos, la joven continúa sus estudios. "Nuestros servicios de seguridad trabajan duro día y noche para asegurar su seguridad", declaró el jueves por la tarde en Twitter la ministra de Justicia y Seguridad Dilan Yesilgöz-Zegerius.
"Es posible que hayas oído hablar de ciertas noticias o algo así. Tiene enormes consecuencias para su vida. Significa que no vive en Ámsterdam y también que realmente no puede salir. Esas consecuencias son muy difíciles para ella. No tiene vida de estudiante para ella, como lo han hecho otros estudiantes. Estoy muy orgullosa de ella y de cómo mantiene todo funcionando", mencionó la Reina Máxima.
La princesa Catharina-Amalia es víctima de la mocromafia:
La princesa "es aparentemente el blanco de la mocro mafia", declaró a la AFP Rick Evers, periodista especializado en la realeza. La "Mocro Maffia" son las organizaciones mafiosas marroquíes especializadas en el tráfico de droga a los Países Bajos y a Bélgica. Es conocida por controlar el tráfico de cocaína a través de los puertos de entrada a Europa de Rotterdam y de Amberes, con una violencia en aumento.
Países Bajos y Bélgica se ven a veces comparados a "narcoestados" por culpa de esta situación. Mientras ganan terreno en las calles, las organizaciones criminales amenazan también las altas esferas de la sociedad. El ministro belga de Justicia fue blanco de un proyecto de secuestro en septiembre.