Por Pablo Mettroz (@pablo_mettroz)
De cualquier cosa, menos de fútbol se habló durante los días previos a este partido definitorio entre Dragones Celestes y Cruzados, jugado a la orilla del mar en Cavancha. Que el equipo alternativo ante Colo-Colo por la Copa Chile -incluyendo solicitudes delirantes de devolución de plata a los espectadores-, que la negativa para vender entradas a la gente de la Católica -anunciando incumplir abiertamente las Bases del Torneo-, que luego el precio de las mismas fueron fijadas a un precio ridículo, que la amenaza de la dirigencia iquiqueña de no presentarse si no se habilitaba Cavancha para este encuentro, que el ataque artero a la gente de la UC, incluyendo niños, que fue a saludar al equipo al hotel, etc.
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Concretamente, la noticia verdaderamente de fútbol fue la inclusión de Álvaro Ramos como titular, ya que se dudaba de su presencia por estar volviendo de una lesión que lo marginó del partido frente a Antofagasta. La UC, por su parte, anunció y posteriormente presentó el equipo que ya viene jugando hace varias fechas y que es fácil recitar de memoria: Toselli: Álvarez, Lanaro, Maripán, Parot; Fuentes, Kalinski, Buonanotte; Fuenzalida, Noir y Castillo.
El desarrollo inicial del partido fue como los iquiqueños pretendieron: muy dinámico, de pocos espacios, buscando ahogar la salida visitante. Los pelotazos desde los zagueros, Guerrero y Zenteno, molestaban porque las segundas pelotas caían en pies celestes. Asimismo, los de arriba, tremendamente movedizos y buenos técnicamente, parecían estar en todos lados rondando el área de Toselli. Si no era Villalobos, era Ramos, o Bustamante o Misael Dávila. De atrás apoyaba Caroca o Riquero, quien incluso se atrevió a encarar en una jugada que terminó con la apertura de la cuenta de Dávila.
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La UC sufrió atrás los primeros veinte minutos, y luego se afirmó. Ya con el marcador 2-2, Fuentes y Kalinski quitaban y entregaban, o bien se animaban a subir. Buonanotte encontró los espacios para habilitar con ventaja a Noir o a Castillo. Pese a ser una cancha chica, la lentitud del bote que da en el norte invita a lanzar la pelota larga porque ésta se frena y permite que llegue a controlarla el puntero.
El segundo tiempo, el rápido gol de Castillo, tras ese pase maravilloso a la cabeza de Buonanotte, bajó el ánimo del enfervorizado ambiente que se vivía en el estadio. Las monedas y botellazos que ofrecía la parcialidad local fueron cambiados por silencio y observación. A medida que caían los goles de Nico y Buonanotte, ya cundía la resignación. Terminaron cantando el himno del club, valorando el esfuerzo del local, pero al mismo tiempo reconociendo que la lucha había concluido.
La UC terminó dominando el partido, y lo demostró contundentemente con seis goles en el marcador. El equipo brilló en una cancha tremendamente complicada por el nivel del rival y por los componentes externos que fácilmente invitan a la desconcentración. Cabía dentro de las probabilidades sucumbir bajo el ambiente cuasi bélico que proponía Iquique, sobre todo en las tribunas mecano. Sin embargo, lograron imponerse con autoridad y ahora hay que descansar para preparar la final que tendremos el jueves en Temuco.
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Cruzados: solo un rival se interpone entre nosotros y nuestro objetivo. De ninguna manera cabe pensar que con la goleada a Iquique la pega ya está hecha. Estos cuatro días que sean de energía positiva y concentración, todos debemos estar en comunión en pos del triunfo que queremos lograr. La Católica debe ser una sola si queremos verla en lo más alto. Todos tenemos una tarea y los invito a llevarla a cabo con la mayor alegría posible, sea en el estadio, en la casa, en el café, o donde sea. ¡Vamos Católica!
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