Hasta hace un par de años, y mucho antes de que en el mundo se comenzara a hablar de crianza respetuosa, había dos frases universalmente utilizadas para hacer que un niño dejara de llorar: “Los hombrecitos no lloran” y “Llorar es de niñitas”.
“Los estereotipos de género afectan a la sociedad en general, desde la presión para que la gente asuma papeles que están impuestos desde niños, como hombres y mujeres que somos en esta sociedad binaria, y muchas personas no tienen el carácter para asumir en el caso del hombre la protección de la casa, en el caso de las mujeres la sumisión y la crianza de los niños. Es una presión, y toda presión social se basa en una forma de hacer que las personas sean aquello que probablemente no quieren ser. No nacemos hombres o mujeres con papeles, nacemos niños y niñas y desde ahí ya está la presión”, reveló Eugenia Dos Santos, socióloga, analista política y académica de la Facultad de Humanidades de la Universidad de Santiago de Chile (USACH).
¿Cómo afectan los estereotipos de género?
De hecho, uno de los prejuicios más empujados durante gran parte del siglo XX era justamente que los hombres debían ser fuertes, firmes y autoritarios, características que se asociaban directamente con la naturaleza masculina, mientras que las emociones eran temas exclusivos de las mujeres.
“En el caso de los hombres particularmente, estas normas sociales todavía, pese a que han avanzado, desincentivan a hablar de la emoción. Entonces, yo creo que el hecho de tener todavía este ocultamiento de hablar o de exponerse, afectan", señaló por su parte Dante Castillo, sociólogo y académico de la Facultad de Humanidades de la misma casa de estudios.

“Hay una represión emocional, porque hay todavía un mandato de la fortaleza que tendría el rol masculino y que sigue estando presente. Por ejemplo, el tema de que los hombres no lloran, o que siempre deben mantenerse fuertes, eso influye en que repriman emociones, que se pueden transformar en tristeza o miedo a la vulnerabilidad”, siguió.
Estereotipos de género y salud mental
Y aunque estos estereotipos de género han ido desapareciendo con el paso del tiempo, lo cierto es que en la actualidad hay muchos hombres que todavía son víctimas de estas ideas machistas que fueron grabadas en su memoria desde la infancia, y que ven perjudicada su salud mental sin atreverse a pedir ayuda pensando en el qué dirán.

“El acudir o no acudir a terapia está directamente relacionado con los estereotipos de género y con los mandatos sociales con los que se relacionan hombres y mujeres”, explica Gloria Jiménez-Moya, académica de la carrera de Psicología en la Pontificia Universidad Católica (UC), e investigadora asociada del Centro de Estudios de Conflicto y Cohesión Social (COES).
De hecho, un estudio realizado por la Substance Abuse and Mental Health Services Association de los Estados Unidos reveló que solo un 10,5% de la población masculina accedió a recibir tratamiento para lidiar con sus problemas de salud mental, mientras que en el caso de las mujeres las cifras se elevan a un 18,8%.
“Especialmente, hay un impacto generacional; entonces hombres con cierta edad, hombres de la tercera edad, se han sociabilizado de una forma clara y directa con esta idea de que todo lo emocional se relaciona con la debilidad, y los hombres no pueden ser débiles. Los hombres tienen que ser fuertes, no pueden mostrar sus sentimientos, porque eso se relaciona con mostrar una cara femenina que en última instancia se percibe como debilidad, como vulnerabilidad”, añadió la profesional de la UC.
Machismo y salud mental: ¿Por qué a los hombres les cuesta ir a terapia?
Pedro Muñoz es uno de ellos. “En mi casa nunca se estiló como ahora que los niños pudieran ser parte de una conversación, mucho menos pensar en recibir un cariño o un abrazo. Esas eran cosas que te enseñaban que eran de niñitas o de homosexuales”, relató. “Yo no recuerdo nunca haberle dado un beso a mi papá, porque esas cosas no eran de hombres”.
Como muchas personas de su edad, Muñoz fue criado en una sociedad machista, y hoy a sus 68 años reconoce que nunca pudo aprender a demostrar afecto de una forma que le fuera natural, lo que creó roces inevitables dentro de su familia, quienes lo tachaban como una persona fría y poco cariñosa.

“Cuando nació mi nieta yo creo que recién me empecé a ablandar un poco más, porque con mis hijos las cosas también eran bien distintas. Uno no era un buen papá por demostrar más cariño, uno era buen papá siendo un buen proveedor para la casa, preocupándose de su educación, poniendo mano firme para que fueran personas de bien. Era otra vida”, acotó.
Sin embargo, todo cambió cuando en el 2017 sufrió un ataque cardiaco, el que hizo que tras su recuperación fuera derivado por primera vez a una consulta psicológica. “Yo no quería, para mí eran puros charlatanes, una pérdida de tiempo”, confiesa. “No me acomodaba para nada, y mi hija me llevó casi a la fuerza”.

“Fue difícil, pero él me tenía paciencia, me hablaba de otras cosas y de repente, entre medio, me preguntaba cosas más personales. Empezamos de a poco, me arranqué un par de veces entremedio, pero mi familia me necesita, y para poder estar para ellos necesitaba estar bien”, confesó Pedro respecto de su experiencia.
“En la medida de las habilidades del terapeuta, se empieza a naturalizar los procesos terapéuticos y también a hablar de sus debilidades, desde el punto de vista machista, de sus dolores, de sus penas, de la sintomatología ansiógena, de las dificultades y de lo bueno que es compartir con otras personas, de lo bueno que es contar y ser capaces de develar sus sentimientos… y a partir de esto se comienza, en una etapa tardía, eventualmente, a deconstruir el machismo”, acotó por su parte Luis Pino, Director de la carrera de Psicología de la Universidad de Las Américas (UDLA).
El peligro del machismo para la salud mental masculina
Aunque muchas personas no lo crean, el machismo también afecta a los hombres, ya que este conducto social impulsa un concepto de masculinidad tóxica en el que la virilidad se relaciona directamente con conductas impulsivas, dominantes y que demuestren más poder que vulnerabilidad, lo que a la larga puede ser peligroso tanto para su salud física y mental.
“Se enseña a reprimir. Esta educación que tiende todavía a reprimir las emociones también podría explicar esta dificultad para pedir ayuda. El machismo no solo oprime a las mujeres, es un campo de discusión, pero también oprime a los hombres en términos de distinción de género. Este machismo se traduce también en ‘aguántese como hombre’, ‘los hombres no lloran’, etcétera. Y eso también influye en esta posibilidad de sostener ayuda”, complementó el sociólogo Dante Castillo. “La autoexigencia y el hecho de no ser suficientemente hombre respecto de esa normalidad también genera frustración e, indudablemente, agotamiento. Aumentan los riesgos de depresión y uno podría decir que en algunas sociedades también hay ciertas tendencias al suicidio”.

En esa misma línea agregó que también “hay conductas compensatorias dañinas respecto de cómo yo trabajo mi rol o mi estereotipo de género masculino, y estas conductas compensatorias pueden ser el consumo de alcohol, droga o la explosión de la violencia“, lo que se alinea con lo señalado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), quienes apuntaron a que la esperanza de vida masculina es cinco años más baja que la femenina, debido en gran parte a la falta de atención médica, a la participación en actividades de alto riesgo y al suicidio.
Y si bien esta problemática afecta a hombres de todas las edades, lo cierto es que su impacto es mucho más prevalente en adultos mayores que en personas más jóvenes. “Podemos encontrar, por ejemplo, que el segmento sobre los 50 años, muchos de ellos (los hombres) acuden a terapia por temáticas asociadas a la crianza principalmente, la familia, el nido vacío, las separaciones o los conflictos de pareja son temáticas recurrentes en este segmento etario”, reveló el director de Psicología de la UDLA, Luis Pino.

Redefiniendo el ser hombre: Los nuevos conceptos de masculinidad
Con el paso de los años y en gran parte gracias a la información difundida por los diferentes movimientos feministas alrededor del mundo, cada vez son más los hombres que comienzan a dejar atrás los estereotipos de género sexistas, anteponiendo su felicidad y su bienestar por sobre los prejuicios sociales.
“Hoy en día están surgiendo nuevos modelos de hombres, nuevas masculinidades como se les llama comúnmente, que muestran que se puede mostrar las emociones, se puede pedir ayuda y esto no implica algo negativo para nada. Todo lo contrario, el enfrentarse a la propia vulnerabilidad es algo bien valiente. Entonces siento que esto está cambiando poco a poco con las nuevas generaciones”, explicó la psicóloga social Gloria Jiménez-Moya.
De hecho, y si bien aun la brecha de género es altísima, de acuerdo al último Termómetro de la Salud Mental en Chile Achs - UC, un 17,8% de las mujeres encuestadas declaró sufrir o tener sospechas de tener problemas relacionados con la salud mental, mientras que en el caso de los hombres las cifras están 10 puntos más abajo, con solo un 7,3%; lo que representa el punto más bajo desde julio del 2020.

Erradicando el machismo y los estereotipos de género
Eliminar la masculinidad tóxica no solo es un gran avance para la salud mental masculina, sino que también es una necesidad cada vez más latente para construir una sociedad equitativa, en la que hombres y mujeres no solo tengan las mismas oportunidades, sino que también puedan tener los mismos derechos a sentir y expresarse como lo deseen dentro de la sociedad.
En esa misma línea, y para poder llegar a ello, la socióloga Eugenia Dos Santos cree que es fundamental “ir desmitificando este papel fuerte, esta armadura, esta coraza de resistencia de los hombres, y pienso que nosotros ya estamos haciendo eso a partir del momento en que los hombres tienen acceso a participar en la crianza de los niños, a participar y a hacer los trabajos domésticos”.
“Yo creo que, en un tiempo más, el machismo va a ser algo del pasado. Pero tenemos que pensar que la sociedad avanza muy lento, y no en todos los lugares nosotros tenemos posibilidad de infiltrar o interponer determinadas ideas un poco más flexibilizadas de lo que es ser hombre, de lo que es ser mujer, o de lo que es ser un ser humano.
“En ese sentido, creo que el machismo se va a ir diluyendo y desmitificando a partir del momento en que nosotros podamos ir criando a nuestros niños de manera mucho más diversa. Que los niños tengan mucha más libertad, menos represión sexual, menos imposición y menos conservadurismo. Y a partir del momento que creamos sociedades más democráticas, más inclusivas, nosotros también vamos a tener el derecho de hablar de derechos”, concluyó.

Mientras que para Jiménez-Moya, la clave está en desautomatizar paulatinamente los estereotipos de género. “Este sexismo y este machismo muchas veces es sutil, implícito, porque el machismo explícito está castigado, lo detectamos fácilmente, pero el implícito, el de los pequeños detalles, no. Entonces, el primer paso debe ser reconocer los propios estereotipos de género, reconocer que todos y todas tenemos sesgos, que los aplicamos a nosotros mismos y que aplicamos a los demás”.
“Una vez que reconocemos eso es donde tenemos que generar nuevas normas sociales, mostrar nuevos modelos de hombres y mujeres que son contra estereotípicos, que son capaces de mostrar otra forma de ser, otras características distintas a las tradicionales; pero para tener estos modelos primero hay que caer en la cuenta de que seguimos teniendo estos sesgos. Es un error pensar que somos todos igualitarios. Yo creo que esta es la intención, ser igualitarios, construir un mundo más igualitario, pero todos tenemos sesgos. Tenemos que visibilizar y ser conscientes de los propios sesgos para poder avanzar”, finalizó la profesional de la UC.