Eran los últimos días de septiembre. La U ya había vuelto a la competencia tras el receso por la pandemia, y Walter Montillo demostraba que pese a los meses de para, seguía siendo el jugador más importante del equipo. Y fue por eso que la dirigencia decidió, por fin, empezar a conversar un tema que ya se había dialogado entre pasillos: la renovación de su contrato.

El jugador estaba indeciso, no porque no quisiera seguir en el equipo en el que más se había identificado a lo largo de su carrera y al que regresó luego de una década y varios intentos fallidos. Pero su plan inicial era cerrar la cortina de su trayectoria profesional este 2020, algo que postergó -y por lo que hizo varios arreglos familiares- sólo para poder cumplir con su tarea pendiente.

Sin embargo, al ver el interés del club, se entusiasmó. Incluso se atrevió a mencionarlo públicamente por primera vez, adelantando que la U sería el último equipo de su carrera como futbolista. Todo parecía un trámite, apoyado por el hecho de que quien se acercó a él no fue ni Sergio Vargas ni Rodrigo Goldberg, los directores deportivos y "de facto" gerentes de fútbol, sino que el mismísimo presidente de Azul Azul, Cristian Aubert.

Aunque no fue el mandamás con quien logró su postergado retorno a la U -el renunciado José Luis Navarrete era quien estaba a cargo- sí era alguien a quien le tenía mucha confianza, ya que lo conocía desde su paso previo por el club.

Pero el mismo a quien culpó este lunes, al afirmar que ya había tomado la decisión de no seguir en el equipo. ¿Qué cambió?

La famosa "evaluación"

Cuando se filtró hace unos días que Azul Azul quería "evaluar" a Montillo para decidir si renovarle el contrato o no, se malentendió que esa orden provino del nuevo técnico, Rafael Dudamel. Pero venía de más arriba y, de hecho, no era ni extraña ni particular al caso del argentino.

De hecho, el DT venezolano no sólo no ha tenido opinión en el tema, sino que se ha tenido que enterar por los medios cómo podría estar viviendo los últimos partidos del argentino en su plantel. Un estudioso que conocía perfectamente a todos los jugadores del plantel antes de llegar a Chile, Dudamel incluso era consciente de la "Montillodependencia" que afectó al equipo durante toda esta temporada.

En el club afirman que ese tipo de evaluaciones, sobre todo a jugadores veteranos, es una práctica común. De hecho, en este mismo momento, Jean Beausejour, Matías Rodríguez y Osvaldo González también tienen carpetas particulares con sus nombres.

La gran diferencia, sin embargo, es que Montillo no podía seguir esperando. Para venir a la U, tuvo que convencer a su esposa y cambiar de colegio a sus dos hijos en edad escolar, Valentín (12) y Santino (10), éste último que además tiene necesidades especiales y tuvo que modificar un par de tratamientos y rutinas médicas médicos para venir a Chile, el país donde nació.

"Yo vivo evaluado... pero creo que después de 12 meses en el equipo ya saben cómo estoy", señaló Montillo en Radio ADN, en parte apuntando a que si bien es una prerrogativa de la dirigencia, más evaluaciones no eran necesarias.

Objetivos diferentes y falta de comunicación

Para rebasar aún más el vaso, la semana pasada se anunció que la U había decidido comprar la mitad del pase de Pablo Aránguiz. Algo que, por cierto, sólo se supo porque el club estadounidense lleno de su pase lo publicó en redes sociales.

Pero a esa altura la situación entre el club y Montillo ya estaba llegando casi a un punto muerto. Cuando su representante Sergio Irigoitía -quien más que un simple agente es un amigo y confidente- señaló en la prensa que el jugador "estaba dolido", el jugador ya había decidido no continuar. Esperaba un último gesto de la dirigencia, un cheque en blanco no en cuanto a lo económico sino a que al interés de retenerlo, que no llegó.

El club, y Aubert, quedaron sorprendidos con la filtración y no hubo intentos serios durante el fin de semana para componer la relación. Y por eso, Montillo decidió tomar el teléfono y dar a conocer lo que él mismo reconocía era una "bomba", tanto para la institución como para los hinchas.

En la U todavía creían que podrían mantener al viejo "Buque Insignia". Sólo un cierre catastrófico del torneo nacional que los terminara mandando a Primera B habría cambiado en algo la intención y, aún así, habría existido intención de que siguiera, aunque bajo nuevos parámetros económicos.

Lo monetario, en todo caso, nunca fue un problema. En esta pasada, eso ni siquiera se alcanzó a conversar. En la dirigencia creyeron que podrían tratar a su símbolo y capitán como cualquier jugador, y Montillo necesitaba una comunicación más decidida y rápida.

En el fondo, ambas partes querían seguir juntas, pero un malentendido tiene a la U a punto de quedarse sin su principal referente para el próximo año.

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