Al hincha de Universidad de Chile le gusta echar a andar la memoria futbolera, hasta la primera mitad de la década del ’90. Y cómo no, si las emociones vividas en ese periodo son imborrables. Segunda División en 1989, poco y nada en 1990 y casi un nuevo descenso en 1991; luego, en 1994, el ansiado título que cortó una sequía terrible de 25 años sin coronas.

Fundamental en ese viaje a la gloria total fue el hito que marcó el inicio de la temporada 1992. “La Nueva U”, el concepto acuñado por la dirigencia entonces comandada por René Orozco, puso a soñar a todos los fanáticos azules con que sí era posible enterrar para siempre las maldiciones.

Llegaron refuerzos y, entre ellos, un grande al continente. Rogelio Delgado, el multicampeón de Paraguay, de América y del Mundo con Olimpia de Asunción, el ex Independiente, el mundialista con la Selección albirroja, llegaba a la U para, con las toneladas de experiencia que traía, comandar la retaguardia en las temporada 1992, 93 y, la del título, la 94.

Barbazul fue el apodo inmediato para un jugador, además, de look inconfundible, en una época en que el vello facial estaba reservado solo para los rudos de verdad. Delgado marcó época en la U, pese a que tras el título sorprendió a todo el mundo para sumarse al cuerpo técnico de Colo Colo.

“Desde el primer momento que me llega la oferta, yo sabía ya que Sergio Vargas, con quien compartimos en Independiente por varios años, había ido a la U. Cuando me contactan Arturo Salah y don Humberto Lira, un tremendo dirigente, no dudé. Tenía una oferta también para volver a Argentina, pero elegí Chile, porque imaginaba la experiencia rica que iba a vivir.

-Todo bien, pero para ponerlo en contexto, Universidad de Chile venía de jugar en Segunda División en 1989 y de salvarse del descenso en una Liguilla en 1991. ¿No le asustaba venir a esa U? ¿No la pensó?

Mire, cuando decidí irme a Independiente (1987), antes había tenido una propuesta para ir a Boca Juniors, pero yo decidí ir a Independiente, porque tenía la herencia de un extraordinario futbolista como Arsenio Erico (delantero de la época de los ’30 y ’40, para muchos el mejor futbolista paraguayo de la historia), así que por eso elegí. En el caso de la U, yo inmediatamente la asocié con la Universidad, averigüé y el club tenía pueblo, barra. Luego, Chile como país me encantaba; me encanta en realidad y sigo yendo dos veces al año. No dudé cuando me hablaron. Sabía que no estaba muy bien y cuando empezamos a entrenar, ¡ahí me di cuenta que estábamos mal!

La Nueva U, la gran revolución azul de principios de los ’90

-La Nueva U se llamó ese equipo al que usted llegó. Dos figuras claves, Arturo Salah y René Orozco. ¿Qué recuerdos guarda del doctor?

Lo más importante del doctor Orozco fue la pasión por la Universidad de Chile y él la defendía con capa y espada, cómo sea y dónde fuera. El gran trabajo lo hizo Arturo Salah con su cuerpo técnico y la asistencia dirigencial deportiva cercana fue la de don Humberto Lira. Fue un dirigente que me transmitió la confianza de que la U podía ser mejor de la que encontramos cuando llegamos. Políticamente, el doctor Orozco fue fundamental; deportivamente, destaco a Salah y a Lira.

-Ese equipo lo formó Salah, pero lo sacó campeón Jorge Socías…

El plantel lo manejó un cuerpo técnico y el segundo principal era el profe Socías. La conformación, la planificación, la línea de juego, la línea de conducta lo marcó Salah, pero todo el cuerpo técnico, de alguna manera, llevaba adelante lo que estaba planificado. Cuando hubo ese cambio, todo el equipo lo sintió. Unos cuatro o cinco partidos después de que se fuera Salah no ganamos y cuando comenzamos a dimensionar que enfrentábamos otro escenario, con otra mano técnica, en nombre, porque el trabajo siguió siendo el mismo, ahí recién el equipo se recuperó y lo hizo a tiempo…

Una imagen clásica de los noventa. Rogelio Delgado con la camiseta de la U y los hinchas azules de fondo.
Rogelio Delgado.Una imagen clásica de los noventa. Rogelio Delgado con la camiseta de la U y los hinchas azules de fondo.

-El campeonato del ’94 es unánimemente considerado como uno de los mejores torneos en la historia del fútbol chileno. ¿Está de acuerdo con eso?

Inclusive en los primeros años, con el buen trabajo que había hecho el jefe Salah, ya podríamos haber logrado el título. Para quitarle el campeonato ’94 a la Católica había que hacer mucho y bien, porque era un tremendo equipo y dirigido magistralmente por un gran técnico como Manuel Pellegrini y a eso había que ganarle. La U hizo ese esfuerzo extra para vencer a un equipo que era igual o mejor... Hasta ahora recuerdo los sufrimientos que nos hicieron pasar (Néstor) Gorosito, Beto Acosta, Fabián Vázquez, los dos Vázquez en realidad (el otro era Jorge Gabriel), tremendos… A ese equipo le ganamos el campeonato. Eso tiene un valor tremendo.

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-La polémica de que hubo “cosas raras” en ese título seguirá existiendo por los siglos de los siglos. Gorosito todavía cree que fue todo medio oscuro…

¡Ja! Yo sufrí el talento de Gorosito, pero la relación era muy buena, la verdad. Incluso con el Beto Acosta, que teníamos encontronazos tremendos en los clásicos, se reducía todo a dentro de la cancha; afuera nos tratamos muy bien. Aquí el gran tema es que nosotros les ganamos un campeonato que ellos creían que tenían asegurado. Incluso, el plantel de jugadores de ellos era mucho más rico en todos los aspectos. Eso fue, nada más. Después, nadie puede creer que pudo haber habido otra cosa que no fuera lo que pasó dentro de la cancha.

-¿Sentían en ese entonces como plantel el peso de un club que hacía 25 años no podía ser campeón?

Indudablemente que era así. Desde el primer momento lo sentimos. En el campeonato del ’92 anduvimos muy bien y en la parte final aflojamos por ese tipo de presión. Después, fuimos apretando más el rigor y fortaleciéndonos más en ese aspecto y el equipo comenzó a mejorar. Tuvimos jugadores tremendamente importantes, que por su comportamiento competitivo hicieron que definitivamente y con firmeza pensáramos en que se podía ganar el campeonato…

Un plantel que quedó en la historia de la U

-Varios que son considerados leyendas de la U…

Sergio Vargas fue de excepción. Adelante, Marcelo Salas era un hambriento del gol, el Bombero (Juan Carlos) Ibáñez, igual. (Patricio) Mardones fue un tipo sobre quien descansaba todo el trabajo de recuperación. El Huevito (Esteban) Valencia era un interior que iba y venía con un recorrido tremendo. (Raúl) Aredes me hacía acordar a Ricardo Bochini, porque ahí donde nadie veía una posibilidad de pase filtrado, él la veía. (Fabián) Guevara, (Cristián) Castañeda, jugadorazos…

-¿Y qué me dice de los compañeros en la zaga central?

Ronald Fuentes y (Luis) Abarca eran tremendos. No sé cómo jugué yo y, de repente algunas veces ellos descansaban. Con una exactitud para los movimientos precisos. Teníamos un muy buen equipo, la verdad. Si digo que la Católica fue un grandísimo plantel, nosotros también lo éramos y los partidos que teníamos que ganar los ganamos. Hicimos esa diferencia.

La U campeona de 1994. Arriba, de izquierda a derecha: Sergio Vargas, Cristián Castañeda, Luis Abarca, Rogelio Delgado, Luis Musrri y Juan Carlos Ibáñez. Abajo: Fabián Guevara, Patricio Mardones, Esteban Valencia, Raúl Aredes y Marcelo Salas.
Universidad de Chile.La U campeona de 1994. Arriba, de izquierda a derecha: Sergio Vargas, Cristián Castañeda, Luis Abarca, Rogelio Delgado, Luis Musrri y Juan Carlos Ibáñez. Abajo: Fabián Guevara, Patricio Mardones, Esteban Valencia, Raúl Aredes y Marcelo Salas.

-¿Sigue en contacto con los futbolistas de ese plantel?

Todos los años nos juntamos. El fin de año que pasó nos reunimos en una fiesta muy linda, en que celebramos los 30 años de aquel campeonato. Estamos en contacto, tenemos además un grupo en redes. ¡Hay que aguantar a veces a Vargas o a Carepato (Horacio) Rivas o a Morita (Cristian Mora), pero qué vas a hacer! Si nos aguantábamos cuando estábamos en el vestuario, vamos para adelante nomás.

-¿Se siente un líder usted de ese plantel? Porque llegó a Chile pasados los 30 años…

33 tenía, aunque Vargas ande diciendo por ahí que yo era Tutankamón. No me siento un líder en particular, aunque yo sí hacía mi mejor esfuerzo para que el esfuerzo del camarín fuera rigurosamente exigente. Un vestuario no puede ser un lugar donde se hable de cualquier cosa. Debe ser para hablar cosas de fútbol y, en ese aspecto, colaboré. También, aporté en que los entrenamientos tuvieran la rigurosidad de casi competencia, porque la práctica tiene que ser así. El nivel del vestuario y de los entrenamientos va de la mano con las posibilidades de conseguir logros importantes. Si no es así, es probable que no se consiga nada. Yo fui uno más, siempre quise que me recuerden, en todos los clubes donde estuve, por lo que hacía, por lo que intentaba hacer y por lo que contribuía para que mis compañeros hicieran su trabajo de la mejor manera posible. Con eso me bastaba.

-Y como uno de los más experimentados del camarín, ¿usted veía a Marcelo Salas y le proyectaba el potencial para ser la estrella mundial que después fue?

¡Ojo que yo no era el más viejo, ja! Mira que había algunos que no se sabía qué edades tenían. Puyol nunca supimos cuántos años tenía; Carepato tiene una melena que trata de disimular que es joven y había varios así… En el fútbol, la predisposición y la actitud permanente eran insustituibles y él (Salas) tenía esa predisposición permanente para jugársela en cada pelota. Eso es hambre de fútbol y, por su posición, era hambre de gol. Lo vi siempre así y por supuesto… Siempre lo alenté, lo empujé, porque me gustaba mucho trabajar con los jóvenes, como alguna vez trabajaron conmigo. Así fue con él y con otros que venían, como Rodrigo Goldberg, Marcelo Jara, Gabriel Galindo. La mayoría de los muchachos que se iban integrando a ese plantel.

-¿Qué rol tiene usted en la U? ¿Se siente un ídolo?

Creo que hay otros que son más históricos que yo. Agradezco haber vivido la experiencia de futbolista en la U. El otro día les decía a los muchachos: debe haber sido uno de los vestuarios donde me sentí más cómodo, porque había un muy buen nivel de exigencia entre compañeros.

El inesperado paso a Colo Colo

-Terminado su vínculo con la U, usted se fue a Colo Colo. Claro, lo llamó su amigo y compatriota Gustavo Benítez para el cuerpo técnico. ¿Pero no cree que fue algo demasiado brusco? ¿Qué fue un shock? El titular campeón con la U se va de un día para otro a Colo Colo…

Contaré lo que ocurrió. En diciembre, terminado el campeonato que festejamos todos, finaliza mi contrato con el club. Me ofrecen la posibilidad de dialogar por eso y lo hicimos; conversamos. Yo dejé mi contrato firmado en la U, cuando viajo a Paraguay, con los mismos términos económicos con los que había jugado en los años anteriores. Cuando vuelvo a Chile, encuentro mi contrato de la misma manera en que lo dejé yo, sin la firma y el sello de la dirigencia de la U. Consideré que no querían contar conmigo; eso lo dije incluso en una reunión con los dirigentes posteriormente. Les comenté que tenía una propuesta de un equipo y que en los próximos días tenía que decidir, porque en el club encontré que mi contrato no tenía la respuesta que yo hubiese querido…

-¿Y así nomás se fue?

Me fui para formar parte de un cuerpo técnico, porque yo me había preparado para eso. Partí para dirigir las divisiones formativas, como verdaderamente lo hice mientras estuve en Colo Colo y, de alguna manera, colaboraba con el cuerpo técnico de arriba, de Primera. Pero, esa era mi función, porque yo soy docente y me gusta el trabajo educativo y formativo de los talentos jóvenes. Así que me fui…

-Pero hasta jugó por Colo Colo…

Como uno está comprometido con el club con el que firma un contrato, en algún momento, un año y algo sin jugar, el equipo tuvo una necesidad en un par de partidos, porque no tenía defensores y, sin entrenar ni nada, entré a jugar ese par de partidos, pero nada más que eso. Fue por la responsabilidad con el club.

Una imagen que le duele al hincha de la U: cuando el paraguayo jugó por Colo Colo.
Rogelio Delgado.Una imagen que le duele al hincha de la U: cuando el paraguayo jugó por Colo Colo.

-Si pudiera retroceder el tiempo, ¿se volvería a ir de la U a Colo Colo?

Es que nunca me hubiera ido de la U si es que hubiese tenido mi contrato firmado. Si yo dejé todo firmado cuando me vine a Paraguay. Porque así se hace: un jugador, al término del año conversa y deja todo firmado. La parte administrativa preparó los papeles, yo firmé y lo dejé. Pensé que iba a retirar mi contrato firmado por los dirigentes cuando regresé… No es tampoco una situación que no se da en el fútbol, pero mi deseo, refrendado por mi firma, era seguir en la U. ¡Si salimos campeones, cómo no iba a querer seguir!

-¿Por qué no le habrán querido renovar?

Hay un tema que a mí siempre me dio vueltas en la cabeza. Ese año, cuando la U estaba muy mal económicamente, como grupo decidimos hacer un comunicado público, en el que denunciábamos la situación por la que estábamos pasando. Pero, además, en ese comunicado nos comprometíamos a que, a pesar de las deudas que estaba teniendo el club con nosotros, daríamos lo mejor desde ahí a que terminara el campeonato. Esa parte me parecía fundamental, porque si no, renunciábamos al campeonato. De alguna manera, ese comunicado público me lo atribuyeron a mí y puede que por eso no hayan firmado mi contrato, cuando lo dejé…

-¿Sigue recibiendo el cariño de la U, pese a ese episodio de Colo Colo?

Yo estoy agradecido a la gente de Chile. Donde hay un chileno, hay afecto y eso para mí es demasiado importante. Y no solo la gente de la U, sino de otros equipos, porque el buen aficionado del fútbol identifica cuando uno verdaderamente se compromete en la cancha y eso fue lo que yo hice. La gente lo reconoce hasta hoy.

-Sale campeón en 1994, en un nivel alto, y al año siguiente deja el fútbol. ¿No le pareció un poco apresurado su retiro?

Puede ser. Cuando llegué a la U tenía tres operaciones de rodilla bastante delicadas y tenía una operación de columna, entonces tenía que vivir para el fútbol y, como me gusta, hoy tengo que hacer mis ejercicios de fortalecimiento para seguir jugando, porque me encanta jugar. En ese tiempo y por esa situación que había pasado, con 37 años, no era ningún jovencito… Pero, usted tiene razón, podía todavía dar un poquito más…

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