Billetera mata ilusión

En un Consejo de Presidentes dominado por los representantes, operaciones que deterioren la competitividad de los menos poderosos son un efecto colateral no deseado, pero plausible en las lógicas mercantiles de quienes hoy comandan los clubes.

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Esteban Matus contra su nuevo equipoEl canterano de Audax Italiano, figura de uno de los líderes en la primera rueda, fue traspasado a la U, candidato al título.
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El traspaso de Esteban Matus desde Audax Italiano a Universidad de Chile representa una de las mayores distorsiones deportivas de los últimos años.

Los azules quieren al lateral de los itálicos -que ya tiene una nominación a La Roja- para cubrir el puesto de Matías Sepúlveda, quien aceptó la oferta del Vitoria de Brasil, un modesto club que lucha por salvarse del descenso. Dentro del actual reglamento de la ANFP, que no establece límites para las transferencias entre clubes chilenos a mitad de temporada, se dará el extraño caso de Matus, quien luchó denodadamente para que el Audax fuera campeón en el primer semestre, y que ahora batallará por que no lo sea.

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La norma hasta hace un par de años establecía que podrían contratarse jugadores de distintas divisiones o aquellos que tuvieran escaso minutaje en los torneos locales, para así tener una oportunidad real de jugar. En un Consejo de Presidentes dominado por los representantes de futbolistas, transacciones que deterioren las capacidades competitivas de los menos poderosos pasan a ser un efecto colateral. No deseado, por cierto, pero plausible en las lógicas mercantiles de quienes hoy comandan los clubes.

Es entendible que por situación geográfica y por la estructura del negocio las instituciones formadoras o con menos capacidades económicas vendan a sus jugadores a ligas más poderosas. Obtiene recursos, proyectan internacionalmente a los jóvenes y, además, pueden recontratar si ese fuera el caso para mantener la capacidad de competir.

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Distinto es, en mi criterio, desprenderse de buenos futbolistas para potenciar a los rivales directos. Lo que siempre pareció sólo una posibilidad, se concreta con Matus, que no sólo aminora el daño a la estructura táctica de la U con la partida de Sepúlveda, sino que despotencia notoriamente a la escuadra de Juan José Ribera, de sorprendente rendimiento en la primera parte del año.

Se sospechaba que las joyas del mercado serían los volantes creativos, como Matías Palavecino, Leo Valencia o Joe Abrigo, generadores de elogios en las campañas de sus clubes. Pero Azul Azul, potenciado por los ingresos de las competencias internacionales y las recaudaciones obtenidas por la buena campaña de Gustavo Álvarez, dispone de los recursos y las facilidades reglamentarias para hacer la movida.

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Cuando se justifica el resquicio, se dice que en las grandes ligas ya es una norma frecuente. Pero se olvidan que la competencia chilena ya es bastante injusta con los equipos menos populares en la distribución de los ingresos. En Inglaterra, España y otros torneos hay premios económicos al rendimiento en cancha y no ingresos fijos, lo que le permite a los cuadros más pequeños resarcirse por esa vía, evitando tener que vender a sus mejores figuras.

En una competencia que ya es injusta por otras razones reglamentarias -los cinco cambios por partido, por ejemplo- es aún más doloroso presenciar cómo por la vía del negocio se cercenan las posibilidades del Audax de luchar por un título largamente esquivo. Pero claro, nadie los obliga, lo aceptan graciosamente y el negocio de sus dueños está ahí, en la tesorería. Aunque les duela a los hinchas que más se han ilusionado.

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