
A Coquimbo Unido hay que felicitarlo por el título, conseguido de manera brillante, pero sobre todo por la seriedad con que afrontó el campeonato una vez que consumó su histórica corona. El 2 de noviembre derrotó a Unión La Calera y dio la vuelta olímpica. Después venció a Palestino, Deportes La Serena, igualó con Universidad de Chile y derrotó en el cierre a Unión Española, con una actitud encomiable, que enaltece el trabajo del cuerpo técnico que dirige Esteban González.
En tiempos de sospechas, de dudas permanentes en todo el mundo por las apuestas en línea, Coquimbo Unido da una lección de deportividad. Juega todos los partidos con los dientes apretados, lucha cada pelota como si fuera la última y no pierde su condición de cuadro aguerrido. La tarde del martes, ante Universidad de Chile, en Santa Laura asistimos a un cotejo de la Copa Libertadores.
Nadie escatimó en el esfuerzo, en un clima inestable por las declaraciones de Gustavo Álvarez en la víspera, donde anunció que lo mejor era que la U cambie de entrenador. Todos rasparon, nadie sacó la pierna, con la hinchada -no la barra brava- expresándose de manera evidente para que Michael Clark abandone la institución.
Si definiéramos a Coquimbo Unido en lenguaje coloquial, tendríamos que habla de un equipo choro. Una escuadra que tiene una propuesta, donde el orden y la convicción son la matriz, como lo observamos en el primer tiempo en Independencia. Al intentar salir jugando, Juan Cornejo sucumbió ante la presión de la U. Lo normal es quedar desparramado por una contingencia de esa naturaleza. Coquimbo lo resolvió de inmediato, con el respaldo de sus zagueros centrales y volantes.
Planteamos que esta versión de los piratas representa de manera fidedigna la idiosincrasia de los porteños. Decíamos que sus jugadores son choros porque van a todas, no agreden, pero generan respeto. A lo largo de esta brillante campaña, salvo en la derrota frente a Colo Colo en el Monumental, siempre impusieron sus términos. En las divididas, lo normal era que un aurinegro saliera victorioso. Ese espíritu de competencia lo percibieron los rivales.
En la semana se anunció que Esteban González partiría al Querétaro del fútbol mexicano. Un golpe al proyecto, porque el “Chino”, desde su estilo de conducción, sin estridencias, pero claro y directo, lideró a un elenco que se transformó en una bola de nieve en la medida que ganar fue una rutina. El desafío para el entrenador es mayúsculo, porque va a un medio sin paciencia con los técnicos. Su método se probará en una liga que estará convulsionada por la Copa del Mundo, de la que será una de las sedes.
De concretarse, no sorprende la partida de González. En un fútbol globalizado, los éxitos se conocen de inmediato. Era natural que lo tentaran. México es un país de cifras alucinantes para nuestro medio y es un salto cualitativo. Coquimbo Unido dispone de tiempo para reacomodarse. Seguro que impacta el éxodo del líder. En estas circunstancias es cuando la dirigencia y administración deben mostrar frialdad para elegir alguien que los interprete, pero que no sea un símil del técnico que parte. Lo saben en Universidad de Chile, que cuando quisieron encontrar el sucedáneo de Jorge Sampaoli tropezaron en más de una ocasión, olvidando que lo fundamental es la idea y sus matices.
Viene la renovación del plantel, el momento en que es necesario actuar con la cabeza fría, porque esto es fútbol profesional, alta competencia, y no existe espacio para sentimentalismos. La dinámica es una relación de ida y vuelta, de intercambio y respeto, donde el rendimiento y la proyección definen el presente y el futuro.
Si sumamos la Copa Libertadores, el torneo local, la Supercopa y la Copa Chile mantiene su formato, Coquimbo Unido disputará un mínimo de 49 cotejos. Un año cargado, pero ante todo soñado.







