La misma semana en que la cacareada Gala Crack entregaba el premio al “Jugador joven del año” a Benjamín Chandía, de 23 años, la ANFP no sólo mantenía la transversalmente criticada regla Sub 21 para el torneo 2026, sino que la profundizaba, dándole más musculatura.

Está demostrado de manera sobrada que la famosa regla que obliga a poner un jugador Sub 21 al menos por 1.890 minutos durante el desarrollo del campeonato oficial no sólo incumple su objetivo, proyectar valores jóvenes, sino que ocurre todo lo contrario. El debut forzado de futbolistas para lograr la meta reglamentaria termina desnaturalizando el juego, al provocar un pie forzado en los entrenadores, sobre todo de equipos chicos, quienes de muy mala gana deben alinear elementos sobre los cuales no tienen confianza alguna.

Y se agrava el asunto con los resquicios de las nóminas de selecciones Sub 20 y Sub 17, que permite descontar cuotas a partir de antojadizas fórmulas compensatorias que siempre favorecen, vaya sorpresa, a los equipos grandes.

Si el mejor jugador joven del 2025 tiene 23 años, creo que no son necesarias más pruebas. Pero el Consejo de Presidentes nunca deja de sorprender, al contrario, siempre va por más. El 2026 no sólo se mantiene la regla, sino que amplía su envergadura al “sumar minutos Sub 21 los juveniles extranjeros, siempre y cuando tengan residencia definitiva en Chile”.

Otro traje a la medida. No veo a Limache o Cobresal con juveniles extranjeros en sus fuerzas básicas. Pero sí a Colo Colo, Universidad de Chile, Universidad Católica o Everton. Y ahora sumémosle a O’Higgins, que se transformará en un buen sumidero de “proyectos” venidos quien sabe dónde bajo el paraguas incontenible de Bragarnik.

Si la regla Sub 21 era sospechosamente beneficiosa para los empresarios de futbolistas los que, por reglamento, engrosaban el currículo de jugadores jóvenes con partidos de Primera, ahora no quedan dudas. En la ANFP ya ni se esfuerzan en disimular; los clubes copados por los representantes, tampoco. Saben que pueden correr el cerco cuantas veces quieran y no va a pasar nada. Es más, y vengan de a uno porque está cantado y en Quilín también lo están proclamando, tienen la certeza que con un gobierno de Kast vendrá una desregulación total de la actividad y, si los tiempos se dan, hasta podrán parar definitivamente la reformada Ley de Sociedades Anónimas.

Es decir, si ya pueden hacer reglamentos que tienen como único objetivo vender jugadores, proyectan que podrán convertir a la ANFP en una mera administradora de pases entre clubes. De competencia, desarrollo o responsabilidad social, olvídense. Las cartas están sobre la mesa. Y cuando los empresarios de jugadores hagan valer sus votos, después de tomarse una cantidad cada vez mayor de clubes, finalmente pondrán un presidente de todo su gusto. Queda advertido con fecha y hora.

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