La hipertensión arterial, conocida como presión alta, es una afección crónica en la que la fuerza que ejerce la sangre contra las paredes de las arterias se mantiene elevada de forma persistente. A menudo no presenta síntomas, pero puede provocar daños silenciosos en el corazón, los riñones, el cerebro y otros órganos vitales.
Según la Fundación del Corazón, existen rangos definidos para saber cuándo una persona tiene la presión en niveles adecuados, aunque estos pueden variar basándose en la edad o condiciones específicas de salud.

¿Cuáles son los valores normales de la presión?
La presión arterial se mide en milímetros de mercurio (mmHg) y se expresa con dos cifras:
- La presión sistólica: cuando el corazón late.
- La presión diastólica: cuando el corazón está en reposo.
Un valor normal suele estar por debajo de 130/85 mmHg en adultos sanos. Se considera presión alta cuando estos valores se elevan de forma sostenida por encima de los rangos recomendados.
En personas con diabetes o enfermedades cardiovasculares, los umbrales de normalidad pueden ser más estrictos.
¿Por qué es importante controlarla?
Controlar la presión arterial es clave para reducir el riesgo de enfermedades cardiovasculares, accidentes cerebrovasculares, insuficiencia renal y daño ocular, entre otras complicaciones.
Al mantenerla en niveles saludables, se protege el funcionamiento de órganos vitales, se mejora la calidad de vida y se evitan eventos graves que pueden poner en peligro la vida. Además, el diagnóstico precoz permite implementar cambios en el estilo de vida o iniciar tratamiento oportunamente.