Como una persona que toda su vida ha sido de talla grande, mi relación con la moda en general siempre ha sido complicada. Crecí con cánones de belleza en los que nunca pude ni podré encajar, teniendo ropa de al menos cuatro tallas diferentes porque ninguna tenía las mismas medidas y escuchando el “deberías probar esta dieta que funciona para perder peso rápido”, o incluso peor, el “hay un remedio que recomiendan para adelgazar y no tiene efecto rebote”.
Probé cada una de ellas, sin resultados, y tuve que aprender a hacer las paces con el hecho de que mi cuerpo estaba lejos de verse como debería por temas que simplemente escapaban a mi control; porque, contrario a la creencia popular, muchas veces no solo es un tema de “cerrar la boca y hacer ejercicio” cuando hay otros problemas de salud involucrados.
Siendo una mujer alta y gorda, muchas veces tuve que recorrer cada tienda en busca de ropa que me hiciera sentir cómoda conmigo misma para horas después terminar llorando frente al espejo del probador con frustración al darme cuenta de que el retail simplemente no tenía opciones pensadas para mí.

Y si bien el mercado de la ropa plus-size femenina ha ido creciendo exponencialmente en los últimos años impulsado principalmente por la aparición de líneas como Extralindas de ABC o Cyan de Paris, la oferta simplemente no es suficiente, especialmente para quienes como yo estamos en nuestros 20’s y no estamos en el focus group de estas marcas que parecieran apuntar a un público mucho más maduro.
Recuerdo con claridad la emoción que sentí la primera vez que abrí la aplicación de Shein y vi que tenían una sección completa dedicada a la moda curvy y que no era ropa “de señora”, sino que eran exactamente las mismas prendas que encontrabas en tallas estándar pero en mi talla y a precios accesibles. La verdadera panacea. Porque esa es otra realidad de la que poco se habla, y es que encontrar ropa de talla grande no solo es más complicado, sino que también tiene un costo económico asociado mucho mayor.

¿Cuánto cuesta ser una persona de talla grande en Chile?
Para comprobar esta realidad, visitamos un reconocido centro comercial capitalino en búsqueda de jeans, una pieza de vestuario común en el closet de las chilenas. Y mientras que encontrar pantalones hasta la talla 42 todavía era sencillo, a medida que buscábamos ropa de mayor tamaño, la variedad iba disminuyendo y los precios se comenzaban a disparar.
El resultado final fue abismal a la par de indignante: Mientras que un jeans talla 38 se podía encontrar en oferta a $9.990, los pantalones de la línea plus-size que llegaban apenas a la talla 52 alcanzaron incluso los $34.990, es decir, casi cuatro veces más caros que una prenda de medida estándar.

“Es muy frustrante, porque te hace sentir menos como mujer, te hace sentir culpable de no verte como se supone que deberías. Yo siento que en parte me hizo desarrollar una relación muy poco saludable con mi propia feminidad e incluso con mi alimentación porque es difícil sentirse bonita o deseable cuando ni siquiera puedes entrar en la ropa que hay en las tiendas”, confesó Paulina Cárcamo.
Su historia es muy distinta a la mía. Paulina siempre fue una persona de contextura normal, hasta que hace cuatro años fue diagnosticada con hipotiroidismo, una enfermedad que afecta a la tiroides y que en su caso tuvo su mayor efecto en una drástica alza de peso, que la obligó a indagar por primera vez en la ropa plus-size.
“Al principio no me daba cuenta de que era tan distinto, pero a medida que fui subiendo de peso era cada vez más obvio que no hay ropa grande, y la poca que hay es cara. Yo me acuerdo antes compraba siempre las ofertas de 2x1 o cosas así y ahora es imposible porque la talla más grande que ofrecen es un 40 y yo estoy en 52 o 54, dependiendo del modelo”, explicó. “Esas tallas no las encuentras en ninguna parte”.

Pero ¿Por qué es tan caro vestir ropa plus-size? Según la diseñadora de vestuario Toti Rodríguez, creadora de la marca MJRA (@mjra.cl) una de las grandes razones de que esto suceda tiene que ver con el hecho de que “en Chile, este mercado se ha consolidado principalmente en emprendimientos locales que atienden las necesidades no solo de vestir al cliente, sino que de acompañarlo en la búsqueda de lindos diseños, de calidad y que destaquen su estilo personal, además de promover su autoestima que está en desmedro debido a lo que vende y muestra como esperable el comercio tradicional”.
“Las prendas son más caras porque su confección aumenta de precio al ser realizada por personas y no por máquinas de producción masiva, donde es mayor el tiempo empleado en todo el proceso de producción”, explicó la artista, asegurando que “las marcas más grandes, no de autor, atribuyen que el costo es más alto en prendas plus size por el mayor costo de producción, por la menor demanda y porque deben hacer un proceso de desarrollo mayor para adaptar moldes a los cuerpos reales. Sin embargo, muchos dicen que es un impuesto al cuerpo diverso, al que sale de los patrones esperados”.
Cánones de belleza y gordofobia: ¿Para quién es realmente la moda?
Lo cierto es que la moda desde siempre ha sido más excluyente que inclusiva, apegándose a los cánones de belleza tradicionales que apuntan que una mujer, para ser considerada hermosa, debe verse perfecta y permanecer delgada todo el tiempo; mientras que a su vez se promueve la gordofobia, que es definida como una discriminación estructural y sistemática hacia las personas de talla grande solo por el hecho de ser gordas, sin importar la razón.
“La gordofobia se esconde en diferentes ámbitos de la moda: las tendencias, las ideas de estética o los mercados limitados. Y esto tiene que ver con la idealización; la búsqueda de la perfección que está asociada con la delgadez y las ideas de éxito, valor, salud, etcétera. Mientras que, por otro lado, la sociedad ha relacionado los cuerpos grandes con flojera, descontrol o insanidad. Estas microagresiones sistémicas, mensajes pequeños repetidos una y otra vez en spots, maniquíes, redes sociales, etcétera, transmiten el mensaje de ‘si este no es tu cuerpo, no perteneces a este estándar’”, explicó la psicóloga y escritora Marisol Sagredo.

“¿Qué pasa entonces? Los consumidores de talla grande, además de disminuir su seguridad y autoestima, comienzan a sentir culpa, vergüenza, percibirse invisibles o excluidos, creer que vestirse bien para sentirse bien requiere un esfuerzo emocional y económico alto e incluso pueden aparecer patologías psicológicas como la depresión, ansiedad o trastornos alimentarios”, advierte la profesional.
De hecho, según un estudio realizado por la Clínica Las Condes (CLC), desde la pandemia del COVID-19 en 2020, las consultas por Trastornos de la Conducta Alimentaria (TCA) han aumentado más de un 30%, y a la fecha se estima que cerca del 12% de los adolescentes vive con alguna de estas patologías, de los cuales un 90% son mujeres.
“Encontrar ropa que te quede bien no solo es una necesidad práctica, también es una necesidad emocional y social. Cuando una persona busca ropa y se enfrenta a estanterías vacías, diseños poco atractivos o precios altos por pocas opciones, no solo siente frustración: muchas veces hay una sensación de no ser importante, no sentirse vista, no tener lugar en ese espacio”, concluye la experta en salud mental.

“Aparece una sensación de exclusión, y de ahí emerge la inseguridad y el autorreproche: ‘No merezco encontrar ropa porque estoy gorda, porque no me he esforzado por adelgazar, porque no soy lo suficientemente buena…’. Es fuerte, pero de manera inconsciente esto pasa y, al volverse recurrente, además de comenzar a evitar ir a comprar ropa, se crea una animadversión a eso, la autoestima empieza a descender. Y esto pasa porque la forma en que nos vestimos está profundamente ligada a cómo nos vemos y cómo creemos que los demás nos ven”, señala respecto al impacto emocional que tiene la moda excluyente en las personas.
Esto se vuelve aún más alarmante ya que el informe de CLC reveló que cada vez es más frecuente que las primeras visitas por enfermedades como bulimia o anorexia nerviosa partan a más temprana edad, incluso antes de los ocho o nueve años, gracias a la influencia de las redes sociales y los medios de comunicación.
Proponen Ley de Tallas en Chile para evitar la moda excluyente
En el 2022, el debate por las tallas alcanzó su punto máximo principalmente a través de redes sociales, donde se empezó a generar conciencia sobre impulsar una moda más inclusiva, y que llevó que la diputada Gael Yeomans presentara junto a la influencer Anto Larraín un proyecto de Ley de Tallas ante el Congreso, el que buscaba establecer un sistema único para esta unificar las medidas de las prendas de ropa que se comercializan en el país utilizando criterios más claros en el etiquetado para así evitar la discriminación a los distintos tipos de cuerpo, utilizando como base una serie de estudios sobre las proporciones físicas de los chilenos; pero que a la fecha aún permanece en tramitación en la Cámara de Diputadas y Diputados.
“Esto no avanzó, incluso se ridiculizó, se minimizó diciendo que había cosas más importantes por las que legislar… Pero esto de verdad es importante, pues una persona con la autoestima alta y positiva es el mejor legado que como sociedad le podemos dejar a la misma sociedad, ya que disminuyen las atenciones de salud mental, aumenta el sentido de bienestar y pertenencia, ayudando, por tanto, al mejoramiento colectivo desde el área de acción de cada persona. La ropa no es lo más importante, pero es la carta de presentación al mundo, y si nos sentimos con la autoestima mermada, con falta de confianza, con una perspectiva negativa y crítica de uno, no se puede mostrar verdaderamente quién soy”, concluyó la diseñadora Toti Rodríguez al respecto.