Se trata de un grupo sumamente selecto y a él pertenece el recordado futbolista Ricardo Rojas Trujillo. El zaguero, formado en Club Deportes La Serena y que brillara en Unión Española en la recordada Copa Libertadores de 1994, es uno de los 10 elegidos del fútbol chileno que han podido defender las camisetas de los tres grandes, Colo Colo, La U y Universidad Católica.
Habitual seleccionado nacional, además, el ex defensor tuvo una destacada carrera en México, donde fue multicampeón con el poderoso América, cuadro en que compartió, además, con leyendas de nuestro fútbol como Iván Zamorano y Fabián Estay.
Rojas está hace tres años radicado en México y desde tierras aztecas revisa junto a En Cancha Prime sus pasos por los tres grandes. Además, una recordada pelea en un Superclásico con Marco Villaseca, cuando jugaba por la U, y lo que vivió en México, donde según él, la presión es diez veces mayor que la que se siente en nuestro medio.
-Usted forma parte de un grupo muy selecto de jugadores que vistió las camisetas de los tres equipos más populares de Chile. ¿Cómo fue esa experiencia?
Los tres son grandes y para mí fue un privilegio vestir sus camisetas. Obviamente, el cariño con la U es mayor, porque estuve más tiempo. Pero también tengo lindos recuerdos de Católica y Colo Colo.
-Si tuviera que elegir uno, ¿cuál de los tres grandes clubes de Chile lo marcó más en lo personal y como jugador?
Sin duda, Universidad de Chile. Estuve más años, ganamos títulos, teníamos un plantel muy fuerte en lo futbolístico y humano. Muchos de mis compañeros también estaban en la Selección, así que había mucha afinidad. Fuera de la cancha también compartíamos asados, salidas. Recuerdo con mucho cariño a jugadores como Leo Rodríguez, Lucho Musrri, Sergio Vargas, Rodrigo Tello, Pablo Galdames, Clarence Acuña, Chamuca Barrera, Diego Rivarola, Mauricio Aros, el Pollito Arancibia, Flavio Maestri, Richart Báez... un plantel de lujo.
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-Una muy buena época en la U...
Tengo muchos recuerdos, sobre todo éxitos. Ganamos títulos y formamos un plantel muy fuerte, con grandes jugadores y excelentes personas. Más allá de lo deportivo, me quedo con la convivencia, con los amigos que hice ahí. La U dejó una marca muy importante en mi vida. Esos lazos que uno forma en el vestuario son los que perduran.

Los triunfos sobre Colo Colo en el Monumental
-Usted fue parte de un equipo de la U que logró lo que muy pocos han conseguido: ganarle a Colo Colo en el Monumental. ¿Qué recuerda de esos partidos?
Lo curioso es que en ese tiempo no se hablaba tanto del tema como ahora. Nosotros teníamos un equipo tan fuerte que sabíamos que podíamos ganar en cualquier cancha. Había mucha seguridad y convicción en lo que hacíamos. Nunca lo tomamos como algo extraordinario, más allá de la importancia que siempre tiene un clásico.
-¿Se vivía de forma distinta en el camarín?
Por supuesto que había motivación, pero no era algo dramático. Celebrábamos, claro, pero era más por el triunfo clásico que por romper una racha. Teníamos jugadores de gran nivel: Chamuca, Leo Rodríguez, Mauricio Aros, Rodrigo Tello, el Flaco Olarra, entre muchos otros. Íbamos con la convicción total de que podíamos ganar. Esa era nuestra principal fortaleza.
-Luego vino su paso por Universidad Católica. ¿Cómo fue esa experiencia?
También fue muy buena. Católica es una institución muy seria, muy grande. Estuve cinco meses, pero fueron muy intensos. Llegamos a semifinales, y el grupo humano era de primer nivel. Compartí con grandes técnicos como Jorge Pellicer, César Vaccia y también Roberto Hernández. Todos muy buenas personas. Me llevo un lindo recuerdo de ese paso.
-Y, finalmente, llegó Colo Colo. Jugó bastante menos ahí...
Es cierto, jugué menos por situaciones personales que afectaron mi rendimiento, pero también fue una etapa valiosa. Tuve la oportunidad de trabajar con técnicos como Claudio Borghi y Fernando Astengo. Y, lo más importante: hice una gran amistad con Lucas Barrios. Hasta el día de hoy somos muy cercanos. Más allá de lo futbolístico, ese vínculo humano fue lo más valioso que me dejó ese periodo.

-¿Sintió diferencias en cuanto a la presión en los tres equipos?
Sí, aunque creo que eso también depende del momento en que uno llega a cada club. En la U llegué joven, tenía 22 años, y la presión la asumían los grandes como Castañeda o Leo Rodríguez. En Católica ya me tocó un rol más importante y lo mismo en Colo Colo. Entonces sí, la presión cambia según la etapa que uno vive. Pero insisto: los tres son grandes y tengo aprecio por lo que viví.
La recordada pelea con Marco Villaseca en un Superclásico
-Uno de los episodios más recordados de su carrera fue la pelea con Marco Villaseca...
Sí, claro… fue un episodio muy difícil. La pasé muy mal. Y lo digo ahora, más grande, más maduro, y aún así lo sigo pasando mal cuando lo recuerdo. Me duele haber actuado de esa manera, porque cuando uno crece, empieza a ponerse en el lugar del otro. El Flaco tiene papá, tiene hijos, hermanos, amigos. Y claro, yo en ese momento fui aplaudido por el público, pero estaba dañando a un colega y también a todo su entorno.
-¿Con el paso del tiempo ha cambiado la forma en que ve ese momento?
Totalmente. Hoy me duele el doble que en ese momento. Como jugador quizás me podía reír, tomármelo con cierta liviandad. Pero ahora no. El daño que uno puede causar es muy grande, y eso no se borra. Desde ese episodio, y en otras situaciones similares que viví después acá en México, siempre preferí alejarme. Si veía que se venía un conflicto, me hacía a un lado, me retiraba, evitaba cualquier circunstancia que pudiera llevarme a revivir una experiencia así. No se la deseo a nadie. También lo veo con conciencia. Fue la adrenalina del momento, mal canalizada. En un clásico todo se multiplica. Pero insisto: fue un error, una mala decisión en caliente, de la que aprendí mucho… y que me dejó una lección que llevo hasta hoy.

-¿Qué fue lo que ocurrió realmente esa noche? ¿Fue un tema puntual o algo que venía de antes?
Fue pura calentura del partido. Nada más. Nos estaban dando un paseo, la verdad. Y en un momento veo que están rodeando a Lucho Musrri, lo están golpeando, y desde mi posición corro para intervenir. El primero que se me cruza es el Flaco, y voy con todo. El error fue que elegí al más grande del grupo… tenía que haber elegido a uno más chico, porque el Flaco me atacaba y me terminaba pegando él (ríe).
-¿Por qué no volvió a la U?
Yo ya estaba jugando en México cuando se dio la posibilidad de regresar a Chile. Y fueron justamente esos clubes —Colo Colo y Católica— los que me abrieron la puerta para volver. No había muchas más opciones en ese momento.
-¿Sintió que no tenía otra alternativa?
Exacto. No había más posibilidades y obviamente no me podía quedar sin jugar. Así que tomé esas oportunidades con todo el profesionalismo que corresponde, más allá de cómo salieran las cosas: bien, mal o regular.
-¿Cómo ve esa decisión con el paso del tiempo?
Mira, en la carrera de un futbolista llega un punto en el que te dicen: “Gracias por todo, Ricardo, que te vaya bien”. Y eso es así. Uno deja la vida en la cancha, se entrega por completo, pero llega el momento en que ya no hay vuelta atrás. Por eso, cuando aparecen opciones concretas, uno debe tomarlas, sin mirar tanto lo que dirán. Nunca fue por desmerecer a nadie, simplemente era lo que había disponible en ese momento.
-Después de su etapa como jugador, ¿nunca tuvo la posibilidad de volver a trabajar en alguno de esos clubes?
La verdad es que nunca lo pensé seriamente. Me cuesta mucho golpear puertas. En el fútbol hay muchas situaciones que se dan por relaciones, por contactos. No siempre es solo capacidad. Como en cualquier trabajo, relacionarse es clave. Y eso nunca fue parte de mi forma de ser. No me gusta pedir algo solo porque hay amistad o cariño de por medio.
-¿Cree que eso le jugó en contra?
Puede ser. Quizás me faltó un poco de eso. Pero no le reprocho nada a nadie. Estoy feliz con la vida que elegí y tranquilo con el camino que he tomado. Donde me toque trabajar, ya sea en Tercera División o en fútbol formativo, trato de hacerlo con la mayor seriedad y profesionalismo posible.
Los años dorados en el América de México
-Usted estuvo varios años en México, fue campeón con el América, compartió vestuario con Iván Zamorano y enfrentó a grandes figuras. ¿Qué significó esa etapa para usted?
México fue una etapa muy importante en mi carrera. Creo que llegué en mi mejor momento futbolístico, con 26 años, y con una madurez distinta, tanto dentro como fuera de la cancha. Fueron años muy buenos.
-¿Cómo fue compartir camarín con jugadores como Zamorano o Fabián Estay?
Fue una gran experiencia. Con Fabián llegamos la misma temporada y con Iván ya nos conocíamos. Se portaron muy bien conmigo. Fueron compañeros generosos, con mucho recorrido, y me ayudaron bastante en la adaptación.
-¿Quién fue el mejor técnico que tuvo en el América?
Alfio Basile. Es extraordinario. Como persona era muy cálido, muy cercano. Quizás no era un técnico tan trabajólico o tan meticuloso desde lo táctico, pero en su simpleza estaba lo bueno. Tenía ideas claras, sencillas, y logró sacar lo mejor de nosotros.
-¿Cómo era el plantel del América en esos años?
Un verdadero equipazo. Había seleccionados mexicanos, colombianos… un grupo muy competitivo y de gran nivel. En lo personal, esos fueron mis mejores años como futbolista.
-¿Quién fue el mejor jugador con el que compartió camarín en América?
Es difícil elegir uno solo. Compartí con Iván Zamorano, Fabián Estay, Reinaldo Navia, grandes como personas y profesionales. También destaco a Germán Villa, Duilio Davino, Pavel Pardo, Cuauhtémoc Blanco… Y Salvador Cabañas, un tipazo. Pero con Zamorano hice una gran conexión.

-¿Y cómo era la presión en ese club? ¿Más que en Chile?
Sin duda. Si bien en Colo Colo, la U o Católica hay presión, en el América se multiplica por diez. Allá tienes cuatro o cinco diarios deportivos que solo cubren fútbol, con una competencia feroz entre medios. Y si no estás en el equipo “de la empresa”, te pueden hacer la vida muy difícil. Cada año hay rumores, representantes metiendo presión… no es fácil mantenerse.
-¿Le costó adaptarse a ese entorno tan exigente?
Claro que cuesta, pero por eso mismo valoro tanto haberme mantenido tanto tiempo. Es un logro en sí mismo. Sobrevivir en un ambiente tan exigente como el del fútbol mexicano no es menor.
-¿Cómo sobrellevó la presión constante?
Lo primero es alejarse un poco de los medios. No significa no dar entrevistas, pero sí evitar estar leyendo todo el tiempo los periódicos o viendo programas de debate. Hay que enfocarse más en el fútbol mismo, en lo que dice el entrenador o tus compañeros. Aprendí a filtrar, a no dejar que todo eso externo me afectara, porque si no, uno se vuelve loco. Es imposible convivir con tanta presión si no aprendes eso.
Fútbol mexicano versus fútbol chileno
-En Chile muchas veces se habla de la poca valoración que se tiene hacia el fútbol mexicano o hacia los jugadores chilenos que juegan allá. ¿Usted lo vivió?
Sí, siempre se ha mirado al fútbol mexicano con cierto desprecio, quizás por desconocimiento. Yo mismo antes de venir no tenía claro el nivel que había. Recuerdo que antes de fichar, estando de vacaciones, vi un partido en un restaurante y me di cuenta que si no me ponía las pilas, la iba a pasar mal. Había un nivel altísimo.
-Comparando el fútbol chileno con el mexicano, ¿en qué aspectos cree que estamos más lejos?
Me duele decirlo, pero en infraestructura, organización, formación... estamos un poco lejos. En los ’90, el fútbol chileno tenía equipos muy fuertes, pero si ponemos todo en una balanza, el fútbol mexicano nos lleva ventaja. Lo que no debemos perder nunca es el “hambre” del jugador sudamericano.
-¿A qué cree que se debe esa diferencia?
Es un tema complejo. Tiene que ver con el tipo de profesionales que están en los clubes. Muchas veces los entrenadores de cadetes tienen sueldos bajos y deben tener otro trabajo, entonces la formación no es prioridad. Hay equipos que sí están trabajando bien como Coquimbo Unido, Huachipato, Colo Colo, la U, la UC, O’Higgins. Pero aún estamos lejos del nivel mexicano.
-¿Es tan grande la diferencia económica?
Totalmente. México es un país enorme, con empresas muy poderosas detrás del fútbol. Televisa, el grupo Pegaso, el Grupo Caliente en Tijuana... son gigantes. Eso marca una diferencia importante con los clubes chilenos.
-Entonces, ¿un grupo como Caliente podría hacer un buen trabajo en O’Higgins?
Podría ser. El futuro es incierto, pero la expectativa sería enorme si un grupo tan fuerte toma el control de un club. Yo viví eso en México y te das cuenta que tienen ciudades deportivas de primer nivel. Están al nivel internacional.