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Los futbolistas que secuestraron un avión

Y vivieron para contarlo, pero se perdieron sus rastros. La increíble historia de dos delanteros guaraníes que se transformó en una serie de Netflix.

“Secuestro del Vuelo 601” De la cancha a la piratería aérea: la serie de Netflix sobre dos futbolistas desesperados.

El 30 de mayo de 1973, dos “terroristas” secuestraron el avión Lockheed Electra HK-1274 de la desaparecida aerolínea colombiana Sociedad Aeronáutica de Medellín (SAM), que despegando de Pereira se dirigía a Cali, con 84 personas a bordo.

En pleno vuelo, Eusebio Borja y Francisco Solano López amenazaron a la tripulación, dispararon un tiro al piso y anunciaron a los pasajeros que se dirigirían a La Habana, Cuba. Y que lo hacían en nombre de la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional (ELN).

Debieron subir el tono de la voz y disparar, porque -pese a que los secuestros aéreos eran muy frecuentes en la época- los pasajeros pensaron que era una broma. Una vez tomado el control del avión, comenzaría el secuestro más largo, extraño y tortuoso que de que se tenga memoria en Sudamérica.

Por cierto: los dos captores no eran terroristas ni colombianos. Eran jugadores de fútbol paraguayos, de esos del montón, que a lo único que aspiraban era a recaudar dinero para abandonar la vida miserable que los atormentaba.

Una trama apasionante

La historia real se transformó en una serie de televisión, que está siendo emitida por Netflix bajo el nombre de “El secuestro del avión 601”. Y es que la trama parece de fantasía. Una vez secuestrado, el avión de SAM aterrizó y despegó 12 veces en 60 horas, recorrería 24 mil kilómetros para llegar finalmente al aeropuerto de Ezeiza, en Buenos Aires, sin ninguno de los asaltantes a bordo.

Así informaban los diarios de la época el secuestro del avión por parte de los futbolistas.
Secuestro avión futbolistasAsí informaban los diarios de la época el secuestro del avión por parte de los futbolistas.

Amenazado con armas de fuego, el capitán del avión, Jaime Lucena, recibió la orden de dirigirse a Aruba. Sin combustible suficiente, repostaron primero en Medellín. Allí solicitaron, de paso, el pago de 200 mil dólares y la liberación de un número indeterminado de miembros del ELN, que tampoco fueron individualizados.

Sospechando las intenciones de los secuestradores, el gobierno colombiano no quiso involucrarse y dejó el caso en manos de la aerolínea. El abogado de SAM se comunicó con los futbolistas en Aruba para ofrecer una única cifra: 20 mil dólares. La indignación no nubló el juicio de los piratas, que liberaron a 40 pasajeros.

Lucena recibió entonces otra orden: partir a Lima, aunque problemas técnicos lo obligaron a volver a Aruba. Aprovechando el cansancio y la inexperiencia de Borja y Solano, un grupo de rehenes escapó saltando por la puerta de emergencia. Intentaron en Panamá, Costa Rica y El Salvador, pero las autoridades se negaban a parlamentar. El avión volvió a Aruba, donde se procedió al cambio de tripulación a cambio de un maletín con 50 mil dólares y la liberación de otros diez pasajeros.

Guayaquil y Lima fueron los siguientes destinos, con apenas 12 personas a bordo. En Mendoza, Argentina, recibieron un nuevo maletín con dinero y liberaron a todos los rehenes. En medio de toda la confusión, el vuelo descendió en Ezeiza, tras repostar en un pequeño aeródromo de la frontera con Paraguay. Pero en un descuido de las autoridades, Borja y Solano ya habían escapado, después de 60 horas de odisea.

A uno se lo tragó la tierra

Tras el secuestro, Francisco Solano López fue detenido en Paraguay y extraditado a Colombia. Allí estuvo siete años preso. Eusebio Borja jamás fue capturado ni se supo nada de él. Hasta que la ficción los trajo de vuelta.

Los paraguayos Solano y Borja se conocieron jugando en Colombia y quisieron dar el golpe de sus vidas fuera de las canchas.
Francisco Solano López y Óscar Eusebio BorjaLos paraguayos Solano y Borja se conocieron jugando en Colombia y quisieron dar el golpe de sus vidas fuera de las canchas.

La historia se encargaría de precisar que de jóvenes ambos fueron futbolistas en equipos menores paraguayos, hasta que emigraron, por separado, rumbo a Ecuador. En 1968, Francisco Solano López, “El Toro”, un 10 de técnica mediocre, fichó por el América de Quito. Al año siguiente, defendió al América de Ambato, donde conoció a Eusebio Borja, apodado “Cacho” y puntero izquierdo. Con el club se irían al descenso, aunque los paraguayos jugaron poco y comenzaron un tortuoso camino.

Siempre en Ecuador, Solano López se fue a la Liga Deportiva Universitario de Portoviejo, al Olmedo de Riobamba y luego fue a probar suerte a Colombia, donde había mejores sueldos, pero menos oportunidades. Borja deambuló y descendió con el Patria de Guayaquil y el Deportivo Brasil de Ambato. Ambos se reunieron en Pereira, donde desesperados por la falta de dinero y la miserable vida que llevaban, decidieron secuestrar un avión.

De Solano se rumoreó que tras la condena cumplida en Colombia se fue a Argentina, donde habría muerto en un asalto a un banco. A Borja se lo tragó la tierra, hasta que “El Secuestro del avión 601” se estrenó para contar su historia de olvido y desgracia.