Cuidado. La virtual eliminación de la Copa Libertadores no es de única responsabilidad de los delincuentes que invadieron la cancha del Monumental la noche del 10 de abril. La tentación de culpar a los funestos incidentes en los alrededores y al interior del estadio de este desastre futbolístico, puede tener un propósito pernicioso, porque distrae la atención de un debate deportivo ineludible: la campaña 2025 de Colo Colo, en circunstancias normales, ya tendrían a Jorge Almirón fuera de la banca técnica.
El objetivo central de este año, avanzar en la fase de grupos de Copa Libertadores, está en la práctica frustrado. A punto de sucumbir por la falta de competitividad del equipo que en cuatro partidos no ha podido ganar. Y la posibilidad de adjudicarse el premio de consuelo, que es clasificar a la Copa Sudamericana, corre serio riesgo de convertirse en un fracaso estrepitoso. Porque si bien las opciones matemáticas de llegar están, disminuyen a una mínima expresión debido a las escasas respuestas futbolísticas del plantel en su integridad, en el que las alternativas de los jugadores titulares parecen estar solo para completar la planilla.
El problema de este año es que no solo se trata, como solía suceder con los albos en estas circunstancias, de un opaco rendimiento en el plano internacional, que se atenuaba con los resultados en el campeonato nacional. Esta segunda versión del Colo Colo de Almirón ha dado en los dos torneos locales la imagen de un equipo divorciado del espíritu colectivo que primó durante toda la temporada anterior. Lo que se ve en la cancha es que la voz del entrenador argentino se sigue escuchando fuerte todavía, pero ya no se obedece con el mismo compromiso o con el respeto que un líder creíble infunde.
La sentencia del propio Almirón, horas previas al partido ante Fortaleza, sobre que todos los ciclos tienen su fin, cobra mayor validez después del triste espectáculo del peor Colo Colo del año y de la consecuente goleada. Se dejarán caer, en estas próximas horas, frases balsámicas de los Mosa, Morón, Vidal, Pavez y compañía, que van a hacer bajar la presión y le entregarán al técnico toda la confianza. Pero para cualquier conocedor de las dinámicas internas de los equipos grandes, el entrenador argentino abrió una compuerta sin que nadie aparentemente se lo pidiera. Señal inequívoca que la intención de alejarse ronda en esa cabeza.
Porque además, desde la noche de este martes, Almirón ha comenzado a endosar su capital con los ahorros que consiguió el 2024. Su prestigio se mantiene intacto, eso no se discute, pero la eficacia de su mensaje es lo que empezó a dañarse, acaso desde inicios de temporada, cuando debió modificar su planificación ante la disposición de un grupo de jugadores con jinetas, descontentos por el incumplimiento directivo de ciertos compromisos económicos.
A la luz de los números de los tres certámenes en los que compite Colo Colo, la conclusión es una: a Almirón hoy lo sostiene la historia que escribió el año pasado, cuando llevó al equipo a cuartos de final de la Libertadores y gestionó con brillantez un segundo semestre avasallador, que le dio el título nacional y lo dejó finalista de la inconclusa Copa Chile. Porque si el análisis se remitiera a este Colo Colo 2025, la conformación del plantel y los resultados caen en la lamentable categoría de una campaña “saca-técnico”.