La premisa de elaborar un ranking de los responsables llama a engaño, porque el fútbol es un deporte colectivo y nunca hay un culpable que esté disociado del resto cuando el rendimiento de un todo es el parámetro de evaluación.
Pero también hay actores protagónicos y otros roles secundarios. En el caso de los estruendosos fracasos de Colo Colo en Copa Libertadores y Copa Chile, por supuesto que hay nombres propios que deben cargar con el peso de estas vergonzosas eliminaciones.
1. Los futbolistas. No fueron competentes ni tuvieron el carácter para enfrentar, desde su privilegiado estatus, la problemática deportiva del club. Futbolísticamente, los jugadores no exhibieron en todas sus líneas un nivel competitivo acorde con un torneo continental. El funcionamiento colectivo, el sistema de juego asociado, los movimientos tácticos, el posicionamiento de los futbolistas en la cancha, el ordenamiento de las piezas con y sin pelota, no tuvieron la jerarquía necesaria para superar a los rivales de turno. Salvo una rescatable excepción -Lucas Cepeda-, el rendimiento individual estuvo muy por debajo del promedio. En partidos decisivos, como ante Fortaleza en Brasil, con Racing en Avellaneda o ante Limache, se perdió el espíritu de lucha, desapareció cualquier atisbo de rebeldía, hubo muestras de desgano inaceptables. El ímpetu personal por revertir la suerte sencillamente se esfumó. El colectivo claudicó.
2. Jorge Almirón. Su campaña en números es insostenible, aunque haya con él una deuda de gratitud o de confianza. No hay ningún técnico de un equipo de la envergadura de Colo Colo en el mundo del fútbol que pueda mantenerse en el cargo, luego de quedar eliminado en dos campeonatos en menos de tres meses. Pero, además, no son malas solo las cifras, los resultados. El liderazgo del entrenador argentino perdió influencia en el camarín en la medida que sus dirigidos no fueron capaces de interpretarlo y obedecerlo. Su obstinación por mantener un sistema de juego que a todas luces no rindió, terminó por agotar a jugadores que hasta la temporada anterior fueron disciplinados. La renuencia a innovar con propuestas más atrevidas, la ceguera para insistir con jugadores sin respuestas futbolísticas -Pavez, Saldivia o el propio Vidal- y la fallida conformación de un pack de refuerzos que él solicitó -Salomón Rodríguez, Vegas, Alarcón, Méndez- no admiten discusión sobre su responsabilidad.
3. Delincuentes-hinchas. En el año del Centenario, los delincuentes no quisieron perder protagonismo en la celebración. Y esta vez, sin medir consecuencias -razonar es un verbo que no se ajusta a los personajes-, los vándalos provocaron un daño irreversible al club al invadir el Monumental, con la excusa de que estaban protestando por la lamentable muerte de dos hinchas en la periferia del estadio. Aquel 10 de abril marcó un desplome institucional que, sin duda, afectó los intereses deportivos de Colo Colo. Si bien no se le puede achacar el consiguiente fracaso futbolístico a la acción de los inadaptados, es innegable que el incidente y sus derivadas contaminaron el ambiente a tal nivel, que los jugadores tuvieron una presión más que superar, a la notoria incapacidad deportiva que exhibían. Si ya hace décadas que los delincuentes corrompieron las barras para traficar droga o usufructuar de los clubes, en el caso de Colo Colo, la atomización, los famosos piños delictivos, tienen una responsabilidad central en este fracaso, aunque hoy salgan por redes sociales a defender la causa del club y a denunciar que se los quiere poner como un chivo expiatorio.
4. Aníbal Mosa. Es muy simple: cuando un hincha adinerado, pero con escaso conocimiento futbolístico, se transforma en la máxima autoridad y no tiene contrapeso en la adopción de medidas determinantes para el destino deportivo de la institución que dirige, la probabilidad de fracaso aumenta exponencialmente. No es casualidad que las últimas rachas negativas de Colo Colo coincidan con las presidencias de Aníbal Mosa. Durante este año, el directivo se ha dedicado más apagar incendios con la autoridad, condenar sin ninguna convicción a los violentistas, trenzarse a golpes con directores de ByN, negociar con el Club Social y Deportivo para conservar el poder, dar explicaciones y pedir disculpas, que a conducir a la entidad más popular de Chile con una visión global y de mediano plazo. La inconsulta extensión de contrato a Almirón hasta 2026 es el ejemplo vivo de su estilo. Cariño malo.
5. Arturo Vidal. Lideró al plantel dentro y fuera de la cancha en 2024 con exitosos resultados. Pero el Arturo Vidal 2025 llegó recargado, en el sentido de que amplió las concesiones que le ha ido cediendo temerosamente el club, más bien Aníbal Mosa, y sumó otras que se ha atribuido solo. El problema de esta temporada es que el discurso ganador de Vidal no ha sido compatible con su bajo rendimiento en la cancha, y que sus múltiples actividades fuera de ella son una distracción absolutamente desmedida para el régimen de vida que debe tener un futbolista profesional. Si ya sus declaraciones y acciones no contribuyen a que Colo Colo supere los difíciles conflictos que enfrenta con la autoridad y los barristas-delincuentes, las actividades en el área de los negocios y de las comunicaciones son un ruido que a nadie deja indiferente y que en nada colaboran a que dé su mejor versión para el equipo y para su enorme trayectoria.
6. Directorio ByN. Lejos de pensar en el beneficio de Blanco y Negro, la facción opositora a Mosa se ha dedicado a descalificar sistemáticamente al actual presidente de la concesionaria. Fuera de la ordinariez de irse a las manos -riña entre Mosa y el director Carlos Cortés-, el grupo Larraín-Vial ha tomado una distancia peligrosa de la actual gobernanza, para no verse involucrada en una administración que consideran inadecuada. Sin embargo, este descuelgue táctico del sector contrario a Mosa, que hasta puede alegrarse de lo que hoy le sucede al club, podría tener nefastas consecuencias en términos de no ejercer control de una gestión que este año tendrá seria dificultades financieras.
7. Daniel Morón. El director deportivo de Colo Colo se convirtió estos meses en una pieza de adorno, sin entender que es el funcionario técnico más importante del club. Morón ha actuado con una pusilanimidad que no refleja la trascendencia de su cargo ni releva la importancia histórica que tiene su apellido en el Cacique. Morón se ha mantenido al margen de la problemática futbolística del equipo, distante de los conflictos con los hinchas que lo ven a él como un ídolo casi intocable, y ha preferido un segundo plano que no beneficia al club. Si así cree que está cuidando su puesto, habrá que decirle que también su silencio e indiferencia perjudican a la institución.