Hablar de méritos u oportunidades perdidas en estas circunstancias ingratas es quedarse estacionado, y lo que esta Universidad de Chile ha propuesto en su paso por la Copa Libertadores 2025 es todo lo contrario: movilidad, dinámica, evolución.
En esa óptica, la eliminación debe enfocarse, en el manido código del coaching estratégico, como una gran opción de crecimiento. Pero no como una mejoría lejana o nebulosa, sino que cercana y clara. Con un objetivo concreto: la Copa Sudamericana. Universidad de Chile no puede dejar pasar este envión, que no es solo futbolístico. El avance, más allá del tercer lugar en el grupo, tiene un evidente componente estructural en el club. Una base para apuntar a algo ambicioso en el torneo donde ya estampó su nombre para siempre.
Que haya disputado hasta el final su paso y no clasificara para octavos de la Libertadores puede ser justificado, hasta accidental, en un nivel donde los detalles mínimos pesan toneladas. Pero que haya entrado a la Copa Sudamericana con holgura, por cierto que debe satisfacer a los hinchas. Es un buen consuelo, si es que existen. Es verdad que la ambición se hizo progresiva después de un comienzo promisorio, pero no es gratuito que fueron los dos partidos decisivos, con los oponentes fuertes, donde esta U tuvo ese diferencial en contra. No fue ausencia de categoría ni falta de jerarquía, sino que mayor consistencia. Punto.
Hay que hacer un ejercicio de honestidad, también. Las expectativas de la U, en su retorno al contexto internacional, era justamente lograr ser competitivo. Y lo fue. Salvo por ese desvarío en el primer tiempo ante Estudiantes en el Nacional y en algunos pasajes en Venezuela, el equipo de Gustavo Álvarez se plantó de igual a igual ante Botafogo, frente a los argentinos y contra Carabobo. Y en el balance, salió más que bien parada. Quien diga lo contrario, soslaya en su análisis la potencia y el historial de los adversarios del Atlántico.
El desafío ahora es la Sudamericana, un certamen con elencos fuertes y desplazamientos a veces más extensos que los anteriores, pero que en el formato de ida y vuelta, abre impensadas proyecciones. Universidad de Chile se instalará en los play-offs, para tratar de acceder a octavos de final, con el background copero de esta fase que aporta información que el torneo local no es capaz de entregar por su bajo índice de competencia. Es momento, en consecuencia, de hacer una apuesta que puede traer beneficios directos en el plano internacional, pero también efectos colaterales en el contexto del Campeonato Nacional, donde el actual campeón, Colo Colo, se jugará la vida para salvar el año del Centenario.
Álvarez esbozó algo post Botafogo, respecto de la evaluación de jugadores y las posibilidades de optimizar el plantel. Lo dio a entender, sin decirlo, en consideración a los refuerzos que contemplan las Bases del Torneo nacional, y que coinciden en fechas para la fase de los 16 finalistas en la Sudamericana. Pero cuidadoso como es el técnico, no abundó en detalles.
Está más que claro que la zona de los volantes azules requiere un urgente refuerzo que emule la función de Marcelo Díaz. El experimentado mediocampista pierde fuelle cada vez más tempranamente y no está oxigenando lo suficiente la labor del más regular de todos: Charles Aránguiz. El pasillo del lateral-volante izquierdo tiene en Matías Sepúlveda a una de las figuras de lo que va de temporada. ¿Quién lo sustituye con eficiencia en caso de lesión o suspensión o una baja de rendimiento? La opaca campaña de Gonzalo Montes y la casi nula aparición de Lucas Assadi bien podrían ser materias de análisis, más aún si el primero llena un cupo extranjero y el segundo necesita jugar, pero no está al nivel de la U.
La opción de crecimiento está a la mano. Lo ganado por jugar en Copa Libertadores, más los borderós recaudados y los que podrían agregarse, deberían proveer los recursos para un esfuerzo superior, además en un club que llena su estadio cada vez que hace de local. El premio que representa una gran performance en la Copa Sudamericana es demasiado voluminoso para verlo pasar de reojo.