Almirón se ríe; los árbitros deberían llorar

El perdonazo de los árbitros al técnico de Colo Colo es como la puerta giratoria de la Justicia. Basta una hábil defensa, el lobby pertinente, la presión indebida y el culpable queda en la impunidad.

Jorge Almirón En Chile, hablar es gratis. En el fútbol chileno, denostar, también. (JAVIER TORRES/PHOTOSPORT/JAVIER TORRES/PHOTOSPORT)

Qué distinto sería todo si después de enlodar el honor de terceros y de atribuirles una acción maliciosa, el perjuicio se remediara culpando al lenguaje, a su supuesta vaguedad (o ambigüedad), imputando el agravio a una incapacidad de comprensión de la audiencia.

Qué distinto sería si tras declarar con total voluntad y absoluta conciencia de lo que se dice, el daño se recompusiera con un simple ofrecimiento de disculpas en el caso que los destinatarios se sintieran ofendidos.

Viviríamos en otra sociedad, si así fuera. Ni mejor o peor, pero en otra.

Eso es lo que ha pasado esta semana luego de que el entrenador de Colo Colo se disculpara por manifestar que su equipo había sido víctima de un robo en el Superclásico. A través de un video digitado por el área de comunicaciones del club, Jorge Almirón, muy suelto de cuerpo, con esa sonrisa hipócrita a la que ya nos acostumbró, atribuyó su comentario a una mala interpretación y ofreció excusas a quien se sintiera ofendido.

Del entrenador albo -función que es compleja de describir en este caso puntual- ya nada debería sorprender. No tuvo la dignidad para marcharse cuando la cabeza directiva del club explicitó que no lo quería; perdió autoridad moral frente a sus dirigidos cuando apareció en el aeropuerto a la misma hora en que su equipo jugaba por el torneo, y ha demostrado una escasísima autocrítica en cada derrota o fracaso deportivo.

Pero si la puesta en escena del argentino era infumable, lo inexcusable provino de la otra vereda, la que transitan los aludidos por Almirón, tratados abiertamente como deshonestos: el Cuerpo Arbitral. Cuando el técnico cometió lo que se considera como una falta grave, no cayó en imprecisiones ni dio espacio a malas interpretaciones. El entrenador manifestó que la derrota ante Universidad de Chile fue “un robo”. Los que cometen un robo están definidos como ladrones. Por deducción, los ladrones son Piero Maza y sus colaboradores, asistentes de VAR incluidos. No hay mucha discusión semántica al respecto.

Sin embargo, en una reacción inadmisible para quienes justamente imparten justicia y se rigen por un reglamento, el Cuerpo Arbitral no levantó ninguna denuncia ante las graves imputaciones que les hizo el entrenador. Aplicaron criterios de tolerancia y perdón que no caben para un personaje que ya tiene antecedentes. La inacción de la Comisión de Árbitros fue el lamentable resultado del lobby que Colo Colo hizo con personeros de la ANFP, y dio una muestra flagrante de dependencia política de la mesa directiva de turno. Los réferis agacharon el moño y salieron públicamente a exhibir su mejor performance diplomática para explicar por qué no presentarían cargos ante el Tribunal de Disciplina, en una renuncia procedimental que dista mucho de la que desarrollan cuando se trata de enfrentar agresiones, insultos o acusaciones de otros actores de clubes menores.

A Almirón la Comisión de Árbitros ya le había aceptado disculpas cuando se encaró y sacudió al juez José Cabero en octubre de 2024. A cualquier técnico esa agresión le habría costado una pena drástica, pero el posterior “arrepentimiento” público del argentino le significó al entrenador salvarse de una sanción superior a los tres partidos que le aplicó el Tribunal de Disciplina. Los árbitros, ahora, sufrieron una oportuna amnesia de lo acaecido el año pasado.

A este acto circense se debe agregar el amago de denuncia por oficio contra Almirón que iba a hacer la mesa de la ANFP de la dupla Milad-Yunge. Aquel anuncio, ya sabemos, siempre fue una falacia comunicacional orquestada en Quilín para salir del paso. El Tribunal de Disciplina, el órgano judicial del fútbol chileno, que interpreta algunos dictámenes según la carta de los asociados y no por lo que establece el reglamento, no puede actuar si no hay una denuncia. Se lava las manos, cómodamente.

Así entonces Almirón, el técnico echado que se queda por dinero en un club que no lo quiere, ya sabe que puede zamarrear a un árbitro cuando desee y/o tratar de ladrones a otros cuando se le ocurra, y que en el fútbol chileno no le va a salir ni por curado. (Esto último no significa que el entrenador se caiga al frasco, que no se malinterprete. Y si esto llegase a suceder porque la expresión no se entiende, ofrezco mis disculpas a Almirón o a quien se sienta ofendido).

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2015. Fue Director de Don Balón y El Gráfico Chile, Editor de Deportes de El Mercurio, Editor General Prensa TVN y Subdirector de Prensa de Mega.