La vuelta (muy) larga

¿Por qué las nuevas figuras del fútbol chileno no logran consolidarse? Ambición de los representantes, mala educación de los jóvenes, amistades conflictivas, vanidad de las RRSS por sobre el rendimiento... Todas las razones son ciertas, pero no alcanzan a explicar el fenómeno.

Luis Rojas El prometedor ex seleccionado juvenil volvió a Chile a jugar a la U. de Concepción, en la Primera B.

Hace un par de semanas Luis Rojas Zamora sorprendió, aunque no tanto, firmando por la Universidad de Concepción del Ascenso chileno. El volante ofensivo había partido al Crotone el 2020 con apenas 18 años y sólo tres partidos en el primer equipo de Universidad de Chile. El Campanil es sólo un escalón más de un largo y poco feliz camino que lo llevó de la U al Crotone, del Crotone al equipo primavera del Bolonia, luego de regreso al Crotone, de ahí Pro Vercelli, retorno al Crotone, vuelta al Pro Vercelli, cesión al Trecin de Eslovaquia y llegada a la U de Conce donde jugó 28 minutos en la derrota frente a Wandereres por 3-0 para no ser convocado contra Magallanes a la semana siguiente y estar en la caída de local ante Cobreloa. Seis clubes en cinco años, 59 partidos, tres goles…

Era una de las grandes promesas del fútbol chileno: fuerte, encarador, con personalidad, sin miedo de entrar al área y no poca capacidad goleadora. Parte de la Sub 17 que clasificó al Mundial de Brasil 2019, donde él, junto a Alexander Aravena, Vicente Pizarro, Gonzalo Tapia o Vicente Reyes, asomaban con promisoria generación recambio para nuestra Selección.

Hoy, con 23 años, intenta darle rumbo a una carrera que perdió el timón hace un buen tiempo. Pero el caso de Luis Rojas es sólo un ejemplo de una constante cada vez más acentuada en los jugadores emergentes chilenos: el “quemarse” de una manera prematura perdiendo toda posibilidad de dar el siguiente paso. De esa Sub 17 que dirigió Hernán Caputto en el Sudamericano y luego Cristián Leiva en el Mundial, cuesta encontrar un jugador que haya dado realmente el salto de calidad y hoy sea un jugador fijo para cualquiera Selección Chilena. Tal vez Alexander Aravena, pero en el último tiempo ha estado muy lejos de la titularidad en Gremio y en algunos partidos el técnico Mano Menezes lo dejó los 90 minutos en la banca.

Podríamos decir lo mismo de Gonzalo Tapia: seis meses sin jugar en River Plate y ahora se le abre la oportunidad de Sao Paulo, pero su éxito es incierto. Es curioso como un traspaso al extranjero se ha convertido, desde la lógica bendición económica, en una maldición deportiva. Nos hemos acostumbrado a ver a los jugadores emergentes chilenos sumergidos en la suplencia en sus nuevos equipos. La gran mayoría de ellos deben volver al poco tiempo, apaleados, con pocos minutos de juego y habiendo perdido gran parte de su capacidad futbolística.

Hace poco trascendió una foto de Marcelo Morales con sobrepeso en una práctica del NY Red Bull, donde apenas ha jugado seis partidos en el equipo reserva, luego de haber disputado 27 como lateral izquierdo titular en Universidad de Chile en la temporada 2024. Todavía no debutó en la MLS quien se apuntara como el futuro gran lateral izquierdo de nuestro fútbol. Una rebelde lesión al muslo y grandes problemas de adaptación lo tienen como un nuevo candidato a la vuelta larga. En esa línea está el sobrexpuesto Damián Pizarro. Con la caja de resonancia estridente que significa anotar una decena de goles en el primer equipo de Colo Colo, el fornido centrodelantero recaló en el Udinese con expectativas altas y mucho ruido mediático. Siete meses después, suma apenas dos partidos en el primer equipo, cero gol y muchas críticas por su rendimiento físico y disposición en la cancha.

¿Qué está pasando? ¿Por qué las nuevas figuras del fútbol chileno no logran consolidarse? Se habla de la excesiva ambición de los representantes, de la mala educación de los jóvenes chilenos, de los amigos, de la inmediatez, la vanidad de las redes sociales por sobre el rendimiento deportivo. Todas las razones son ciertas, pero no alcanzan a explicar el fenómeno. Se puede entender que, de diez jugadores prometedores, dos o tres queden en el camino por malas decisiones, inmadurez o lesiones. Es el porcentaje esperable. Pero cuando de diez son ocho y hasta nueve los que no llegan, hay algo muy profundo que está fallando. Algo estructural, que tiene que ver con la formación integral del jugador, dentro y fuera de la cancha, con la familia, el entorno, los hábitos y hasta la sociedad. El problema es evidente y alarmante. A esta altura es imposible esconderlo.

section logoSobre el autor

Premio Nacional de Periodismo Deportivo 2011, Director de El Gráfico 2009-2014, Redactor de Deporte Total, La Tercera, Don Balón, Triunfo y La Nación, Columnista de El Mercurio, Publimetro, AS y La Tercera, Comentarista de Chilevisión, TVN, Canal 13 y Canal 2.