El martes 8 de julio fue particularmente ajetreado. Mi día partió a las 06:00 AM, trabajé hasta las 16:00 horas, me arreglé rápido porque debía juntarme con unas amigas que no veía hace bastante tiempo, pero antes, junto a mi pareja, debíamos pasar a otro lugar. La verdad es que nuestro pasatiempo (desde que nos conocimos) es caminar desde la casa que queda en Talagante, hacia el centro de la misma comuna, y en el recorrido conversar de diferentes temas, que en el día a día no tocamos.
Sentía emoción de volver a retomar esta rutina, que por diversos motivos habíamos dejado en pausa por algunas semanas, pero antes de salir lo noté distraído y un poco apartado de la realidad. Al consultarle, me di cuenta de que estaba organizando su plan de todos los fines de semana: ir al estadio, a ver al equipo de sus amores, la Universidad de Chile.
Nosotros nos conocimos en el liceo, y desde ese entonces mi pareja ya era un fiel fanático del fútbol (en todo su esplendor) y hasta la fecha lo sigue siendo. Con esto me refiero a que le encanta jugar baby con sus amigos al menos dos veces a la semana, sigue el deporte por televisión (para ser sincera no se pierde ningún partido del Liverpool ni de la U), va a la cancha, ha viajado a distintas regiones del país por su equipo y en algún momento, igual invirtió en las casas de apuestas, todo eso y más, motivado por el deporte.
Personalmente, una de las cosas que más me gusta de mi pareja es su fidelidad y pasión por su equipo de fútbol, siempre he pensado que es un buen “vicio”, y bajo mi lógica lo he apoyado e instado a que no pierda ese legado que le traspasó su padre, tomecino que, una vez llegado a la capital, se enamoró del azul y rojo.
A pesar de que nunca he tenido ningún tipo de problema con su pasión por el fútbol y su fanatismo por la Universidad de Chile, hay personas de nuestro entorno que en más de alguna oportunidad me han preguntado “¿Por qué no te molesta que vaya tanto al estadio?”, “¿Cómo aguantas, yo no podría?”, o “¿Cómo lo hacen?”. Además, varias veces me han tildado de “ser paciente”, al notar mi comportamiento.
Nosotros ya llevamos 9 años de relación romántica y la verdad es que su fanatismo por el fútbol nunca ha sido un problema entre nosotros o un motivo para discutir. Al contrario, tanto él como yo, hemos sido bastante respetuosos con nuestros espacios y hemos podido compatibilizar de la mejor manera, pero la gran interrogante es: ¿Hasta qué punto es bueno ser fanático?
La mayoría de los hinchas suelen priorizar actividades relacionadas con sus equipos de fútbol y pasan de otras que pueden ser igual o más importantes como, por ejemplo: Los cumpleaños, aniversarios, juntas familiares y compromisos de trabajo. O incluso, invierten recursos económicos que podrían servir para otros gastos, considerando lo carísimo que sale un ticket en la actualidad.
Ir más allá del horizonte: ¿Qué implica ser hincha de un equipo de fútbol?
Mi pareja siempre ha tratado de mantener un equilibrio entre la vida familiar y la pasión por el equipo de sus amores, la Universidad de Chile. Tal como les mencionaba antes, nunca me he considerado una polola “controladora” o “tóxica”, al contrario, trato de apoyarlo lo más que pueda, pero si hay veces que me pregunto hasta dónde podría llegar su fanatismo, ya que gran parte de su tiempo lo destina a la U, viaja kilómetros de distancia por un partido (sin importar los resultados), muchas veces gasta dinero de manera excesiva en entradas o indumentaria deportiva, y en alguna oportunidad llegó tarde al cumpleaños de su hermana, a causa de un partido de fútbol. Pero sería injusto si solo me enfocara en estos puntos, porque debo reconocer que la pasión por su equipo lo mueve y motiva.
Para efectos de este reportaje periodístico entrevisté a Mario (26), mi novio, quien desde pequeño es hincha de la Universidad de Chile, gracias al legado que le ha ido inculcando su padre desde que nació. Sobre lo que significa su equipo para él, expresó: “Es casi todo, siento que es un amor profundo, una lealtad e incondicionalidad que no siento con ninguna otra cosa en mi vida, más allá de mi familia. (Siempre lo he dicho, está mi familia y luego viene la U), seguir a tu equipo, vaya a donde vaya, sin tener de repente los recursos o el tiempo y también una vía de escape en lo personal”.

Eso sí, aclaró que en algunas ocasiones ha tenido algunos problemas con respecto a su fanatismo, principalmente, porque el haber comenzado a viajar a otras regiones para asistir a los partidos despertaba preocupación entre sus cercanos, ya que reconoció que es de los que les gusta desplazarse solo o con un par de amigos.
Al mismo tiempo, recalcó, “hay tiempo para todo, para los estudios y para el trabajo”, pero también reconoció que a veces prioriza demasiado a su equipo de fútbol. “Soy un poco egoísta y le doy mucha importancia al club por sobre otras cosas, ya sea cumpleaños, santos, aniversarios, siempre intento ir a la cancha primero y luego llegar a los eventos. A mí el estadio me genera una sensación que no me genera ninguna otra acción en la vida, entonces siento que hay tiempo para ir a la cancha y luego llegar a compartir con tu gente”.
Al consultarle sobre los problemas que ha tenido que enfrentar por ser hincha de la U, me comentó que en algunas ocasiones ha tenido que enfrentar las preocupaciones de su clan familiar por asistir a los clásicos principalmente, y también ha tenido que postergar algunos panoramas. “Digo, podríamos hacerlos otro día para evitar el conflicto más que nada, o sabiendo que la intención es porque juega la U, o simplemente porque los recursos que tengo los destino a este tipo de actividades y cuando sale otra cosa, me desmorona todo”.
José Luis (38), también quiso entregar su testimonio. Él va al estadio desde el año 1994, justo cuando la Universidad de Chile llenó por primera vez el Estadio Nacional con más de 80.000 personas. “Desde ese momento nace mi amor por estos colores”, dijo.
Según su percepción, ser hincha de este equipo de fútbol, a veces resulta inexplicable, pues asegura que es un amor que traspasa límites e incluso va más allá de las copas o de los títulos del estadio.
“Ser bullanguero es una de las cosas más lindas que uno puede vivir”, expresó. Para luego comentarme que a raíz de su fanatismo ha experimentado alegrías, vivencias y amistades reales, cosas que no se encuentran en cualquier lugar, ya que compartir el mismo sentimiento con amigos es impagable.
Al igual que mi pareja, reconoció que trata de equilibrar la balanza entre trabajo, familia y amores, pero por sobre todo está la U: “Hay muy pocos eventos que están por sobre este amor incondicional”, precisó. Sobre los esfuerzos que ha tenido que hacer por su equipo, mencionó que en su mayoría han sido económicos: “Como dice el cántico “no tengo plata, pero voy igual”, pero también hay algunos familiares, como dejar a la familia esperando por algún partido”.
Ambos coinciden en la importancia de traspasar el amor por sus equipos de fútbol a las nuevas generaciones y explicar lo que conlleva ser hincha. En este sentido, y contribuyendo desde el punto de vista profesional, Ivanni Chávez, Profesora de Educación Física, explicó que los beneficios de hacer deporte y seguir a un equipo de fútbol “está sumamente vinculado, pues hacer deportes colectivos te enseña y hace colocarte en el lugar de los jugadores de tu equipo, manteniendo la disciplina y constancia, además del cansancio físico o psicológico”.
En esta línea argumentó que el ser hincha de un equipo de fútbol puede influir de sobremanera en el crecimiento de los niños y niñas, ya que buscan en sus ídolos algunas características que los identifique, es decir, sacrificios, constancia, perseverancia y disciplina, características positivas y que pueden ser replicadas en cualquier ámbito de la vida.
Sobre cómo compatibilizar el tiempo en familia con las actividades deportivas, comentó: “A veces es difícil cuando uno va adquiriendo responsabilidades, pero es importante que tus cercanos o seres queridos conozcan tus pasiones y así poder tener espacio para disfrutar de aquello que tanto te hace vibrar”.

Al finalizar, reconoció que para ella la Universidad de Chile “lo es todo”, pues ha podido coleccionar un sinfín de experiencias. Además, expresó: “Hoy en día, me mantiene cerca de mi padre, quien ya no está en este mundo, pero el que me heredó el amor y pasión por este hermoso club”.
¿Es un sentimiento que trasciende?
Al escuchar estos testimonios quise indagar aún más, ya que para los tres pareciera ser un amor y un sentimiento que va más allá, y no necesariamente tiene que ser algo negativo.
“El fútbol les da un sentido de pertenencia social, y a través de este deporte ellos encuentran un lugar donde se validan como persona, se sienten aceptados, comprendidos y tienen un lenguaje en común”, explicó la Psicóloga Clínica, Lilian Segura Moreno, con respecto al fanatismo que pueden tener los hombres con respecto al fútbol.
En este sentido, explicó que las emociones se canalizan a través de este deporte, ya sea la rabia, la ira, la alegría y el llanto, se liberan, se expresan. “En general, los hombres no hablan de sus sentimientos y en la cancha sí, sin el prejuicio social”, puntualizó la profesional.
Al preguntarle hasta qué punto es bueno ser hincha de un equipo de fútbol, la experta, sostuvo, que no es malo tener fanatismo, pero el problema se origina cuando comienza a interferir en otros aspectos de la vida (trabajo, familia o estudios). Por ello, recomienda tener un espacio definido para cada actividad.
“Dentro de los efectos positivos que tiene el fútbol, es que te relaja, te divierte, te permite realizar ejercicios, te ríes, y lo negativo tiene relación con el aislamiento de la familia. Además del popular tercer tiempo, que muchas veces incita al consumo de alcohol o drogas”, recalcó.

¿Qué opinan las mujeres?
A raíz de esto, recogí los testimonios de mujeres que son parejas de hombres fanáticos del fútbol para conocer su percepción sobre el fanatismo hacia este deporte.
Araceli (26) comentó que su pareja es de la Universidad de Chile desde que era pequeño, a pesar de que el resto de su familia sigue a Colo-Colo, sobre su pasión por el fútbol expresó: “Me gusta porque yo soy del mismo equipo y, además, él es súper respetuoso con las preferencias de las otras personas”.
En cuanto a las diferencias que han tenido por la pasión que siente por este deporte, aclaró: “Han sido muy pocas, en realidad, a veces es porque está mucho tiempo viendo televisión o revisando partidos de clubes nacionales e internacionales en el celular”. Sobre cómo es lidiar con su pareja futbolera, aseguró que “A veces grita de la nada, se emociona o me habla de algunos encuentros deportivos, me abraza, y en ocasiones se enoja porque apuesta por un equipo y después no juega bien o pierde”.
Por su parte, Martina (20), aseguró que su pareja es de Colo-Colo desde pequeño y comenta, “su fanatismo es sano y no es de esos hombres que se desquitan con la polola por un partido perdido, así que para mí está bien. Además, sabe balancear muy bien sus tiempos en pareja, familia y lo que le dedica a su equipo de fútbol”.
Al mismo tiempo, aseguró que lidiar con su pareja futbolera nunca ha sido un problema entre ellos, ya que se respetan los tiempos, espacios y gustos, de igual manera. “Mientras no afecten nuestra relación como pareja, está todo bien”, puntualizó.
Para el cierre de este reportaje periodístico quise dejar mi testimonio, básicamente, porque desde que conocí a mi pareja me traspasó su amor por los colores, la pasión que hay detrás de cada partido de fútbol (más allá del resultado), la confianza y la lealtad incesante.
Me quiero detener en el título “Más que amor, una pasión: ¿Cómo sobrevivir a un novio futbolero?”, porque sé que la mayoría que lea por encima este texto va a pensar que es una crítica a este fanatismo y lo cierto, es que no, no lo es en lo absoluto. Es admiración y orgullos hacia esos hombres que aprenden del deporte y lo transforman en valores y principios, que aplican en su día a día.