Cecil Leiva cuenta en voz baja que el verdadero equipo de sus amores es Unión La Calera. Ubicado en la parte más alta del pequeño espacio reservado a los hinchas de Universidad de Chile, este exalcalde de Papudo tuvo la suerte de presenciar en primera persona cómo el equipo del que son hinchas sus hijos, estuvo un buen rato ganándole a Boca Juniors. Sonríe por la felicidad de los suyos, mientras de fondo se escucha sin fin la voz del centenar de seguidores azules que consiguieron entrar al Estadio UNO de La Plata para disfrutar del último encuentro del grupo A del Torneo de Verano que se organiza en la capital de la Provincia de Buenos Aires.
Ha sido difícil venir hasta acá. No solamente para Cecil, padre de Cristián "el Flaco" Leiva (gran ausente en la galería platense), sino para toda la hinchada azul. Es que llegar a este lugar es como ingresar voluntariamente en un campo minado. La hostilidad que los seguidores xeneizes demuestran hacia los rivales no es fácil de pasar por alto y, aún así, la presencia de los forofos estudiantiles es considerable e impetuosa. Más importante aún es que, pese a que "la 12" no deja escuchar nada más que sus cánticos, los azules siguen en la suya, desenfundando el sinfín de canciones que amenizan cualquiera de los encuentros de la "U".
Cualquier amante del fútbol desearía presenciar el espectáculo que supone tener en frente el despliegue de la barra de Boca: bombos, instrumentos, cánticos organizados. Pero, muy distinto es tenerlo en contra y soportar una y otra vez abucheos, canciones xenófobas e insultos. Muy distinto es tener que llegar en medio de una marea de hinchas inundando las calles de la ciudad y estar obligado o a encontrar un ingreso alternativo a las inmediaciones del estadio o jugar a pasar desapercibido. Y ojalá no vayan a escuchar tu acento chileno. Ni vayan a ver tu pulsera con el emblema de otro club.
Una travesía para los hinchas de la U
Y aún, pese a todo esto, la familia de Cecil, su esposa y sus hijos junto con sus parejas, sin el respaldo de ninguna organización de hinchas, estaban ahí y no pararon de gritar y cantar. Ese sacrificio y entrega pueden resumir lo que significó un poco el partido de Universidad de Chile, no solamente fuera de la cancha, sino que también dentro, donde Ronnie Fernández no daba una pelota por perdida, Andía corría sin cesar toda la banda derecha y donde el empuje perduró todo el encuentro, incluso después de la expulsión de Moya. Todo muy en consonancia con esa trillada frase neohippie que señala que "cómo es adentro, es afuera".
Creo que es la mejor manera de ilustrar lo que pasó este viernes por la noche en el estadio de Estudiantes de La Plata. No solamente porque haya sido la "U", pues cualquier viaje para alentar a un equipo supone un gran desafío. Pero, en este caso particular, todo parecía tan dificultoso, tan adverso que valía la pena recalcarlo. La lluvia, los truenos, el Covid, "La 12" cantándote con una banda de música y bombos, el equipo xeneize con grandes figuras, un árbitro con criterio localista, la impaciente policía argentina… todo en contra. Y aún así, el espectáculo fue digno. Aún así, la hinchada cantó constantemente. Aún así, Cecil y su familia no se arrepentirán de haber cambiado los planes de irse a La Serena para, finalmente, cruzar la Cordillera para seguir a la Universidad de Chile.