Un poco habitual Viernes Santo fue el que se vivió en Jerusalén, ya que cada año son miles las personas que llegan a seguir los pasos del Calvario de Jesús, situación que este no fue posible debido a la pandemia del COVID-19.
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"No es un rezo que se haga con los labios y la lengua, sino caminando en los pasos de Jesús", expresó a la Agencia EFE el fray Francesco Patton, custodio de Tierra Santa, al salir de la basílica del Santo Sepulcro, la última estación.
Para poder llevar a cabo esta liturgia, a diferencia de otras que fueron suspendidas hace algunas semanas, hubo que seguir las ciertas limitaciones impuestas por las autoridades y ver también como varios lugares de interés (cómo los principales sitios de sagrados de la Ciudad Vieja) se encontraban cerrados.
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Desatacó, eso sí, la presencia de cuatro franciscanos quienes oraron en las catorce estaciones de la Vía Dolorosa, desde la iglesia de la Flagelación hasta la Basílica, sin portar la simbólica cruz de madera y con mascarillas y guantes para evitar contagios por la pandemia. En cada una de las paradas, rezaron en árabe, inglés e italiano con vehementes discusiones entre los periodistas presentes y agentes policiales.