Para muchos, entre los que me incluyo, Arturo Vidal ha sido el mejor futbolista chileno de todos los tiempos. Pero ya no lo creo. No es el mejor. No es que ahora yo tenga otro candidato o que considere que es un mal jugador. No, por favor, nada de eso, aunque es un hecho que los años no le han hecho bien y hoy está más rabioso y menos influyente que antes. Lo que pasa es que creo que está mal hecha la elección.
Aquí la explico.
La elección de los mejores comenzó en Chile en 1951, cuando el Círculo de Periodistas Deportivos (le recomiendo decir Periodistas de Deportes, pues deportivos sólo somos algunos), decidió hacer una premiación de los Mejores Deportistas del año. Esa decisión marcó un hito y el acto electoral se mantiene a través de las décadas. Pueden votar todos los reporteros y comentaristas pertenecientes al Círculo. Y los que no quieren, no votan.
La idea del premio en 1951 era distinguir a aquellos deportistas que además de tener buenas actuaciones en sus competencias mostraban gestos de solidaridad, de respeto por las reglas, por sus adversarios, por el público, por los árbitros y por todo el mundo. Obviamente, no podía aspirar ningún deportista que hubiera sido sorprendido haciendo trampa, incumpliendo las reglas del juego, agrediendo a un rival o a un espectador, reclamando a un árbitro. Y ni hablar de insultar a un referi o agredirlo. Eso, jamás. Es decir, Vidal jamás habría podido ser postulado a Mejor Deportista en los años 1950.
Por el contrario, los premiados en esos primeros años estaban fuera de toda duda en el tema de la seriedad y la disciplina.
El primer premiado del fútbol fue Hernán Fernández, el gran arquero de la Unión Española y de la Selección Nacional y personaje de portada de la primera edición de la legendaria revista Estadio. Un caballero “el Nano”. Lo mismo Manuel Álvarez, “Omega”, el regular lateral derecho de la Católica. Mario Ibáñez, el médico y arquero de la U que se radicó en Estados Unidos. Atilio Cremaschi, el incansable mediocampista de Colo Colo. Todos indiscutidos, de limpia trayectoria, sin manchas en su historial.
En fin, es habitual en los humanos de todas las latitudes establecer distinciones y premios. Y si alguno falta... se inventa, como el león dorado y un millón de libras esterlinas que ganaría el primer hombre que lograra quedar embarazado. Se atribuyó la idea a la reina Victoria, pero era evidentemente un invento, aunque seguramente más de alguno lo habrá intentado.
Si en el fútbol los Mejores eran indiscutidos, más estricta era la distinción para el Mejor de los Mejores. Ahí el mejor histórico fue Carlo de Gavardo, el motociclista que nos dio títulos internacionales y que era capaz de parar en la ruta para ayudar a un rival en problemas.
Pero, como nada es eterno, este criterio de selección fue cambiando con los años y se abrió una manga ancha que posibilitó que aspiraran al premio, y que fueran premiados, algunos deportistas que con seguridad no reunían los méritos. De hecho, Arturo Vidal fue elegido como “el mejor del fútbol en 2016″. Cuando hacía sus “gracias” en Europa. Y no cayó bien en muchos aficionados y críticos la elección de Marcelo Ríos, por expresiones y actitudes no muy educadas del Chino.
En fin, fue cambiando el premio. Pero sus méritos competitivos no se le pueden negar a Vidal, “el King”, apodo que él se tomó en serio. No hay duda de que es el más ganador de los futbolistas chilenos en el extranjero y en clubes importantes de Europa. Es una lástima que haya cometido la torpeza de agredir groseramente al árbitro en la derrota alba con Audax. Dos partidos de castigo, incluyendo el Superclásico. No fueron los 11 que recibió Iván Zamorano luego de ser expulsado por Carlos Chandía, por groserías parecidas, en el partido final de Apertura que ganó Cobreloa 4 a 0 el 6 de julio de 2003. Bam Bam soltó los insultos cuando ya se había ganado la roja, igual que Vidal.
Por eso dejo esta idea: que se premie al “Más exitoso”. Ser “el Mejor” es demasiado amplio. Hay palabras con las que es preferible no meterse.